Humildad y paciencia en la Nueva Evangelización

Columna de formación para sacerdotes del obispo auxiliar de Guadalaja, México

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Hermano sacerdote:

La pastoral evangelizadora es un ejercicio de humildad y de paciencia. Nadie es dueño de la libertad de los demás. Nadie conoce los calendarios de Dios para cada uno de sus hijos. Somos servidores y colaboradores de la gracia y la providencia de Dios. Detrás de un buen plan pastoral se puede ocultar la tentación de éxito, la impaciencia y hasta el orgullo de los grandes números. Este no es el método de Dios. No olvidemos las comparaciones de Jesús, el Reino de Dios es como un poco de levadura, la semilla más pequeña; una pequeña luz que brilla en las tinieblas. La fuerza de Dios va por dentro de los corazones.

Hay que dejar que los tiempos maduren según el proyecto de Dios. Nueva evangelización no significa atraer inmediatamente, con nuevos y más refinados métodos, a las grandes masas alejadas de la Iglesia. Nueva evangelización quiere decir, más bien, no contentarse con el recuerdo de otras épocas, no rendirse tampoco con las dificultades presentes, sino decidirse a sembrar de nuevo con humildad el pequeño grano de mostaza en nuestras tierras descristianizadas, dejando a Dios el cuándo y el cómo de la cosecha. Las grandes cosas empiezan siempre humildemente, sin pretensiones de grandeza, y se manifiestan cundo Dios dispone.

Dios no cuenta con los grandes números; el poder exterior no es el mejor signo de su presencia. Dios cuenta con los más débiles de este mundo para confundir a los fuertes. En nuestra debilidad, reconocida, se manifiesta la fuerza de Dios.

Gran parte de las parábolas de Jesús indican esta estructura del actuar divino, contra las expectativas de sus discípulos, que esperaban éxitos rápidos y clamorosos. Jesús prefiere el caminar silencioso del espíritu que sopla sin saber de dónde viene.

Esto mismo acepta san Pablo en su ministerio. Él está convencido de haber llevado el Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo, pero sus frutos son pequeñas comunidades de cristianos que pasan desapercibidas ante los poderes del mundo. En su debilidad tienen la fuerza de Dios, en su pequeñez llevan la grandeza de un mundo nuevo. Con este ánimo y con esta esperanza tenemos que emprender la nueva evangelización de nuestro mundo, que ha dado la espalda al Creador. Hemos de iniciarla con humildad, con la confianza puesta en Dios, dispuesta a soportar el rechazo y las incomprensiones de un mundo que nos comprende menos y que no siente la necesidad de ser salvado. Sin perder nunca la esperanza, sin dejar de amar y desear el bien a los hermanos que ni nos escuchan, ni nos esperan, ni nos valoran, anunciemos con ahínco el Evangelio.

Estamos seguros de que sembrando la Palabra de Dios y promoviendo pequeños grupos de cristianos convertidos y coherentes estamos poniendo los cimientos de una Iglesia renovada y de un mundo nuevo. La debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza del mundo. Es más, si las promociones de nuevos católicos son auténticas, comenzaran siendo pocos; pero, en su autenticidad está la seguridad de su crecimiento. Cuando Dios quiera y como Dios disponga. La autenticidad trae el número, pero el número no siempre trae la autenticidad. Encomiendo las tareas de la nueva evangelización a las plegarias de María y de san José.

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Miguel Romano Gómez

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