Durante su primer rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, el papa Francisco convocó a una cantidad de fieles que, según cifras oficiales, habrían superado las 150.000 personas. Es así que vienen a verlo y escucharlo de todos los países, movimientos apostólicos, seminaristas y familias religiosas, sin exceptuar a los turistas y curiosos que no dejan de sorprenderse ante tanta alegría, de un día a otro, «como si hubiera resucitado un muerto», decía alguno. Una «primavera cristiana», le llaman otros…
Asomado desde la habitual ventana pontificia, el santo padre saludó con el ¡Buenos días! afectuoso que ya se le conoce, y que sería el mismo que usaba al salir de su casa en Buenos Aires al encontrarse con el portero, el vendedor de diarios o su peluquero.
No ocultó su felicidad de que esta vez el encuentro con los fieles fuera en domingo, en el día del Señor. Según el papa, este día es importante para los cristianos, para «encontrarnos, saludarnos, hablarnos como ahora aquí, en la plaza».
En una nueva alusión al poder de los medios de comunicación, destacó que estos, presentes por centenares hoy en la plaza, le daban a esta «el tamaño del mundo».
Perdonar siempre
En el quinto domingo de Cuaresma, su reflexión estuvo centrada en el evangelio que presenta el episodio de la mujer adúltera (cf. Jn. 8,1-11). De este pasaje, recordó que Jesús la salva de la condena a muerte, por lo que invitó a conmoverse con la actitud de Jesús, de quien «no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión».
A sus «hermanos y hermanas», les hizo ver que el rostro de Dios es la de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. Les preguntó a quienes lo oían casi absortos: «¿Han pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que Él tiene con cada uno de nosotros?», dando paso a una respuesta de catequista también él: «Esa es su misericordia (..) Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a él con el corazón contrito».
Tomando una cita de un libro del cardenal Kasper que ha leído hace poco, enseñó que «un poco de misericordia vuelve al mundo menos frío y más justo».
Una anciana pecadora
Para hacer vida las palabras del profeta Isaías, quien dice que «así nuestros pecados fueran como rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve», Francisco contó cómo, en 1992 cuando estaba confesando, tuvo un diálogo con una «abuelita» en Buenos Aires, quien le dio una lección mayor que la de un profesor universitario…
En aquella ocasión, una anciana le pidió confesarse y él, apurado como estaba por otra cita, le aseguró que a su edad no tendría pecados… «Todos tenemos pecados», fue la respuesta de la octogenaria, (y) «si el Señor no perdona todo, el mundo no existiría».
Gran lección para el entonces neo-obispo, que trajo al recuerdo para decirles a cada creyente que «Dios nunca se cansa de perdonar, ¡nunca!»
Sin embargo hay un problema –acotó–, y «es que no queremos, nos cansamos de pedir perdón». Por lo cual, animó a los que lo escuchaban, pecadores todos, que «¡no nos cansemos nunca! Él es un Padre amoroso que siempre perdona, que tiene un corazón de misericordia para todos nosotros». Y así cada uno también debe ser «misericordioso con todos», advirtió.
Antes de rezar el Ángelus y bendecir a los fieles, pidió la intercesión de la Virgen, «que tuvo entre los brazos la Misericordia de Dios hecha hombre».
Obispo de Roma
En una nueva manifestación de cercanía con la sede episcopal primada, la de Pedro, quizo renovar su «abrazo a los fieles de Roma (que) extiendo a todos ustedes que han venido de varias partes de Italia y del mundo, así como a aquellos que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación».
Les explicó también que con la elección del nombre del santo patrono de Italia, san Francisco de Asís, «esto refuerza mi conexión espiritual con esta tierra, de donde –como ustedes saben–, es el origen de mi familia».
Al final del encuentro recordó a todos: «¡el Señor no se cansa de perdonar! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón», mientras se alejaba dejando atrás corazones inflamados, gritos ahogados y nuevos propósitos que brotan como en una «primavera cristiana».
No se puede negar que emocionó también escuchar a una señora romana, quien, llorando de veras, decía ante los micrófonos de una radio: «Nos ha pedido rezar por él, necesita oraciones, rezaré siempre por él».
El mensaje del papa durante el rezo del Ángelus en:www.zenit.org/es/articles/como-dios-aprendamos-a-ser-misericordiosos-con-todos