Desde las 10.15 horas de hoy, Domingo de Pascua, la Resurrección del Señor, el santo padre Francisco presidió la solemne celebración de la Misa del día en el atrio de la Plaza de San Pedro. El acto fue acompañado por los cardenales presentes en Roma, obispos, presbíteros, diáconos y religiosos y religiosas de cientos de congregaciones y órdenes.
En la celebración, que comienza con el ritual de «Resurrexit» y la apertura del icono del Resucitado, también participaron cerca de 300.000 fieles romanos y peregrinos de todo el mundo, que llenaron la Plaza y las primeras cuadras de la Via della Conciliazione.
El papa, como es costumbre, no pronunció una homilía ya que, durante la bendición Urbi et Orbi, dirige un mensaje en varias lenguas al mundo entero.
Durante la Misa del día, se tuvo el rito de la aspersión del agua bendita, como signo de la renovacion bautismal propia de esta celebración. Hoy las lecturas fueron leídas en español, italiano y en inglés. En el caso del evangelio, fue cantado por un diácono en latín.
La Oración de los fieles reunió a representantes de diversas lenguas y culturas, quienes elevaron plegarias a Dios por el papa, la Iglesia y la humanidad entera, en idiomas chino, hindi, alemán y en francés.
Como es habitual en Francisco, él no distribuye la comunión a los fieles, que antes eran escogidos para tal privilegio. Terminada de consumir la eucaristía, vuelve a la sede con el fin de meditar y prepararse para el rito de despedida.
Al final, se tuvo la ocasión de venerar a la Madre de Dios, entonando nuevamente el Regina Coeli, que sustituirá al Angelus domine en todo el tiempo pascual.
Terminada la misa, el papa saludó uno por uno a los cardenales que lo acompañaron durante la celebración, para luego abordar el jeep blanco descubierto. Desde allí, y en un largo recorrido, sonrió, saludó y bendijo a los fieles que entre banderas, letreros con lemas de afecto y gritos emocionados, lo esperaban para verlo y sentirse una vez más, cerca al pastor universal.
Llamó la atención cuando recibió, de un grupo de fieles argentinos –e hinchas de fútbol–, una camiseta del Atlético San Lorenzo de Almagro, que según se sabe, para el papa es el «equipo de sus amores».