En Almería, España, todos los años en este tiempo pascual se celebran bautizos de adultos. En gran parte, son trabajadores que han venido de otros países a trabajar como empleados de hogar o jornaleros, en su mayoría procedentes de África, que laboran en los cultivos tempranos de invernadero. Estos bautizos son en gran parte fruto del trabajo entre ellos de los Misioneros de África, padres blancos, en el poniente almeriense.
En la Vigilia pascual celebrada en la catedral de la Encarnación de Almería, el obispo Adolfo González Montes bautizó, confirmó y dio la Eucaristía a dos nuevas cristianas: Algie y Stvelina, ecuatoriana y búlgara respectivamente; dos jóvenes que, tras un catecumenado de más de dos años, vivieron en la Vigilia pascual su plena integración en Cristo y su entrada en la Iglesia con los sacramentos de iniciación cristiana.
El obispo de Almería bautizará durante la octava de Pascua a catorce africanos adultos que han seguido regularmente a lo largo de estos últimos años el catecumenado diocesano, la mayoría de ellos gracias a la acción apostólica y pastoral de los Misioneros de África, padres blancos, en el Poniente de la provincia.
También un joven almeriense de diecinueve años, que acudió a la catedral para los ritos de la elección prescritos por el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA) durante los últimos domingos de Cuaresma, fue bautizado en la Vigilia de Pascua en Gérgal, en la provincia almeriense, por el párroco y cnfirmado por delegación del obispo. A estos neófitos se suma este año más de medio centenar de niños en edad escolar y adolescentes que se bautizan durante el tiempo pascual y otras fechas.
La catedral de la Encarnación, repleta de fieles, muchos de acompañantes de las dos catecúmenas, y muchos más compañeros de los setenta y siete miembros del Camino Neocatecumenal que concluían en la Vigilia pascual el largo recorrido de años hasta concluir un itinerario de profundización en la vida cristiana, y retorno a Cristo. Vestidos, como los mismos catecúmenos, con blancas vestiduras daban una impresionante imagen a la catedral almeriense, a la que acudieron personas de distintas partes de España para vivir la Semana Santa, al tiempo que descansan en la costa.
Al día siguiente, en la misa del Domingo de Pascua, la catedral volvía a llenarse con fieles del lugar y visitantes. Representaciones de las diversas hermandades y cofradías, con la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Almería al frente, por ser ésta la titular de la imagen del Resucitado, que cuenta además con su propia precofradía, una nueva asociación en proceso de formación integrada por jóvenes cofrades.
El obispo González Montes les recordaba a los fieles que la resurrección de Cristo “abrió la mente de los discípulos y comprendieron el significado de sus padecimientos, el valor redentor de la cruz de Jesús”. La resurrección, dijo, ha revelado el sentido del dolor y de la muerte en cruz del Redentor y nos ha mostrado que la vida nueva que brota de la cruz, aunque es interior, se manifiesta “en los signos externos que ofrecen los que creen en Cristo y provocan la fe de cuantos acogen la predicación y el testimonio de los cristianos”. El obispo habló de la vida de gracia de quienes han resucitado con Cristo y describió con san Pablo la necesaria transformación de la vida de los bautizados.
Al final de la misa, el obispo impartió la bendición papal a los fieles, antes de comenzar el último de los desfiles procesionales de Semana Santa. Como otros años, monseñor González Montes dio el golpe de martillo que le ofreció el capataz del paso del Resucitado. Era la “levantá” al cielo con el Señor de la Vida.