La fructífera vida de Manuel García-Rendueles, misionero jesuita en el alto Marañón

Muerto muy pronto, su memoria viva en su hijo »adoptivo» de la etnia wampis, Rodil Nawech Shirap

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En una carta a un antiguo compañero de colegio, en abril del año en que murió, el misionero jesuita Manuel García-Rendueles le cuenta cómo es su vida: «Mi lugar de residencia habitual es el Río Santiago, en plena selva, no hay TV, ni luz, ni correo; teléfono sí hay pero sólo para comunicarse con Comunidades cercanas, mí única comunicación es la radio. […] Llevo en la zona del alto Marañón, trabajando con población indígena awajún y wampís desde mi magisterio, unos 36 años».

Recuerda que se enamoró de aquellos parajes y sus gentes: «En realidad, quedé ‘enganchado’ con la selva y este pueblo desde que los conocí y así sigo hasta ahora. Estoy feliz donde estoy, dando todo lo que puedo en una zona bellísima pero marginal y en extrema pobreza donde hace falta de todo».

Hace ya diez años, trabajando en la zona awajún, sigue el relato «rondaba por mi cabeza la falta de atención por parte nuestra del Río Santiago. Es el Río más alejado de nuestro Vicariato realmente impresionante y majestuoso. Desde los comienzos del Vicariato hubo un puesto misional en el Santiago hasta que tuvimos que dejarlo por falta de gente adecuada y disponible. Yo lo conocía por haber hecho durante varios años una investigación sobre las tradiciones religiosas de los huambisas».

Pero seguir su inspiración y deseo misionero se demoró por su profesión de antropólogo. «La broma de la investigación y los trabajos posteriores de publicación me duró unos 12 años», afirma. Su obra sigue viva en muchos centros de antropología o de culturas amerindias en Perú y otros países. Escribió en dos tomos, con otro investigador, Chumap Lucía, Aurelio, en 1979, Duik Múun…: Universo mítico de los aguaruna, publicado en Lima por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).

Sigue su carta al amigo jesuita: «Los comienzos han sido un poco duros, pero la gente está animada a hacer lo posible para que mi permanencia se alargue lo más posible. Medio en broma, les dije que permanecería en el río hasta que se pudriera la casa que debían ayudarme a construir. En mi ausencia hicieron una casa enorme, con el techo sin separación entre las hojas como es costumbre; de esa manera la casa puede durar unos 20 años… sin duda que no duraré tanto, pero es patente la intención».

Allí se ha unido a la comunidad y participa en las decisiones: «Esto es en la Comunidad de Villa Gonzalo, donde soy comunero, y Centro Base de mis actividades».

Seguridad alimentaria: 600 piscifactorías

«Los temas de intervención –explica- son múltiples. Uno de los más importantes es el de Seguridad Alimentaria Familiar al ir escaseando las fuentes tradicionales de obtención de alimentos; estamos empeñados en mejorar la seguridad alimentaria a base de granjas de aves, porcinos, piscigranjas, etc. Este año estamos instalando 80 piscigranjas más. En total vamos por cerca de las 600».

La recuperación legal del territorio tradicional, señala, «es otro de los problemas básicos que debemos enfrentar; las peleas con los colonos –nunca contentos con la extensión de sus parcelas- son constantes».

Como todos los misioneros, en esta tierra contendida, en la que el gobierno planea grandes obras energéticas que restarían recursos a los amerindios, Manuel García-Rendueles es un personaje incómodo para ciertos intereses. Aunque queridísimo entre los wampis.

«La construcción de aulas por todo el río, el apoyo a los albergues juveniles de los colegios de secundaria, mobiliario, etc. Es mi pequeño aporte al tema de la Educación bilingüe-bicultural», sigue relatando.

Pero hay otro tema que le quita el sueño: «La salud, especialmente de niños y madres gestantes, es problema aparte y mejor ni te cuento pues vas a pensar que esto es la isla Molokai».

«Quieren estudiar y no tienen recursos, mi mayor trauma»

Y luego el futuro de las jóvenes generaciones amerindias: «El tema de los muchachos que terminan su secundaria con unos deseos inmensos de continuar sus estudios y que no lo pueden hacer por falta de recursos, es mi mayor trauma». El problema lo tiene en casa. Rodil Nawech Shirap es un chico despierto. Desde pequeñín, cuando murió su padre y su madre se fue con otro hombre, el niño vive con el misionero. Le ha enseñado el castellano y muchas otras cosas. Rodil admira al padre Manolo, como le llaman todos en la comunidad, y quiere ser antropólogo como él porque le ha enseñado a amar su cultura, la cultura wampis.

«Los críos que conocí corriendo desnudos, son ahora padres de familia que vienen a mi casa a ‘pasear’ desde cualquier río de la zona. Vienen a visitarme como a ‘familia’ y son montón», escribe Manuel García-Rendueles.

«Desde que estoy en Perú, creo que sólo he ido dos veces a España para encontrar a mis hermanas casadas y a mis sobrinos terminando la Universidad. En las dos ocasiones fui para tres meses y a los 20 días ya no aguanté y me regresé. No te extrañe que no haya hecho nada para contactar a los amigos de juventud. Mi madre, lo único que me preocupa está fuera de juego y ya no reconoce a nadie. Para todo lo demás me siento desubicado e impaciente por regresar donde sé que me esperan». El misionero se ha encarnado en su patria adoptiva y ella es toda su vida, con sus ríos majestuosos, sus montañas verdes, su selva y sus gentes que lo quieren.

Sigo siendo el mismo muchacho

«En el fondo, creo que sigo siendo el mismo muchacho de hace 40 años que tú conociste; lo cierto es que en el colegio y, más en concreto, en mis campamentos veraniegos en Picos de Europa y Gredos, fui cristalizando una manera de ser y de actuar que conservo hasta ahora», concluye Manuel García-Rendueles.

El 28 de setiembre de 2006 fallecía sorpresivamente en Jaén, no tuvo que pasar muchos días en el hospital. Su vida entregada caminando con sol o con lluvia por un terreno difícil para visitar a su gente se lo llevaron tempranamente. A ello contribuyó, según su «hijo adoptivo», que «fumaba mucho cigarro».

En la Misa de Exequias del 19 de diciembre del 2002, monseñor Pedro Ricardo Barreto Jimeno SJ decía que el misionero había nacido en Gijón (Principado de Asturias), el 8 de junio de 1946. Luego vivió en Burgos, donde estudio en el colegio jesuita de la Merced. Ingresó muy joven en el noviciado de Villa García de Campos, en 1963. Sus estudios de Humanidades los hizo en el Juniorado de Salamanca y la Filosofía en Comillas y Alcalá de Henares. Fue ordenado sacerdote en febrero de 1979. Hizo sus últimos votos en la Compañía de Jesús en 1985.

Pidió ir al Perú e hizo su etapa de magisterio en el Valentín Salegui, en el Chiriaco. En ese tiempo «se enamora de la selva y de sus habitantes, movido por los misioneros que están por esas tierras». 

Hizo Teología en Comillas, Lima y México y la Tercera Probación también en México, con el padre Elizondo, quien le marcó espiritualmente.

Antes de volver a internarse en la selva, estudió y sacó el Bachillerato y la Licenciatura en Antropología en 1977 por la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP), para lo que sustentó dos tesis: Modos de producción primitivos: caso Jivaro-Aguaruna, y Duikmun… ‘Antiguamente… ‘ tradición oral de los aguarunas.

Ese mismo año, el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP) publicó en dos volúmenes su obra como ya se ha dicho, libro obligado de consulta en los estudios sobre esta región peruana.

Aun en la etapa de «maestrillo» fue enviado a la misión en el Vicariato “San Francisco Javier”, a la edad de 24 años, estuvo en las misiones de Imaza y Chiriaco, trabajando en la pastoral con los aguarunas. Ayudó en la fundación del Colegio Valentín Salegui en Yamakaientsa-Imacita, además se preocupó por la misiones en Chiriaco junto a otros jesuitas.

Se internó en las comunidades aguarunas de la zona y se
preocupó por aprender la lengua aguaruna, que después de algunos años logró dominar para poder así evangelizar en la selva.</p>

Aprendió sus lenguas

Hace diez años –dijo el celebrante–, en 1996, fue enviado para hacerse cargo del Puesto de Misión de Villa Gonzalo en la mitad del Río Santiago en Condorcanqui, frontera con el Ecuador y con el departamento de Loreto en el Perú, allí empezó a trabajar con los indígenas huambisas, «quienes lo recibieron y le mostraron un gran cariño, en todo éste tiempo logró aprender también la lengua huambisa para llegar a todas las comunidades que le fueron encargadas».

El puesto de misión tenía como objetivos la realización de labor pastoral cristiana, atendiendo las comunidades del alto y del bajo río Santiago. A su vez, la detección de las problemáticas de Salud infantil, Seguridad alimentaria, Educación en grado Secundaria, Disputa de territorios étnicos, etc.

«El padre Manolo –añadió el celebrante- hasta hace pocos días continuaba gestionando proyectos que ayudaran a disminuir éstas problemáticas. Pues desde su llegada muchas instituciones nacionales e internacionales le seguían brindando apoyo. Sin importar familia, bienes y riqueza, el padre Manolo se internó en las selvas de Condorcanqui, viviendo como un aguaruna o huambisa más, predicando la buena nueva pero también preocupándose por los problemas de quienes consideraba sus hermanos».

«En ocasiones dejaba de preocuparse por si mismo, viajaba con lluvias o con sol, para llegar a los pueblos más alejados», precisó.

Entregar la vida

«Se nos va un misionero de aquellos que entregan su vida al mundo, sin importarles nada. Se nos va un hombre entregado plenamente a la misión y a la evangelización», concluyó.

El padre Manuel Antonio García Rendueles, falleció el 29 de septiembre, en la ciudad de Jaén. En los últimos meses su salud se había resquebrajado a causa de un problema pulmonar. Hasta el día anterior, antes de las doce de la noche, aun recibió visitas en su casa. El mismo decía sentirse ya un poco mejor pero, pasada la media noche, su salud se empeoraba, fue trasladado al hospital general en Jaén, donde el médico ya no daba esperanzas, pasadas las dos de la madrugada, dejaba de existir el padre Manolo.

Hoy el misionero está enterrado en su capillita de Villa Gonzalo, detrás del altar, no muy lejos de su humildísima casita (esa que contaba que duraría más que él) y en ella se alojan los misioneros e investigadores que visitan la zona.

El 15 de noviembre de 2012, seis años después de su muerte, una noticia decía: «Aprueban el alfabeto wampis». Tras largo debate y “el análisis de los tres criterios ‘lingüístico, pedagógico y político-social’, los líderes, sabios y profesionales wampis aprueban el alfabeto que consta de dieciocho grafías: a, ch, e, i, j, k, m, n, ñ, p, r, s, sh, t, ts, u, w, y». “Nuestro idioma es salud y vida, ya que cuando hablamos en nuestro idioma expresamos todo lo que sentimos, no solo es de comunicarnos, sino para sentirnos feliz”, manifestaron los wampis.

En un acuerdo, los líderes wampis y el Ministerio de Educación se comprometieron “a gestionar ante las autoridades locales y regionales la asignación de un presupuesto para la elaboración de materiales educativos en la lengua wampis”. Hubo especialistas de la Dirección General de Educación Intercultural Bilingüe y Rural. También, dirigentes de organizaciones indígenas y los apus [jefes] de las 18 comunidades de Kankaim de río Morona y de las 16 comunidades de Río Santiago.

«El padre Manolo me dijo que yo sería como él»

Hay un muchacho de 17 años, huérfano de padre, abandonado por su madre, que quedó nuevamente huérfano cuando murió quien él consideraba su padre «adoptivo», por el cariño y la dedicación que tuvo con él, el padre Manolo. Le acogió en la misión, le enseñó castellano, como no había televisión, le contaba cuentos, le hablaba de su lejana tierra natal, le daba libros para leer y le explicaba que tenía que estar orgulloso de sus tradiciones, lengua y cultura wampis. El chaval dice que mucho de su cultura se ha perdido pero que le gustaría estudiar antropología y luchar por conservar los conocimientos de los wampis. «El padre Manolo me dijo que yo sería como él, pero ya no está, estoy solo».

Rodil no tiene dinero. Quedó huérfano de nuevo a la muerte inesperada y repentina del misionero. Trabaja en un taller mecánico en Chiclayo pero su sueño es ir a la universidad en Lima, la capital. En esta entrevista cuenta su dramática vida y sus sueños.

¿Cómo conociste al padre Manuel García-Rendueles?

–Rodil Nawech Shirap: Al padre Manolo lo conocí cuando estaba trabajando en mi comunidad de Villa Gonzalo. Trabajaba en todo el sector de Río Santiago. Era socio de mi papá. Era técnico. Entonces, cuando mi papá se iba a visitarlo yo siempre quería ver al padre Manolo, y si llegaba a su casa, siempre lavaba su perrito que se llamaba Kuam y limpiaba su cuarto, barría la casa.

Además yo solo me iba a visitarlo con mi canoa, porque él vivía al otro lado del Río Santiago. Bueno, de ahí, de repente, el padre me quería. Cuando murió mi papá que yo amaba, lo extrañaba mucho, yo me sentía solo. El padre era mi mejor amigo, me vio sufrir. Y me dijo: «Qué te parece si yo te llevo. Te voy a cuidar. Vamos a vivir bien bueno». Acepté, mi mamá también lo aceptó, pero yo no sabía casi hablar el castellano. Me llevó a su casa. Estuve dos años con él. Me enseñaba a hablar el castellano, me daba libros de cuentos. Leí sin entender pero así aprendí a leer. De ahí me contaba un poco de su historia. También me hablaba mucho sobre mi cultura. Y pues el padre fumaba mucho cigarro y falleció.

¿Por qué te dejó tu mamá? ¿Entonces fuiste a un colegio?

–Rodil Nawech Shirap: Cuando falleció mi papá, mi mamá estuvo años sola, creo que se sentía sola. Se enamoró de otro y se fue a otra comunidad. No me dijo nada, yo vivía al otro lado del río, no me visitaba. Ella pensaba que para siempre viviría con el padre Manolo. Pero el padre Manolo falleció. Terminé mi primaria y había examen para ingresar al colegio Valentín Salegui, de Fe y Alegría, en Yamakai Entsa. Rendí el examen estando en otra casa. Me fui al colegio para estudiar.

¿Cómo fue tu experiencia en el colegio de Fe y Alegría, te enseñaron muchas cosas?

–Rodil Nawech Shirap: Sí, me enseñaron muchas cosas. Más que todo, los valores que nunca debo olvidar. El colegio era técnico agropecuario. Por eso nos enseñaban a trabajar, a cultivar las hortalizas, sembrar las plantas. Me enseñaron en la carpintería a hacer mesas, muebles, camas y otras cosas más. Y en mecánica a desarmar los motores y armarlos.

En el colegio trabajaba un padre jesuita, el director del colegio. Nos hicimos amigos. Me llevaba a la capilla como yo siempre era católico. Aprendí muchas cosas. A amar a la gente. Me enseñaron a tener mucha fe en Dios, a pesar de que me pasaban muchas cosas en mi vida. Me aconsejaron y eso lo llevo en mi mente. Y otras más.

Háblame de tu pueblo, de la cultura wampis. ¿El padre Manolo te enseñó a amar tu cultura y tu pueblo?

–Rodil Nawech Shirap: Los wampis son una etnia, un grupo de personas que hablamos otro idioma que es el wampis. Nuestras costumbres antes eran muy diferentes a la cultura española. Pero se ha cambiado mucho con el transcurso del tiempo. No se han mantenido algunas. Se olvidaron muchas costumbres pero tenemos que mantenernos firmes, como por ejemplo en el idioma. La preparación del masato que sirve para tomar [bebida alcohólica fermentada a partir de maiz o yuca] cuando tenemos sed. Hacer chacras [huertas], sirven para sembrar todo tipo de plantas comestibles. La toma de ayahuasca: eso sirve para tomar* y ver la visión del ser humano o también ver el futur
o. Construir la casa con hojas de yarinas [hoja de palma]. Formar una familia. Convivir con otras personas. Criar animales y más cosas.

¿Por qué quieres estudiar en la universidad Antonio Ruiz de Montoya? ¿Porque es de jesuitas o por otra razón?

–Rodil Nawech Shirap: Bueno, no pensaba estudiar en la Antonio Ruiz de Montoya, pero cuando estaba terminando mi Secundaria, me dijeron que hiciera el examen para una Beca 18, que si rendía el examen iba a estudiar a esa universidad. Pues rendí y me ofrecieron tres carreras: Economía, Turismo y Agroindustria. Elegí Economía. Un poco me gustaba Economía pero a mí siempre me ha gustado estudiar Antropología.

Si me dan la beca, primero voy a terminar Economía y trabajando estudiaría Antropología. Otra cosa que me gusta es estudiar en otra universidad, si no me dan la beca.

¿Por qué quieres estudiar Economía y no Antropología?

–Rodil Nawech Shirap: Siempre me ha gustado estudiar Antropología pero como me ofrecieron esas tres carreras…

¿Si no te dan la beca, qué harás, dónde vas a trabajar?

–Rodil Nawech Shirap: Si no me dan la beca, pues voy a trabajar y a buscar otra oportunidad. Quiero irme a Lima a trabajar. Ahorrar mi plata y así poder estudiar. Otra cosa que estoy pensando es entrar en la Compañía de los Jesuitas.

*El ayahuasca es una corteza que crece en la selva y que se hierve durante tres horas con otra planta: la chacruna. De esta cocción aflora en toda su potencia la sustancia DMT (dimetiltriptamina), que provoca la expansión de la conciencia. Y que es la misma sustancia que produce el sueño en humanos. En 2008, Perú declaró Patrimonio Cultural de la Nación el uso del ayahuasca. Fue considerada parte esencial de la identidad de los pueblos amazónicos.

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Nieves San Martín

Ciudad Real, España. Diplomada en Estudios Avanzados (Universidad de Almería); máster en Sistemas y Tecnologías de la Comunicación en las Organizaciones (Universidad de Ferrara, Italia, 2006); licenciada en Ciencias de la Información, rama periodismo (Universidad Complutense de Madrid, España, 1982); licenciada en Ciencias de la Educación, mención Física y Matemática (Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela, 1971) 2º premio Inserso 1985 por el conjunto de artículos publicados en el diario YA bajo el título "Urge quitar barreras a los minusválidos"; Medalla y diploma de Cruz Roja de Madrid 1986 por "la extraordinaria colaboración prestada a la organización de los actos de la Semana de la Cruz Roja en Madrid"; Accesit de UNICEF 1989 por el artículo "La convención sobre los derechos del niño prohíbe ejecutar a menores de 18 años", publicado el 8 de septiembre de 1989, en el diario YA; Diploma por la colaboración prestada, y nombramiento de "socia protectora" de la Asociación Madrileña de Ayuda al Minusválido (Madrid, 1984). Trabajó en Roma como traductora para el Vatican Information Service (1997). Consejera técnica de la ministra de Asuntos Sociales Matilde Fernández, en el Gobierno de Felipe González, y redactora jefe del Gabinete de Comunicación de la Ministra, 1991-1993. Redactora de temas sociales y luego jefa de la Sección de Asuntos Sociales y Religión, en el diario YA de Madrid, entre 1982-1990 y 1993-1996. Redactora y coordinadora de la Sección de América Latina de la revista Vida Nueva, 1982-1983 y colaboradora y coordinadora de la sección de América Latina en la misma publicación, 1983-1987. Redactora de temas políticos y sociales de la revista Crítica, 1977-1982. Entre 1971 y 1976, profesora de Física y Matemática en Enseñanza Media, en las ciudades venezolanas de Caracas, Valencia, y Mérida. Publicaciones: Matilde Huici, la tercera mujer, Narcea SA de Ediciones, Madrid 2009; Victoria Díez, una vida entre dos fuegos, editorial Sekotia, Madrid 2011.

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