“El ideal de la Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. El Papa: así cambiaré la Iglesia”, con este título el diario italiano La Repubblica, hace conocer el diáologo que el papa Francisco tuvo con el fundador de este periódico, Eugenio Scalfari, después de un intercambio de cartas entre ambos.
Todo inició el 7 de julio con una carta abierta del director, conocido como no creyente, al papa. Después llega la carta de respuesta del santo padre, que fue publicada en el diario La Repubblica, en la que indica que «la fe, símbolo de la luz, a menudo ha sido calificada como la oscuridad de la superstición que se opone a la luz de la razón», llegando a la incomunicación. «Ahora ha llegado el momento, y el Vaticano II ha inaugurado justamente la estación, de un diálogo abierto y sin prejuicios que vuelva a abrir las puertas para un serio y fructífero encuentro».
Esta vez en cambio, el papa llamó por teléfono a Scalfari y le invitó, y nació una entrevista.
Scalfari cuenta en la misma: “El Papa sonríe y me dice: «Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que usted intentará convertirme». Scalfari responde: “Es un chiste. También mis amigos piensan que usted querrá convertirme”.
Y más adelante en la entrevista Scalfari repropone. Santidad, se ha dicho que usted no tiene intención de convertirme y creo que no lo conseguiría”. A lo que el papa responde: «Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención». Y el santo padre añade que «el proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido, porque “el mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el Bien».
“El mal más grave que afecta al mundo en estos años –le indica el papa al iniciar la entrevista– es el paro juvenil o desempleo, y la soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes trabajo y esperanza, pero no tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no los buscan más». «Este es –prosigue el papa– en mi opinión, el problema más urgente que la Iglesia tiene que enfrentar».
Scalfari entra después en el problema del bien y del mal, a lo que el papa indica: “Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el bien y combatir el mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo».
Y que la iglesia hace el bien, que «es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es proselitismo, es amor. Amor al prójimo, levadura que sirve al bien común» y añade Francisco: “El agape, el amor, de cada uno de nosotros hacia los demás, desde el más cercano al más lejano, es el único modo que Jesús nos indicó para encontrar el camino de la salvación y de las bienaventuranzas».
Otro tema que viene a flote es el narcisismo, El santo padre indica que es un defecto que afecta también a quienes tiene mucho poder. Francisco reconoció que algunos líderes de la Iglesia han sido narcisistas, «halagados y apoyados erróneamente por sus cortesanos». E indicó que pensar hoy a una corte «es la lepra del papado».
Sobre la Curia Romana indicó que su función es gestionar los servicios que sirven a la Santa Sede, aunque el peligro es ser Vaticano-céntrica, o sea que cuida gran parte los «intereses temporales del Vaticano y descuida el mundo que nos rodea».Y concluye que no comparte esta actitud, pues la Iglesia debe ser «una comunidad del pueblo de Dios», y porque «los presbíteros, los párrocos y los obispos están al servicio del pueblo de Dios”.
Al hablar de su vocación y juventud, el papa recuerda “Tuve una profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también aquella concepción tan materialista”. Si bien «Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la Iglesia».
A la pregunta sobre”la teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó ¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?”. Francisco reconoce que ellos «Ciertamente daban un seguimiento político a su teología” aunque a pesar de eso “muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad».
La entrevista llega a los santos preferidos de Bergoglio: “San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de nuestro credo”. Pero también Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?»
Sobre fenómenos místicos el santo padre le confía: «Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. “me había invadido una gran inquietud”, “Cerré los ojos y ya no sentí ningún ansia o emotividad. En un cierto punto me invadió una gran luz, duró un segundo pero me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y me levanté de repente y me dirigí a toda prisa a la estancia donde me esperaban los cardenales y hacia la mesa donde me esperaba el acta de aceptación”.
“Los cristianos son una minoría ahora. Incluso en Italia” dice Scalfari. «Lo hemos sido siempre – responde el santo padre– pero este no es el tema que nos ocupa. Personalmente creo además de ser una minoría es también, una fuerza. Debemos ser semilla de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella”.
Otro tema que nació fue el Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, que decidió mirar al futuro y abrirse a la cultura moderna lo que significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Aunque lamentó que «desde entonces, se hizo muy poco en esa dirección».
En otro momento Bergoglio indica “»No soy Francisco de Asís, ni tengo su fuerza y su santidad. Pero soy el obispo de Roma y el papa de la catolicidad. He decidido como primera cosa nombrar a un grupo de ocho cardenales que constituyan mi consejo. No cortesanos sino personas sabias y animadas por mis mismos sentimientos. Este es el inicio de esa Iglesia con una organización no vertical sino horizontal”.
Al concluir el papa indica: “Pero volvamos al presente. Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado que en la sociedad y en el mundo en el que vivimos el egoísmo ha aumentado más que el amor por los demás, y que los hombres de buena voluntad deben actuar, cada uno con su propia fuerza y competencia, para hacer que el amor por los demás aumente hasta igualarse e incluso superar el amor por nosotros mismos».