El Instituto Seráfico de Asís, una estructura al servicio de la persona con una misión al servicio de los más frágiles. De este modo se puede definir el centro para discapacitados que ha visitado esta mañana el papa.
A primera hora de la tarde, ZENIT ha visitado el centro y ha tenido la ocasión de encontrar a las primeras personas que recibieron al santo padre en la ciudad natal de san Francisco. Aún se puede sentir el ambiente la emoción de la experiencia vivida temprano por la mañana, incluso una trabajadora advierte que si debe contar el encuentro con el papa acabará llorando.
Pocos meses atrás supieron que el papa venía a Asís. Además, el 12 de junio un grupo del Instituto Seráfico tuvo ocasión de acudir a Roma y encontrar al papa en una audiencia y ya allí algunos pudieron abrazarlo y vivieron ese momento con gran emoción.
Silvia Barabani una educadora del centro, cuenta la experiencia de Iván, uno de los chicos de su grupo. Apenas vio al papa le ha pedido que rece por su tío y después lo ha abrazado fuerte, como a un papá, lo que a Silvia le ha tocado especialmente. Otro de ellos, Leonardo, que es sordo mudo, le agarraba fuerte la mano durante todo el encuentro, y miraba al papa con mucho amor. Para Leonardo no era una novedad porque tuvo ocasión de verlo el 12 de junio y ha estado tranquilo y sereno pero muy emocionado, y ni siquiera ha querido desayunar.
Otro educador, Juri Antonelli, nos dice que la energía con la que ha entrado el papa a la Iglesia, es lo que más le ha impresionado. En seguida, tras la llegada de Francisco, se ha percibido algo «realmente fuerte». Se podía ver a todos con los ojos brillantes. El papa –cuenta Juri– se ha acercado a todos, les ha saludado personalmente. «A Francisco le percibimos como una persona especial y nos ha conquistado a todos», afirma aún emocionado. Recuerda también como el santo padre ha acariciado a un niño que otra educadora tenían en brazos. Para este joven educador, lo más emocionante del encuentro de esta mañana ha sido ver a los más pequeños, donde se podía percibir de una forma más especial la sensibilidad.
Hoy el papa ha hablado de la dignidad de las personas, y esto es lo que en el Instituto Seráfico viven cada día. Así nos lo cuentan, como aquí todos están concienciados de la dignidad de estos chicos, y atender sus necesidades. Siempre se busca hacer lo mejor para ellos, poner la persona al centro. No nos gustan hablar de los niños como «usuarios» sino como «hijos» porque para ellos somos como una familia; ya que muchos de ellos no tienen porque son huérfanos y otros la tienen lejos.
Todos los educadores han podido saludar al papa. Silvia, cuenta que el santo padre le ha preguntado a qué hora se habían levantado y le ha contestado que pronto, a lo que el papa ha respondido «¡lo siento!
Francesca dice que al entrar Francisco en la iglesia lo ha hecho «como si fuera uno de nosotros», deteniéndose con cada uno.
Silvia Barabani trabaja en el centro seráfico desde hace trece años y forma parte del cuerpo educativo y se encarga de enseñar a los chicos del centro las actividades de la vida cotidiana. Cuenta que para ella es un trabajo muy importante porque le ha hecho madurar en el sentido de la vida y el verdadero valor de la vida. Cuando ella comenzó a trabajar aquí tenían 19 años y ni siquiera se daba cuenta de qué significaba la discapacidad.
Juri Antonelli cuenta que el lugar es para él ‘mágico’ desde el primer día, por el contacto con los chicos en todas las fases de su vida y de su día. Del mismo modo poder ver como día a día estos chicos cambian. Para él es algo más que un trabajo, es como venir a encontrar a los amigos y compartir experiencias juntos; nosotros trabajando ellos viviéndolo y se crea un ambiente familiar y profundo.
Por su parte, Francesca Fiacco trabaja aquí desde el 2002 y también ella entró muy joven a trabajar en el Instituto y como una primera experiencia laboral, y empezó como una pasión. Con el tiempo fue madurando y más que un trabajo se quedó en esa pasión, porque según ella, es el elemento fundamenta de esta labor. Lo fundamental es el amor que les dan y el que los chavales les dan a ellos. Un elemento importante es su sencillez, como ha dicho el papa Francisco, su ingenuidad, su dar sin esperar nada a cambio. La fuerza del cuerpo educativo es la que estos jóvenes les dan. «Y aunque ellos no se den cuenta, porque con sus discapacidades, tienen una percepción del mundo muy diversa a la nuestra, saben dar mucho amor.» Y es precisamente esto lo que les empuja a los educadores a seguir adelante, tal y como cuenta Francesca.