Así se ha despertado esta mañana a las 7.15 con el rumor de las hélices del helicóptero que traía al papa Francisco del Vaticano. Pero en realidad la ciudad está activa ya desde las primeras luces del alba. El pueblo de Umbría que vio nacer al santo patrón de Italia, del cual la Iglesia celebra la memoria, está literalmente asediada de peregrinos, periodistas, voluntarios, monjes, religiosas.
Son cerca de 150.000 las personas que se calcula que asisten a esta histórica visita del pontífice a su homónimo: 50.000 respecto a las previsiones de ayer, divididos entre el sagrado de la Basílica de Santa María de los Ángeles, donde el papa por el tarde encontrará a los jóvenes, y la plaza frente a la Basílica inferior de san Francisco, lugar en el que papa celebrará la misa a las 11.
Mientras monseñor Marino da las últimas indicaciones para preparar el escenario donde está el altar y una copia gigante del crucifijo de San Damián, más abajo, frente a la Basílica superior, una multitud de paraguas de colores se ha colocado frente a las pantallas gigantes que en estos instantes transmite las imágenes más significativas de los 7 meses de pontificado de Bergoglio: desde la elección el 13 de marzo hasta la JMJ de Río de Janeiro.
El día es gris, una ligera lluvia que va y viene, pero no afecta mínimamente al grupo de peregrinos colocados en los puntos estratégicos que atravesará papa Francisco. Asís es pequeña, las calles estrechas, las plazas contienen al máximo 8.000 afortunados que se han debido acreditar para obtener un sitio para sentarse. Por tanto cada uno se sumerge en el pensamiento que finalmente conseguirá toca y dar la mano al pontífice. O por lo menos podrá verlo de cerca y respirar este carisma que está sacudiendo la Iglesia y el mundo.
Lo confirma a ZENIT Domenica, una señora anciana de la provincia de Lecce, que junto a un grupo está de viaje desde las 20.00 de ayer para llegar esta mañana a las 6.30 y asegurarse la primera fila detrás de las numerosas vallas colocadas en cada esquina de la ciudad (en torno a 10 km en total). «Un buen sacrificio», sobretodo para una señora de una cierta edad, pero «vale la pena», afirma Domenica, llamada Mimina, porque «el deseo de ver al papa es muy fuerte». «Desde que fue elegido – añade – tengo en el corazón el deseo de verle y darle las gracias, porque este papa inspira confianza, amor, esto papa es todo».
La misma opinión tiene un grupo de mujeres Nápoles, que llegaron y cogieron sitio a las 4.00 de la mañana. «Este papa es un grande» dicen «y estamos aquí con la esperanza de verlo y escucharlo en directo lo que dirá en la misa».
Según uno de los responsables de la seguridad, muchas personas están aquí por devoción a Francisco, tanto el santo como el papa, pero muchos – observa con una ligero tono de cinismo – están aquí «por folklore», llamados por lo sensacional del evento.
Puede ser verdad, pero es difícil creer que tanta gente se moviliza de cada rincón de Italia y del extranjero solo para poder decir «también estaba yo». Y por tanto es útil también esto: ser llamados quizá por un gesto del santo padre o de la curiosidad de ver como es en directo, para después encontrarse allí, en el abrazo de la Iglesia, a escuchar las palabras de este pontífice que nunca deja indiferentes.
Como ha sucedido hace unas horas en el Instituto Seráfico, donde Francisco, acompañado por «mi hermano Domenico», el obispo Sorrentino, ha llegado alas 8.00 para encontrar a los niños afectados por graves discapacidades hospedados y alojados en el centro. Emocionados por las palabras de presentación de la presidenta Francesca Di Maolo, el papa ha dejado de lado el discurso programado y ha hablado de forma improvisada exhortando a «escuchar las llagas del mundo» y a ir al encuentro de «los sufrimientos de los más necesitados, de los más humillados, los más indefensos».
La llamada es sobre todo para los que «dicen ser cristianos», a gastar la propia vida «en defensa de los más pequeños que viven en la enfermedad y en el sufrimiento». «Aquí estamos entre las llagas de Jesús que son también un don para nosotros – ha subrayado – está presente y escondido en estos niños, en las llagas de estos pequeños, que tienen necesidad de ser escuchados, no solo para hacer noticias en los periódicos, pero siempre y sobre todo por aquellos que dicen ser cristianos».
El mensaje fuerte que todos se esperaban del santo padre en esta memorable visita de Asís y ya ha llegado, pronunciado con voz baja y conmovida, en lo que parecía solo un primer encuentro de apertura. Desde allí el padre se ha dirigido a la Sala de la Expoliación de san Francisco del Obispado, donde le escuchan le han escuchado los pobre de Cáritas diocesana.
Traducido por Rocío Lancho