«Al final hubo un susurro de una brisa ligera. Elías, hombre atento y capaz de escuchar, comprendió que el Señor estaba allí y se puso en su presencia como se lo había pedido la palabra del Señor» (I Re 19, 9-13). Era un viento ligero, con el que el Señor habló al profeta Elías en el monte Horeb. Un soplo del que era fácil no darse cuenta. Pero Elías se puso en silencio, escuchó con el corazón más que con los oídos y entendió que Dios estaba escondido allí y le estaba hablando.
Es extraordinario pensar que este mismo susurro de Dios sopló también durante la Shoah, el holocausto que llevó a la eliminación de unos dos tercios de los judíos de Europa. Pensar que aquellos millones de hombres, mujeres, ancianos y niños, obligados cada día a luchar contra el cansancio, la humillación y la muerte, hayan también sentido una caricia divina. Es extraordinario pensarlo, pero difícil creerlo.
El papa Francisco sin embargo está convencido: la presencia de Dios durante la Shoah «era una presencia escondida, como la de la ‘brisa ligera’ de la que habla la Biblia al contar el encuentro con el profeta Elías en el monte Horeb». Así el pontífice lo habría escrito en un mensaje personal al hijo de dos supervivientes al exterminio nazi, según ha publicado el Washington Post.
La noticia del periódico americano, difundido en su blog, On Faith, dedicado a las temáticas religiosas, afirma que Bergoglio habría respondido a un e-mail enviado a Menachem Rosensaft, abogado americano, fundador de una asociación que reúne a los hijos de los supervivientes de la Shoah.
En el texto, Rosensaft proponía al obispo de Roma una «teoría» suya acerca de la actitud de Dios en lo relacionado a la gran tragedia del pueblo judío. Teoría enunciada en un discurso en la sinagoga de Park Avenue en Nueva York, el pasado 7 de septiembre. Para el abogado, Dios estaba presente en los campos de exterminio y lo demostraban los gestos de humanidad de quien, entre miles de dificultades, consiguió permanecer con vida. En particular, Rosensaft citaba el ejemplo de su madre que había perdido al marido y al hijo de cinco años en Auschwitz-Birkenau, pero que después -trasladada a Bergen-Belsen- había encontrado la fuerza de cuidar, junto a otras mujeres, a un grupo de huérfanos entre sus barracones. Al final la mujer consiguió salvar a unos 149 niños judíos.
El papa ha compartido plenamente el pensamiento del jurista judío. Y en el e-mail, como indica el Washington Post, escribe: «Cuando usted, con humildad, nos explica donde estaba Dios en ese momento concreto, siento en mí que usted ha ido más allá de todas las explicaciones posibles y que, después de un largo peregrinar -a veces triste, pesado y tenebroso- ha conseguido descubrir una cierta lógica a partir de la cuál ahora nos habla».
La lógica, según el pontífice, es la del Libro Primero de Reyes, capítulo 19, versículo 12, o la lógica de la «brisa ligera», «y sé bien -escribe el papa- que esta es una traducción muy pobre de la expresión judía, que es mucho más rica». Esta lógica, afirma, «constituye la única interpretación posible hermenéutica». Por tanto, concluye: «Gracias desde lo profundo de mi corazón y le pido que no se olvide de mí en la oración. El Señor le bendiga».
Fuentes vaticanas han confirmado la veracidad del e-mail. Rosensaft, por su parte, ha declarado al periódico que las palabras del sucesor de Pedro son «un don espiritual grandísimo» para quien haya sobrevivido no sólo al periodo oscuro de la Shoah, sino a cualquier acto de violencia. Ha deseado que, sobre la línea trazada por Bergoglio, pueda realizarse un más profunda «integración de la memoria del holocausto no sólo en el pensamiento teológico judío sino también en la enseñanza católica».
Traducido del español por Rocío Lancho García