El santo padre ha recibido esta mañana a los participantes de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, reunidos desde el miércoles en Roma.
Durante su discurso el papa Francisco ha analizado tres aspectos importantes: la familia es una comunidad de vida que tiene una consistencia autónoma; la familia se funda sobre el matrimonio; y la infancia y la vejez.
Respecto a la primera idea, el papa ha retomado las palabras del beato Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris Consortio: «La familia no formada por una suma de personas, sino que es una ‘comunidad de personas'». Un lugar, ha explicado, «donde se aprende a amar, el centro natural de la vida humana». Incluso, continúa, «se podría decir, sin exagerar, que la familia es el motor del mundo y de la historia». Del mismo modo, ha indicado que la familia «es el lugar donde recibimos el nombre, es el lugar de los afectos, el espacio de la intimidad, donde se aprender el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal». Así como en la familia, «la persona toma conciencia de la propia dignidad, y especialmente si la educación es cristiana reconoce la dignidad de cada persona singular, de manera particular de la que es enferma, débil o marginada». Por ello, ha concluido este punto, subrayando que la comunidad-familia «pide ser reconocida como tal, aún más hoy, cuando prevalece la tutela de los derechos individuales».
El segundo aspecto tratado por el papa se ha centra en la familia fundada en el matrimonio. «A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos testimonian que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base sobre la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su recíproco donarse». Ha añadido que el matrimonio es «como si fuese un primer sacramento de lo humano, donde la persona se descubre a sí misma, se auto-comprende en relación con los otros y en relación al amor que es capaz de recibir y de dar. El amor esponsal y familiar revela la vocación de la persona a amar en un modo único y para siempre, y que las pruebas, los sacrificio y las crisis de la pareja como de la misma familia representan los pasajes para crecer en el bien, en la verdad y en la belleza», ha indicado Francisco.
Asimismo, ha matizado que en el matrimonio «se da completamente sin cálculos ni reservas, compartiendo todo, dones y renuncias, confiando en la Providencia de Dios». Algo que, según el santo padre, los jóvenes pueden aprender de los padre y los abuelos. «Hay problemas en el matrimonio, siempre hay distintos puntos de vista, celos, se discute, pero hay que decirle a los jóvenes esposos que nunca terminen el día sin hacer las paces. El sacramento del matrimonio es renovado en este acto de paz después de una discusión, un malentendido, una envida escondida, también un pecado. Hacer la paz que da unidad a la familia», ha afirmado Francisco. Hay que decírselo a las parejas jóvenes, que no es un camino fácil pero que es bonito seguir este camino, dijo.
De este modo ha llegado al tercer y último aspecto del discurso: la infancia y la juventud. Francisco ha contado que cuando confiesa a un hombre o una mujer casada joven y en la confesión sale algún tema sobre el hijo o la hija, él pregunta: «¿cuántos hijos tiene?» y la segunda pregunta que les hace es, «¿usted juega con sus hijos?», «¿’pierde’ el tiempo con sus hijos?». Por esto, el papa ha explicado que «también la gratuidad de papá y mamá con los hijos es muy importante, perder el tiempo con los hijos, jugar con los hijos». También ha subrayado que «una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos corta sus raíces y oscurece su futuro». Al respecto, el pontífice señala que «cada vez que un niño es abandonado o un anciano marginado, se cumple no solamente un acto de injusticia, sino que se ve también el fracaso de esa sociedad».
El papa, ha reconocido que le gusta el fragmento del evangelio cuando los jóvenes José, María y el Niño hacen todo lo que la Ley dice. «Cuatro veces lo dice san Lucas, para cumplir la Ley, son obediente a la Ley». Y también señala que los dos ancianos, hacen ruido, «Simeón inventa en ese momento una liturgia propia, y alaba las alabanzas al Dios y la anciana va y charla, predica con las charlas. Mirad esto, como son libres. Y tres veces se dice de los ancianos son conducidos por el Espíritu Santo».
En la conclusión de su discurso, el santo padre subraya que «las familias verdaderamente cristianas se reconocen por la fidelidad, la paciencia, la apertura a la vida, el respeto a los ancianos… el secreto de todo esto es la presencia de Jesús en la familia».