Francisco en Santa Marta: 'La esperanza es la expectativa de la revelación de Dios'

En la homilía de este martes advierte sobre el peligro de anclarse en una laguna a nuestra medida

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La esperanza no es optimismo, sino «una ansiosa espera» ante la revelación del Hijo de Dios. Son las palabras del papa Francisco en la misa de la mañana del martes en la Casa Santa Marta. El papa dijo que los cristianos deben cuidarse del clericalismo y de las actitudes cómodas, ya que la esperanza cristiana es dinámica y vivificante.

¿Cuál es la esperanza de un cristiano? El santo padre ha tomado las palabras de san Pablo, en la Primera lectura, para subrayar la dimensión única de la esperanza cristiana. No se trata de optimismo, advirtió, sino de «una ansiosa espera» ante la revelación del Hijo de Dios. La creación, dijo, «fue sujetada a la caducidad» y el cristiano vive por lo tanto la tensión entre la esperanza y la esclavitud. «La esperanza –dijo haciéndose eco de san Pablo–, no decepciona, es segura». Sin embargo, reconoció, “no es fácil entender la esperanza». A veces, dijo, «pensamos que ser personas de esperanza es como ser personas optimistas». Pero no lo es.

«La esperanza no es el optimismo, no es aquella capacidad de ver las cosas con buen ánimo y seguir adelante. No, eso es optimismo, no es esperanza. Ni la esperanza es una actitud positiva frente a las cosas. Esas personas brillantes, positivas… esto es bueno, ¡eh!, pero no es la esperanza. No es fácil entender lo que es la esperanza. Se dice que es la más humilde de las tres virtudes, porque está oculta en la vida.

La fe se ve, se siente, se sabe lo que es. La caridad se hace, se sabe lo que es. Pero, ¿qué es la esperanza? ¿Qué es esa actitud de la esperanza? Para acercarnos un poco a ella, podemos decir primero que la esperanza es un riesgo, es una virtud riesgosa; es una virtud, como dice san Pablo ‘de una ansiosa espera ante la revelación del Hijo de Dios’. No es una ilusión».

Tener esperanza, añadió, es lo siguiente: «estar en expectativa hacia esta revelación, hacia esta alegría que llenará nuestra boca de sonrisas». San Pablo, dijo Francisco, hace hincapié en que la esperanza no es optimismo, es aún más. Es “otra cosa diferente». Los primeros cristianos, recordó el papa, la «pintaban como un ancla: la esperanza era un ancla, un anclaje fijo en la ribera» del más allá. Y nuestra vida es justamente caminar hacia esta ancla:

«Se me ocurre la pregunta, ¿dónde estamos anclados nosotros, cada uno de nosotros? Estamos anclados justamente allá, en la orilla de aquel océano tan inmenso o estamos anclados en una laguna artificial que hemos construido nosotros, con nuestras normas, nuestros comportamientos, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestras actitudes eclesiásticas o no eclesiales, ¿eh? ¿Estamos anclados allí? Todo cómodo, todo seguro, ¿acaso?, esa no es la esperanza. Donde está anclado mi corazón, allá en esta laguna artificial, con un comportamiento irreprensible de verdad…»

San Pablo, indica a continuación otro modelo de la esperanza, el del parto. «Estamos a la espera, esto es un parto. Y la esperanza entra en esta dinámica», de «dar vida». Sin embargo, agregó, «la primicia del Espíritu no se puede ver». Sin embargo, sé que «el Espíritu obra». Obra en nosotros «como un grano de mostaza diminuto, pero que por dentro está lleno de vida, de fuerza, que va hacia adelante» hasta convertirse en árbol. El Espíritu obra como la levadura. Así, continuó, la «obra el Espíritu: no se ve, pero existe. Es una gracia para pedir».

«Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza hemos sido salvados, y otra cosa es vivir como buenos cristianos no más. Vivir a la espera de la revelación o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del más allá o instalados en la laguna artificial. Pienso en María, una niña joven, cuando después de haber oído que sería mamá ha cambiado su actitud y va, ayuda y canta ese cántico de alabanza. Cuando una mujer queda embarazada es mujer, pero no es (solamente) mujer: es madre. Y la esperanza tiene algo de esto. Nos cambia la actitud: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros, buscando más allá, anclados más allá».

Fue entonces que el papa concluyó su homilía dirigiéndose a un grupo de presbíteros mexicanos presentes en la misa, con motivo de su vigésimo quinto aniversario de ordenación. “Pidan a la Virgen, Madre de la esperanza”, dijo, para que sus años «sean años de esperanza, para vivir como presbíteros de la esperanza, dando esperanza».

Traducido y adaptado por José A. Varela del texto en italiano de Radio Vaticana.

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ZENIT Staff

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