¡A comer!

Catequesis para la familia, semana del 3 de Febrero de 2014

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 Difícilmente podremos encontrar una tradición más antigua y universal que ésta: la familia comiendo alrededor de la mesa. Y todos comprendemos el valor que tiene esa invitación, generalmente proclamada con alegría por la madre de familia: ¡A comer!

La reunión de padres e hijos alrededor de la mesa es sagrada. Y no lo digo en el sentido de que se pueda convertir en algunos casos en una obligación, sino porque se trata de una tradición genuinamente familiar. Comer juntos es algo así como el sacramento de la familia, es decir, aquello en lo que la unión y el amor familiar está significado. El pan compartido es signo de la vida convivida.

Buscando información sobre el origen de esta tradición he descubierto que la palabra “compañeros” viene precisamente del compartir el pan. Quienes habitualmente comen en la misma mesa del mismo pan son compañeros. Pues si es así no hay mejores compañeros que los miembros de una familia. Compartir el pan y compartir la vida es lo mismo.

Es importante mantener viva esta tradición familiar. Hay que explicarles a los niños el significado de comer juntos. La casa no es un hotel, ni un cuartel, ni un bar, ni un restaurante, ni un selfservice. Hay momentos para vivir juntos y la comida es uno de ellos. Es bueno comer juntos padres e hijos. Hay que mantener la conversación animada. Que se pueda hablar de las incidencias del día, pues compartir el pan es compartir la vida, la ordinaria, la real.

Dejemos la televisión, los teléfonos y demás aparatos apagados y lejos de nuestro alcance. Es una manera de decirles a los que están con nosotros: Me importa lo qué dices, te escucho (no solo te oigo), me encanta estar contigo…¡tanto! que apago el telediario y los deportes.

La bendición nos ayuda a recordar y a tomar conciencia de lo que vamos a hacer y del amor y la providencia de Dios que nos da los alimentos, como en el antiguo testamento les enviaba el maná a Moisés y al pueblo judío.

Quien bendice (el padre, la madre, los hijos, por turnos…) y con qué oración, dependerá de cada familia y de sus costumbres. Lo que no puede faltar es el sentido de bendición, gratitud, compañía y alegría.

Para los que no tienen tradición todavía pueden utilizar una de estas oraciones o hacer una oración familiar propia.

“El Niño Jesús que nació en Belén, bendiga esta mesa y a nosotros también” (esta les gusta a los más pequeños)
“V. Bendice Señor los alimentos que por tu bondad vamos a comer»
R. Amén

V. El Rey de la eterna gloria nos haga partícipes de la mesa celestial.
R- Amén”

Se puede terminar con una acción de gracias:

“V. Te damos gracias por todos tus beneficios, omnipotente Dios,
que vives y reinas por lossiglos de los siglos.
R. Amén

V. El Señor nos dé su paz.
R. Y la vida eterna. Amén.”

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Eva Carreras del Rincón

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