Encuentro del Papa con jóvenes. Foto: Vatican Media

“No permitan que el mundo les haga creer que es mejor ir solos”, dice el Papa a jóvenes católicos en el Vaticano

La rama juvenil de los Equipos de Nuestra Señora acudieron a Roma para encontrarse con el Papa, quien les dirigió una bello discurso.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 06.08.2022).- Por la mañana del sábado 6 de agosto, el Papa recibió en audiencia especial a jóvenes que participaban en el encuentro internacional “Equipos de Jóvenes de Nuestra Señora”. Se trata de un movimiento juvenil vinculado a los Equipos de Nuestra Señora, movimiento conyugal católico nacido en Francia en 1938, cuyo objetivo es ayudar a las parejas a vivir plenamente su sacramento del Matrimonio, anunciando al mundo los valores del matrimonio cristiano a través de la palabra y el testimonio de vida. Son una escuela de formación para parejas cristianas unidas por el sacramento del Matrimonio. A pesar de no ser un movimiento mariano, los equipos llevan el nombre de María, poniéndose bajo su protección. Los Equipos Juveniles de Nuestra Señora surgieron en 1976 y están dirigidos a jóvenes católicos de entre 16 y 26 años.

Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso que el Papa les ofreció. ZENIT añadió algunos destacados y encabezados en negrita.

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La Iglesia los ama porque ama lo que ama Jesús

Os saludo a todos y agradezco a María Teresa, Responsable Internacional, sus palabras de saludo y su presentación de los motivos que os han traído a Roma. Querían escuchar de boca del Papa que la Santa Madre Iglesia los ama y cuenta con ustedes. Así es. La Iglesia ama lo que Jesús amó, y en el Evangelio leemos que un día su mirada se fijó en el rostro de un joven, «lo amó» (Mc 10,21) y lo llamó a seguirlo en su misión. Por desgracia, ese joven no aceptó la invitación. Pero otros lo aceptaron, se dejaron ganar y «permanecieron con Él» (Jn 1,39). La misma mirada amorosa de Jesús atraviesa los siglos, de generación en generación, y llega hasta nosotros, hasta cada uno de vosotros.

Cada joven es una esperanza para Jesús

Por eso podemos decir que cada joven es una esperanza para Jesús: una esperanza de amistad, una esperanza de caminar juntos, una esperanza de misión juntos. Así, cada uno de vosotros es también una esperanza para la Iglesia. De manera especial, eres para esa realidad eclesial llamada Equipo Nuestra Señora, una buena propuesta para parejas y familias. Vosotros sois los jóvenes y, según vuestros estatutos, os proponéis vivir de acuerdo con los principios de la doctrina católica, profundizando en su conocimiento, de modo que crezcáis en vuestra relación con Cristo y con la Virgen María, y os sintáis enviados en misión en vuestra vida cotidiana (cf. art. 11, a). Ahora me gustaría reflexionar un poco con usted sobre las tres palabras que componen su nombre: équipe, Notre-Dame y juventud.

1) Equipo

Ustedes experimenta equipo, grupo. Esto es un regalo, ¡no se da por sentado! Formar parte de una comunidad, de una familia de familias que transmite una fe vivida es un gran regalo. Nadie puede decir: «Yo me salvo». No. Estamos todos en relación, aprendiendo a ser un equipo. Dios ha querido entrar en esta dinámica de relaciones y nos atrae hacia sí en comunidad, dando a nuestra vida un sentido pleno de identidad y pertenencia (cf. Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, 6). Porque el Señor nos salva haciendo de nosotros un pueblo, su pueblo. No permitan que el mundo les haga creer que es mejor ir solo. Solo, puedes conseguir algún éxito, pero sin amor, sin compañía, sin pertenecer a un pueblo, sin la experiencia impagable que es soñar juntos, arriesgar juntos, sufrir juntos y celebrar juntos.

No tengas miedo de abrirte, de correr riesgos; y no tengas miedo de los demás. Es cierto que hay acoso, abuso, mentiras, traiciones, pero –créanme– el problema no es defenderme de los demás; mi preocupación debería ser defender a las víctimas. En el lugar del atentado de Barcelona -estamos en 2017- se dejó una nota en la que un joven había dibujado a un niño muy pequeño y a un gran monstruo, con esta leyenda: «Este soy yo y el miedo». Y luego comentó: «Ni el miedo es tan grande, ni yo soy tan pequeño. No tengo miedo». ¿Por qué? ¿Por qué no tenía miedo ese joven? Porque no estaba solo, estaba con alguien que le quería: su familia, sus amigos, quizás Dios, el Padre y Amigo que nunca abandona. En esta época de lo virtual y la consiguiente soledad en la que caen muchos de sus compañeros, han elegido crecer como equipo, como grupo. Adelante, tiendan puentes, ¡juega en equipo! ¿Entienden? En el equipo.

2) Nuestra Señora

La segunda palabra es Notre-Dame. Sois jóvenes –leemos en el Preámbulo de los Estatutos– «caracterizados por una fuerte devoción a la Virgen, con el deseo, siguiendo su ejemplo y poniéndoos bajo su maternal protección, de comprender el lugar privilegiado de María en el misterio de Cristo y de la salvación». Es así: cuando uno acoge a María, la Madre, en su vida, nunca pierde el centro, que es el Señor. Porque María nunca se señala a sí misma, sino a Jesús y a sus hermanos. María no sabe cómo hacer esto [se señala a sí misma]. Nunca. Siempre hace esto [señala al otro]. ¿Qué estás mirando, tú? Siempre va así. Jesús. Señala a otro: «ve a Él». Pero así [se señala a sí mismo] nunca lo hace. Y muchas veces lo hacemos creyendo que somos el centro del mundo, de la salvación. Siempre señalando a Jesús. Y nos enseña tanto, Nuestra Señora. Cuando acoges a María, la Madre, en tu vida, nunca pierdes el centro, que es el Señor. Te hará bien pensar a menudo en las palabras que Jesús dijo en la cruz dirigiéndose a Juan: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27). Escucha estas palabras en tu corazón y siéntelas dirigidas a ti, a cada uno de vosotros, a cada una de vosotras. Así es: Jesús dio a su Madre como Madre de cada discípulo; y ella dijo «sí», como el primer día, dijo «fiat», «amén», y se convirtió en la Madre de la Iglesia. A ella podemos encomendarnos con la confianza del niño, del pobre, de la persona sencilla que sabe que su Madre está cerca de él, con cuidado y ternura.

Os animo a vivir en la encomienda diaria a la Virgen María, que también os ayudará a crecer como equipo, compartiendo los dones recibidos en un espíritu de diálogo y aceptación mutua. Te ayudará a tener un corazón generoso, a descubrir la alegría del servicio en la gratuidad, como lo hizo ella cuando fue a Santa Isabel. Precisamente de este episodio evangélico está tomado el tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Lisboa el próximo mes de agosto: «María se levantó y se fue deprisa» (Lc 1,39). Hay un «título» de la Virgen que me gusta mucho. Está la Virgen del Carmen, la Inmaculada, tantos títulos… A mí me gusta «la Virgen de la prisa», que no pierde tiempo en ayudar: siempre está haciendo cosas para ayudar, como hizo con Santa Isabel: «María se levantó y se fue deprisa». Levantarse para servir, salir a cuidar de los demás y de la creación: son valores típicos de los jóvenes. Os animo a practicarlos mientras os preparáis para la JMJ de Lisboa. ¡Y hay muchos jóvenes portugueses entre vosotros! ¡Levanten la mano los portugueses! Trabajas, trabajas con el obispo auxiliar, que es bueno, es bueno, ¡y te va a trabajar mucho!

3) Juventud

Y la tercera palabra es juventud. El futuro es de los jóvenes. Sin embargo, ¡tenga cuidado! Jóvenes con dos cualidades: jóvenes con alas y con raíces. Con alas para volar y raíces para permanecer en el suelo. Alas para volar, para soñar, para crear; y raíces para recibir de los mayores la sabiduría que ofrecen. Unidos a las raíces, unidos a los abuelos. Hago una pregunta, cada uno se responde después: ¿hablas con los abuelos? ¿Los visitas? ¿Les haces caso, a los abuelos, o dices «eso es algo viejo, no lo necesitas»? Son tus raíces, y si no eres capaz de hablar con tus abuelos, no podrás volar. Así que puedes probar a preguntarte: ¿cómo están mis alas? ¿Miro hacia abajo, replegado sobre mí mismo, o puedo mirar hacia arriba, hacia el horizonte? ¿Hay sueños, planes, grandes deseos en mi corazón, o está lleno de quejas, pensamientos negativos, juicios y prejuicios? Y cuando un joven se queja, busca la anestesia de tener cosas, el último modelo de cosas, de tener esto, lo otro…, esa fantasía de tener. Y eso te hace pesado y no te deja volar. Y también puedes preguntarte: ¿cómo están mis raíces? ¿Creo que el mundo empieza conmigo, o me siento parte de un gran río que ha recorrido un largo camino? Si tengo la suerte de seguir teniendo abuelos, ¿cómo es mi relación con ellos? ¿Hablo con ellos? ¿Los escucho? ¿A veces les pido que me cuenten algo importante de sus vidas? ¿Atesoro su sabiduría? Mirando hacia arriba, pero con raíces. Y la señal de que las raíces están bien es si sabes entender y acercarte a los abuelos y hablar con ellos.

Y, por último, veo que no todos sois jóvenes, y también me gustaría deciros unas palabras a vosotros, adultos, matrimonios y sacerdotes asistentes. Creo que es una gran alegría para ti acoger y acompañar a estos jóvenes. Que seáis testigos de ellos, con humildad y sencillez. Testigos del amor a Cristo y a la Iglesia, testigos de la escucha y del diálogo, testigos del servicio gratuito y generoso, testigos de la oración. Gracias por su presencia junto a los jóvenes: por el tiempo y la atención que les dedican.

Gracias a todos por venir, y por permitirme conocer de primera mano la realidad de los jóvenes del Equipo Notre-Dame. Que el Señor te bendiga y que la Virgen te proteja. ¡Buen viaje! Y, por favor, no olvides rezar por mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción zenit

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