China: Desde la Iglesia «clandestina» se eleva un grito por la unidad

En la «Carta a mis amigos» del obispo chino Joseph Han Zhihai

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LOVAINA, 12 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Un joven obispo chino de la Iglesia católica «clandestina» –Joseph Han Zhihai tiene 39 años— ha pedido públicamente a sus hermanos en el episcopado la comunión entre las dos comunidades católicas, que padecen una situación de división en China.

La «Carta a mis amigos» –escrita el pasado mes de julio– del obispo de Lanzhou (en la provincia noroccidental de Gansu, una de las regiones de mayor persecución) fue enviada a algunos obispos tanto de la Iglesia «oficial» como de la «clandestina».

La misiva se leyó además públicamente a principios de septiembre, en nombre de monseñor Han, por algunos sacerdotes chinos que participaban en la «Conferencia europea sobre China católica» organizada por la Universidad de Lovaina (Bélgica), según informó la Agencia «UCA News».

«No podemos ignorar por más tiempo la plenaria de Jesús –“Que todos sean uno”–. Como obispo, pastor de la diócesis de Lanzhou, siento que estoy obligado a decir a mis hermanos obispos: liberemos a los católicos chinos de esta ambigua situación de división. El deseo del Papa, muchas veces expresado… nos invita a reconciliarnos», exhorta.

La «dolorosa separación» a la que alude el obispo Han se refiere a la fractura entre la Iglesia «oficial» en China –denominada también «Asociación Patriótica de los católicos chinos»– y la «clandestina».

Sólo la primera cuenta con el reconocimiento del gobierno de Pekín a costa de un control directo por parte de los organismos políticos comunistas y de la renuncia a los vínculos con el Vaticano. La segunda rechaza los condicionamientos y subraya su comunión con el Papa; por ello sufre persecución por parte de las autoridades.

El prelado recuerda como principal causa de conflicto el nombramiento de los obispos, algo sobre lo que ni la Santa Sede ni Pekín aceptan interferencias.

Pero la actual situación en China, como añade la carta de monseñor Han, se caracteriza también por una ambigüedad que no puede continuar: muchos obispos de la Iglesia «oficial» designados por Pekín están secretamente reconocidos por el Papa y, por lo tanto, forman parte de la Iglesia universal.

«Los obispos “oficiales” legitimados por el Papa y los obispos de la Iglesia “clandestina” (designados por la Santa Sede, n. de la r.) ya representan la mayoría en el conjunto de los obispos chinos», afirma el prelado.

A esta mayoría «unida en la fe y en comunión con el Papa» se dirige el llamamiento a sanar la actual división.

Monseñor Han reconoce asimismo que ciertas resistencias a abrir un diálogo con la Iglesia «oficial» proceden de la Iglesia «clandestina», que no acepta la ambigua posición de la «Asociación patriótica de los católicos chinos» ante la Santa Sede.

Hay que tener en cuenta que durante casi 50 años, desde la formación de la Asociación Patriótica, el gobierno ha intentado controlar y aislar a la Iglesia china de sus relaciones con la Santa Sede y la comunidad universal.

Mientras la Asociación Patriótica proclamaba el programa de las «Tres Autonomías» (de doctrina, de jerarquía, de administración) rozando el cisma, muchos obispos, sacerdotes y fieles, para no traicionar la relación con el Papa, aceptaron la persecución, la prisión y la muerte.

El resultado es una fuerte división entre las dos comunidades. Así lo recuerda monseñor Han: «Lamentamos mucho [la división]… pero hemos preferido esa situación antes que tener a toda la Iglesia china separada de Roma».

En cualquier caso, en su carta el prelado hace un llamamiento a las dos comunidades para que den pasos concretos de aproximación. «Nuestra unión en la fe no disminuye el amor que experimentamos por nuestro país. Al contrario, refuerza nuestra capacidad de colaborar para construir una China más moderna», asegura.

Otro elemento que contribuye a la división es el temor de algunos obispos «oficiales» a proclamarse públicamente en comunión con el Papa.

Por ello, monseñor Han propone: «Digamos con claridad a nuestros fieles que estamos en unidad de fe con el Santo Padre y con la Iglesia universal, de forma que sea claro a unos y otros de qué parte estamos».

«De esta forma –añade— podremos en paz, pero valerosamente, encontrarnos y celebrar en la Eucaristía nuestra unidad en Cristo».

El diario católico italiano «Avvenire» subraya, a propósito de la carta de monseñor Han, la colaboración –no pública– que se registra entre muchos obispos chinos. «Hace meses, uno obispo de la Iglesia “oficial” nos confirmó –se lee en la publicación— que “la Iglesia de China ya es una”, y en muchas diócesis los pastores colaboran juntos en la pastoral».

De ello se han percatado el gobierno y la Asociación Patriótica, que en los últimos años no hacen más que incrementar las normas y las condiciones de control de la Iglesia «oficial»: obispos «oficiales» son aislados y vigilados día y noche, seminaristas sufren sesiones políticas cada semana, las visitas desde el extranjero se controlan paso a paso; mientras, los fieles de la Iglesia «clandestina» sufren encarcelamientos.

Sacerdote desde 1994, monseñor Han fue ordenado obispo el pasado mes de enero por monseñor Paul Xie Tingzhe, de la diócesis de Xinnjiang. Éste último está reconocido como sacerdote por las autoridades políticas chinas, pero no como obispo.

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ZENIT Staff

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