CIUDAD DEL VATICANO, 12 diciembre 2003 (ZENIT.org).- De la noche oscura de los místicos, y en particular de la de la Madre Teresa de Calcuta, podemos aprender especialmente «cómo comportarnos en tiempo de aridez», constató el padre Raniero Cantalemessa, ofm cap, en la mañana de este viernes ante Juan Pablo II y sus colaboradores de la Curia.
En la capilla «Redemptoris Mater» del Palacio Apostólico Vaticano, el predicador de la Casa Pontificia ofreció la segunda meditación de Adviento en torno a la santidad cristiana a la luz de la experiencia de la Madre Teresa de Calcuta, beatificada por el Santo Padre el pasado 19 de octubre.
Después de que Madre Teresa diera su «sí» a la inspiración divina que la llamaba a dejar todo para ponerse al servicio de los más pobres entre los pobres, «una opresiva oscuridad vino sobre ella». Iniciaba la experiencia de la «noche oscura del espíritu», explicó el padre Cantalamessa.
De ello dan prueba las cartas que la propia beata dirigía a su director espiritual, en las que explica la «profunda contradicción» que sufría su alma, y el «sentimiento de no ser querida por Dios», algo que acompañó a la Madre Teresa hasta la muerte.
«La flor más perfumada de la noche de Madre Teresa es su silencio sobre ésta (…). Las personas más cercanas a ella no sospecharon nada, hasta el final, de este tormento interior», subrayó el predicador del Papa.
De acuerdo con el predicador de la Casa Pontificia, «este extraño fenómeno de una noche del espíritu que dura prácticamente toda la vida» tiene un punto de novedad que va más allá de la purificación: «es el medio de protección inventado por Dios para los santos de hoy que viven y trabajan constantemente bajo los focos de los medios».
De hecho, este sufrimiento –«el silencio de Dios»– impidió a la Madre Teresa verse afectada por la fama de que gozaba entre todos.
«Pero existe una razón aún mas profunda que explica estas noches que se prolongan durante toda una vida –advirtió el padre Cantalamessa–: la imitación de Cristo, la participación en la oscura noche del espíritu que envolvió a Jesús en Getsemaní y en la que murió en el Calvario».
Sin embargo, es un «gran error pensar que la vida de estas personas sea toda sombrío sufrimiento», subrayó el religioso citando la carta apostólica de Juan Pablo II «Novo millennio ineunte», en la que se expresa la «paradójica confluencia de felicidad y dolor» que experimentan estas personas.
A través de esta experiencia, «los místicos han llegado a un paso del mundo donde viven los “sin Dios”», de forma que se convierten en «los evangelizadores ideales en el mundo post-moderno, donde se vive como si Dios no existiera».
Pero además, los creyentes «una cosa aprendemos especialmente de la noche oscura de los místicos, y en particular de la de Madre Teresa: cómo comportarnos en tiempo de aridez, cuando la oración se convierte en lucha», advirtió el padre Cantalamessa al Papa y a sus colaboradores.
De hecho, en vidas como la de la Madre Teresa se constata que, a pesar de los años pasados en oscuridad, se materializa aquello que de Jesús el evangelista Lucas dice: «sumido en agonía, insistía más en su oración».
Y es que «la aridez en la oración, cuando no es fruto de disipación o de pactos con la carne, sino permisión de Dios, es la forma atenuada y común que adopta la noche oscura en la mayoría de las personas que tienden a la santidad», constató el predicador del Papa.
Es una situación en la que «es importante no rendirse». De hecho, es cuando el Espíritu Santo «se convierte en la fuerza de nuestra oración «débil», en la luz de nuestra oración apagada; en una palabra, en el alma de nuestra oración», concluyó el padre Cantalamessa.
La tercera y última meditación de Adviento tendrá lugar el próximo viernes 19 de diciembre.