CIUDAD DEL VATICANO, 18 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Canales de televisión de todo el mundo se han acostumbrado, como parte de la decoración navideña, a encuadrar el Nacimiento que se encuentra en la plaza de San Pedro del Vaticano. Se trata sin embargo, de una novedad aportada por Juan Pablo II a inicios de su pontificado.
Echando de menos la ausencia de elementos que recordaran la Navidad en el recinto que abraza la columnata de Bernini, uno de los más simbólicos de la cristiandad, el Papa sugirió en 1982 que se colocara la representación del misterio de Belén, siguiendo el espíritu del Nacimiento realizado por san Francisco de Asís en 1223.
Durante tres meses, veinte personas se dedican desde entonces cada año para diseñar y construir el Nacimiento del Vaticano. Diferentes proyectos son propuestos a los servicios técnicos del Vaticano –ingenieros, arquitectos–. A continuación, una comisión ad hoc es escogida para realizar uno de ellos.
Hay que pensar en todo: en el lugar, en su estructura arquitectónica, en la decoración, en la paja, en los arbustos, en la música… Cada año es diferente.
La construcción propiamente dicha, en la plaza de San Pedro, comienza el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María, para concluirse el 17 de diciembre. El Nacimiento se expone hasta el 2 de febrero, día de la Presentación de Jesús en el Templo (Candelaria).
De los diecisiete personajes, nueve tienen antiguos orígenes. Formaban parte del nacimiento preparado en 1842 por san Vicente Pallotti, en la iglesia romana de San Andrés del Valle (Sant’Andrea della Valle). Los otros ocho se añadieron con el pasar de los años, para enriquecer el conjunto.
La novedad de este año es que el Nacimiento tiene una forma circular lo que permite ser apreciado desde todos los lados de la Plaza.
En el centro, se encuentra la representación sencilla de la Natividad, con Jesús, María y san José. A sus lados, se representan escenas de la vida cotidiana, además de hombres y mujeres en adoración ante el Mesías, al que le ofrecen regalos.
A los lados de la Natividad se encuentra el agua y el fuego, símbolos cristianos. El agua mana de dos grandes recipientes que representan el manantial de la vida. El fuego representado por una fogata con chimenea, representa la luz y el calor de Cristo.
Junto al Nacimiento se coloca un monumental árbol de Navidad. En esta ocasión, se trata de un abeto de casi 30 metros de altura procedente del Valle de Aosta, de la localidad en el que el Papa ha pasado durante siete años sus vacaciones veraniegas.