CIUDAD DEL VATICANO, 19 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Un corazón que ama es el Nacimiento que busca Cristo para estas Navidades, constató este viernes el padre Raniero Cantalamessa, en la tercera y última meditación que ofreció a Juan Pablo II y a sus colaboradores de preparación a la Navidad.
El predicador de la Casa Pontificia dedicó su reflexión, que tuvo lugar en la capilla «Redemptoris Mater» del Vaticano, a meditar en el papel central que desempeñó Jesús en la vida de la Madre Teresa de Calcuta.
«El sentido de toda la vida» de la Madre Teresa, afirmó, «es una persona: Jesús», explicó, mostrando con ejemplos cómo para la religiosa albanesa Cristo no «era algo abstracto, o un conjunto de doctrinas, de dogmas, o el recuerdo de una persona que vivió en otros tiempos».
«Era un Jesús vivo, real, alguien a quien podía mirar en su corazón y a quien podía dejar que la mirara», añadió.
A la pregunta: «¿Quién es Jesús para mí?», la fundadora de las Misioneras de la Caridad respondió con una serie de títulos: «Jesús es la vida que hay que vivir»; «es el amor que hay que amar»; «es la alegría que hay que compartir»; «es el sacrificio que hay que ofrecer»; «es la paz que hay que llevar».
Una de las frases más conocidas de la Madre Teresa, recordó el fraile capuchino, dice: «El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz».
«Ambos –amor por Jesús y servicio a los pobres entre los pobres– han nacido juntos», constató.
Para ella, Jesús estaba presente «en el desconcertante disfraz del pobre». «La Madre Teresa, con un niño abandonado en los brazos, o inclinada ante el moribundo es, creo, la imagen misma de la ternura de Dios».
«La Madre Teresa no sólo supo dar a los pobres pan, ropa y medicinas, les dio también algo que necesitaban aún más: amor, calor humano, dignidad», explicó.
«Recordaba con conmoción el episodio del hombre que se encontró medio comido por los gusanos en un basurero. Tras llevarle a su casa y curarle, el hombre le dijo: «Hermana, he vivido en la calle como un animal, pero ahora moriré como un ángel, amado y atendido»».
«Pocos minutos después murió diciendo con una sonrisa: «Hermana, me voy a la casa de Dios»», evocó el sacerdote.
De este modo, afirmó, «nos ha recordado que la auténtica grandeza entre los hombres no se mide con el poder que uno ejerce, sino con el servicio que ofrece».
En este servicio, añadió, se encuentra «el ejercicio de la autoridad y del magisterio eclesiástico», como el que ofrece el Papa, reconoció.
Se explica así, aclaró, el título «siervo de los siervos de Dios», introducido por el Papa san Gregorio Magno, y que según dijo el padre Cantalamessa pidiendo el permiso del Papa, constituyen el resumen de estos veinticinco años de pontificado.
El predicador concluyó con una aplicación de sus reflexiones a la Navidad: «Un corazón que ama es el único Belén en el que Cristo quiere venir en Navidad».
La Madre Teresa nos recuerda hoy que «el secreto de su servicio a los pobres y de toda su vida» fue «el amor por Jesús». Éste es, subrayó, «el secreto para celebrar una auténtica Navidad».
La traducción de la meditación del padre Cantalamessa será publicada el lunes y el martes próximos por Zenit.