JERUSALÉN, jueves, 4 marzo 2004 (ZENIT.org).- La situación de guerra que vive la sociedad en Tierra Santa y Palestina reclama incesantemente poner fin a la opresión y al miedo y al cerco de violencia que se deriva de ello, afirma el Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, en su mensaje de Cuaresma.
«Asedio impuesto a todos, muerte impuesta a todos, prisión y tortura para muchos, privaciones, demoliciones de casas y de terrenos cultivados, atentados y víctimas inocentes» configuran el panorama actual del conflicto en el lugar, constata.
«En medio de todo esto, nuestra vida es una búsqueda difícil y penosa de la justicia y de la paz –reconoce el líder de los católicos de rito latino de Tierra Santa–. Existe una demanda incesante de poner fin a la opresión y al miedo y al círculo de violencia que se deriva de ello».
Sin embargo –advierte monseñor Sabbah– «los responsables de la guerra en este país parecen actuar estos día como si hicieran planes de una guerra permanente y no de una paz definitiva», pero «el hombre de esta tierra no está llamado a vivir» así.
En su opinión, «no puede hacer paz donde dura la opresión y la violencia». En este sentido, «privar a un pueblo de su libertad y de su tierra es una opresión que ninguna conciencia puede aceptar», así como «matar a inocentes para protestar contra la opresión es un hecho que ninguna conciencia puede admitir».
«No queremos ser dos veces víctimas de la guerra –pide el prelado–, víctimas de la demolición material y víctimas del odio, que derriba a la persona humana, palestina e israelí».
«Ninguno es mejor que el otro cuando se convierte en portador de odio y venganza», subraya el patriarca latino de Jerusalén. Y es esto lo que «se verifica actualmente en esta Tierra, Santa para las tres religiones».
«Por ello –exhorta–, los que imponen la opresión tienen el deber de ponerle fin, y la tierra conocerá finalmente la seguridad y la paz tan deseadas».
Su Beatitud Michel Sabbah dirige también una palabra a los párrocos, religiosos y religiosas que estos días «pasan horas en los puestos de control para llevar a cabo su labor pastoral en sus parroquias y en toda la diócesis».
«Tened paciencia y poned en vuestra oración a toda persona humana, palestina e israelí» y «actuad de forma que vuestra prueba sea una oración para todos los que sufren por ambas partes» –exhorta–, porque «vuestra prueba es poca cosa ante la muerte, torturas, atentados, demoliciones de las que son víctimas muchos otros».
«Acojamos estas dificultades como forma de compartir con todos los pobres de esta Tierra», invita.
Y es que para el Patriarca latino de Jerusalén la Cuaresma es un tiempo de compartir, algo que exigen «las múltiples privaciones» que atraviesan tantas personas.
«Es viviendo en nuestras almas y en nuestras oraciones la opresión de unos y el miedo de otros, y asumiendo la responsabilidad de ponerles fin, como nosotros hacemos nuestra Cuaresma y construimos el Reino de Dios en nosotros y en nuestra sociedad en guerra», subraya.
«La Cuaresma, tiempo de ayuno y de oración, es un tiempo de retorno a Dios» y «de toma de conciencia del Reino de Dios que está en nosotros, con vistas a establecerlo fuera para que sea un reino de creyentes en Dios, llenos de su amor y de su fuerza», concluye monseñor Michel Sabbah.