George Weigel: La política sin ética no es política

El intelectual estadounidense afronta el desafío actual de la democracia

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ROMA, 5 nov (ZENIT.org).- ¿Queda todavía espacio para la ética en la política de la aldea global? ¿Es posible ser honesto y político? ¿Se puede ser católico y meterse en ese mundo de acuerdos, pactos e intereses? Estos son los interrogantes que ha planteado con fuerza el Jubileo de los parlamentarios y gobernantes que se ha celebrado del 4 al 5 de noviembre.

Para responder a estas cuestiones decisivas para la democracia, Zenit ha entrevistado a un experto en ética y vida pública, George Weigel. Este intelectual estadounidense, antes de dedicarse en cuerpo y alma a escribir su último libro, la biografía más completa sobre Juan Pablo II, «Testigo de esperanza», fue presidente durante siete años del Ethics and Public Policy Center (http://www.eppc.org) en Estados Unidos, un observatorio privilegiado desde el que seguía las grandes cuestiones éticas que tiene que afrontar el escenario internacional en estos momentos: derechos humanos, guerra justa, libertad y capitalismo, etc. Temas que sigue afrontando desde las columnas de autorizadas publicaciones como «Los Angeles Times», «First Things», «The Washington Quarterly», etc.

Zenit: La política es el arte del compromiso, del acuerdo, ¿es posible ser buen católico y buen político al mismo tiempo? ¿No son dos términos contradictorios?

–Weigel: Yo creo que tenemos que regresar a una definición más antigua de política. La política, según Aristóteles, es la deliberación mutua sobre los deberes que plantea nuestra vida pública. En este sentido, la política entendida en su auténtico significado tiene una esencia moral irrenunciable. La política no es algo mecánico. La política es deliberación mutua sobre cómo tenemos que vivir juntos, como comunidad civil. Según este concepto, no cabe duda de que los católicos serios pueden meterse en política. De hecho, no sólo es posible, sino que es un imperativo. Es sumamente importante que haya personas que entiendan que la política no es sólo el arte del acuerdo. La política se mueve en una dimensión ética y esta es la contribución que deben ofrecer los cristianos a la arena política hoy. Es una ley moral.

Zenit: Eso es teoría, pero en la práctica, ¿es posible ser honesto e íntegro en el mundo político actual?

–Claro que sí. De hecho, yo creo que el ambiente político actual, que está sumamente dominado por una especie de comercio o de mentalidad publicitaria está desesperadamente abierto a la política de convicciones morales, y yo creo que ciertamente en Estados Unidos los ciudadanos están ansiosos de apoyar a líderes políticos que no son simplemente manipuladores de la opinión pública, sino que aportan convicciones morales serias a la vida pública.

Zenit: Según usted, ¿cuál es la contribución que pueden ofrecer los católicos a la política? ¿Cuál es su aportación específica con respecto a creyentes de otras confesiones, como pueden ser los judíos, protestantes o musulmanes?

–Weigel: Yo diría que las personas que creen en la Biblia, entre los que se encuentran judíos, protestantes y católicos, ofrecen una comprensión de la política, según la cual, la democracia no es una máquina que camina por sí sola. La democracia no es simplemente un asunto de instituciones. La democracia es una cuestión de cultura política. Para que haya una democracia que funcione bien se requiere que exista una masa crítica de ciudadanos que hayan aprendido los hábitos intelectuales y afectivos que hacen posible el autogobierno. Estos hábitos de la mente y del corazón son, en pocas palabras, las virtudes. De este modo, la visión de la persona humana que surge de la religión bíblica, la visión de los seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios, capaces de conocer el bien y de escoger el bies, es un don esencial que ofrecen los creyentes en la Biblia a la vida política hoy.

La contribución especial que pueden ofrecer los católicos a la vida política en estos momentos es la doctrina social de la Iglesia, la expresión filosófica más desarrollada de esa noción bíblica de vida pública que gira en torno a la dignidad humana, del hombre, imagen de Dios, capaz de conocer y escoger el bien. La doctrina social de la Iglesia ha desarrollado esa idea bíblica de una manera particularmente completa y convincente. Esta es la aportación que pueden ofrecer los católicos en el debate actual.

Zenit: Un presidente debería representar a los ciudadanos de su país. En Estados Unidos, existe una gran diversidad de religiones. ¿Cree usted que un católico podría representar a los estadounidenses sin dejar de ser católico?

–Weigel: La labor de un presidente no consiste en reflejar las creencias del 51 por ciento de la población. La tarea de un presidente consiste en guiar, y esto, en ocasiones, significa confrontar a los ciudadanos con duras verdades. Creo que un católico puede ofrecer a la política este compromiso por decir la verdad.

Zenit: Tomás Moro se ha convertido en el patrón de los políticos. ¿No cree usted que constituye un modelo imposible de seguir para los políticos de hoy?

–Weigel: No. Creo que es importante comprender que Tomás Moro murió por esa verdad que hace que un gobierno justo sea posible. Todos nosotros estamos llamados a ser testigos en razón de nuestro bautismo. No todos nosotros nos encontraremos en situaciones que hacen que este testimonio incluya la entrega de nuestras vidas de manera sangrienta, como lo hizo Tomás Moro. Ahora bien, todos nosotros podemos imitar su convicción, según la cual, la verdad es aquello sobre lo que gira el mundo y, por consiguiente, aquello sobre lo que gira la vida pública y la política.

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ZENIT Staff

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