Mensaje de Navidad del patriarca latino de Jerusalén

«Estos momentos parecen anunciar la paz»

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JERUSALÉN, martes, 21 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje del patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, presentado este martes en una rueda de prensa concedida en la sede del patriarcado.

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«Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, el Señor habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen» (Salmo 84/85, 9).

1. A todos los que buscan la paz y la justicia en esta tierra santa, ¡feliz Navidad! Que la paz y la alegría de la Navidad llenen vuestro corazón y vuestro espíritu. Con todos vosotros y con el salmista «voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, el Señor habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen» (Salmo 84/85, 9).

Celebramos la Navidad y nos alegramos para renovar nuestras energías, para poder tener paciencia y superar las fuerzas del mal en nuestra tierra. Celebramos la Navidad, rezamos, intensificamos las oraciones, ayunamos y purificamos nuestros corazones y nuestras intenciones para que esta fiesta nos llene de santidad, de vida, de amor y de fuerza espiritual con la que llegaremos a construir una paz que parece difícil por no decir imposible.

2. Estos momentos parecen anunciar la paz. Así lo esperamos, después de tantas oraciones, de tantas vidas sacrificadas, de tantas lágrimas y de tantos grandes sufrimientos. Esperamos que los jefes políticos tengan el valor necesario para firmar una paz justa y definitiva y para aceptar los sacrificios indispensables, personales o comunitarios, aunque sean dolorosos.

Todos tienen que haber aprendido hoy las lecciones de la violencia pasada que ha demolido la imagen de Dios en los verdugos y en las víctimas, en los opresores y en los oprimidos. En estos últimos años ha habido muchas víctimas, mucho miedo, muchas casas destruidas, mucha agricultura devastada, y a pesar de todo, nos encontramos en el mismo punto. Los israelíes siguen buscando con dificultad su seguridad y los palestinos no dejan de pedir el final de la ocupación, su libertad y su independencia.

Y, sin embargo, los dos pueblos están destinados a vivir juntos en paz. Esto es posible y creemos en ello.

3. El pueblo debe liberarse del temor, y volver a recuperar la confianza y sus jefes tienen que ayudarle en esta liberación. Los dirigentes palestinos preparan sus elecciones con calma y han adoptado los planes de paz. Los jefes israelíes están llamados a hacer lo mismo y a abandonar las acciones de guerra, detener la construcción del muro, así como la caza de los buscados que no hace más que aumentar el número de prisioneros y muertos. No se puede dejar que la paz se convierta en rehén en manos de quienes ven todavía en la violencia un camino hacia la justicia y la paz.

El muro de separación, por su parte, no separará y no protegerá. Por el contrario, hará aumentar el odio, la ignorancia del otro, y por tanto, la hostilidad, la violencia y la inseguridad. Es necesario buscar, con humildad, las causas de la violencia. Con humildad y sinceridad, es necesario escuchar los gritos de los pobres y de los oprimidos. Acabar con las opresiones y las humillaciones impuestas a los palestinos es de por sí acabar con el temor y la inseguridad de los israelíes. Y acabar con los que abusan de la opresión y de la pobreza.

El muro de separación no creará fronteras seguras. Sólo los corazones amigos son fronteras seguras. Con corazones amigos, todas las fronteras se convertirán en algo simbólico; serán desbordadas por la vida y la alegría de la paz y de la fraternidad.

4. Los jefes religiosos tienen un doble papel en estos días: seguir insistiendo en la justicia, en la dignidad, humana, en la seguridad y en el final de la ocupación, pero al mismo tiempo tienen el deber de mostrar los caminos de la paz. Ninguno de los dos pueblos está condenado a seguir ofreciendo muerte a sus jóvenes. Todo pueblo tiene la voluntad y el derecho de ver cómo sus jóvenes viven como todos los jóvenes del mundo. Los israelíes no están condenados a vivir eternamente en la inseguridad y en la guerra. Los palestinos no están condenados a pedir eternamente el final de la ocupación y a permanecer por ello en los caminos de la muerte.

5. Hemos visto la vida y hemos escuchado lo que dice el Señor: «habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen» (Salmo 84/85, 9). El sentido cristiano de la Navidad es que el Verbo de Dios entró en el mundo y nos trajo la vida. Navidad es una promesa de vida, de alegría, y de dignidad en la presencia de Dios que escogió nuestra tierra como su morada: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia» (Juan 1, 18.16). En esta visión y en esa presencia de Dios se edifica la paz y la justicia en Jerusalén y en toda Tierra Santa.

¡Feliz Navidad! Paz, justicia y alegría a todos.

+ Michel Sabbah, patriarca

[Traducción realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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