El presidente del episcopado en Colombia denuncia el desprecio a la vida en el país

Al abrir en Bogotá la 78ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal

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BOGOTÁ, jueves, 3 febrero 2005 (ZENIT.org).- Una firme denuncia de los atentados que sufre la vida en Colombia y un llamamiento a que las autoridades promuevan su respeto lanzó el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia y primado del país, el cardenal Pedro Rubiano Sáez, al abrir el lunes la 78ª Asamblea Plenaria que celebra el organismo en Bogotá.

Hasta el próximo viernes los obispos de las 75 jurisdicciones eclesiásticas reflexionan sobre el proyecto de reorganización de la Conferencia Episcopal colombiana, la realidad de la Iglesia en Colombia desde una perspectiva evangelizadora y aspectos relativos a la situación del país.

De ello dio un adelanto el purpurado –arzobispo de Bogotá– en su discurso inaugural, en el que calificó de «preocupante observar cómo se va perdiendo el valor, el sentido y el respeto por la vida» no sólo entre quien delinque, «sino entre quienes, por su responsabilidad en la sociedad, están llamados a velar por el orden y el bienestar».

Preocupante es también que, «mientras son tan graves y notorias las deficiencias en el campo de la salud, se cierran hospitales y un porcentaje alto de colombianos no tiene acceso a la seguridad social, se avance en la manipulación genética», observó.

Pero «la vida es un don de Dios» y «nadie puede arrogarse el derecho sobre la vida humana», advirtió el purpurado.

«La Iglesia alienta y promueve la investigación científica en beneficio de la humanidad, en los campos de la medicina y la biología –aclaró–, pero en un marco de respeto a la dignidad del ser humano» «desde el momento mismo de la concepción».

Por su parte, «la Iglesia, continuará haciendo lo que le es propio: formar para que la persona se comporte de acuerdo con su dignidad»; «por consiguiente –explicó el prelado– propone una adecuada educación sexual a partir de la familia, que debe ser complementada por las instituciones educativas a quienes la familia confía la continuidad de una sana formación de sus hijos».

Y lanzó un llamamiento «a los legisladores, representantes en el Congreso de la República de un pueblo mayoritariamente creyente, para que prevalezca en ellos la sensatez y el respeto a la vida en la consideración de propuestas como el aborto, la eutanasia y la unión de parejas del mismo sexo, equiparándolas a la familia».

Abordó a continuación «la gravedad dela crisis humanitaria que enfrenta el país», manifiesta en «la situación de injusticia social, exclusión, pobreza, desplazamiento y secuestro», y confirmó que «la Iglesia seguirá colaborando en la construcción de una Colombia en paz, con verdad, justicia y reconciliación».

El pasado octubre, monseñor Héctor Fabio Henao –director de «Caritas Colombia» y de la pastoral social en el país— reconocía a Zenit que en 40 años de conflicto en Colombia «la Iglesia ha representado frecuentemente el único canal de comunicación entre las facciones beligerantes» (Cf. Zenit, 15 octubre 2004).

El sangriento conflicto ha provocado en estas cuatro décadas tres millones de desplazados y en los dos últimos lustros ha acabado con la vida de 35.000 civiles. Unos 11 mil menores de 14 años están ligados a grupos armados ilegales en Colombia, uno de los países del mundo que encabeza una auténtica industria del secuestro.

Durante años los prelados colombianos han participado en esfuerzos de dialogo y negociación entre el gobierno colombiano y los dos grupos guerrilleros de inspiración marxista activos: las FARC («Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia») y el ELN («Ejército de Liberación Nacional»), así como con los grupos paramilitares, las AUC («Autodefensas Unidas de Colombia»).

Paralelamente a estos esfuerzos de negociación, la Conferencia Episcopal de Colombia continúa llamando la atención sobre las víctimas del conflicto, un punto sobre el que insistió el cardenal Rubiano el lunes al pedir a los legisladores que «definan un marco jurídico que posibilite la restauración de las relaciones resquebrajadas» por el conflicto, «que le aporten al país una ley de verdad, justicia, reparación, que tenga en cuenta el dolor de las víctimas y que también abra caminos para la rehabilitación de los victimarios ante la historia y la sociedad».

«¡Es hora de silenciar los fusiles y de poner en marcha actos sinceros y reales de paz, en el ámbito local, nacional e internacional y en todos los estamentos, el Ejecutivo, el Legislativo, las Fuerzas Militares y de Policía, la clase empresarial, el mundo obrero y todos los ciudadanos!», exhortó.

«¡Es hora de llegar a un acuerdo humanitario que sirva para iniciar un proceso de negociación y de paz entre el Gobierno y las FARC-EP, y esta hora no se debe dilatar!», clamó.

[ El discurso inaugural del cardenal Rubiano se puede leer íntegramente en la sección de «Documentos» de Zenit].

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ZENIT Staff

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