PEKÍN, 16 enero 2001 (ZENIT.org).- China ha comunicado que por el momento prefiere congelar el proyecto de una visita de Juan Pablo II a ese país.
Así se lo hizo saber ayer el primer ministro Zhu Rongji a su homólogo italiano, Giuliano Amato, en un encuentro de dos horas celebrado en la capital china.
Al inicio de su gira de tres días por China, Amato había declarado a la prensa que es necesario reducir la tensión entre la Santa Sede y Pekín, agravada con motivo de la canonización de 120 mártires chinos el 1 de octubre pasado.
Cuando el primer ministro italiano afrontó el tema de una posible visita del Santo Padre a China, en la austera Asamblea Nacional, Zhu Rongji fue claro: «No, no es posible».
Según el representante comunista, «El Vaticano nos ha ofendido, ha abierto una herida. Y ahora es indispensable que pase un período de maduración».
El gobierno chino había expresado su «máxima indignación» por la canonización de los mártires asesinados en China entre 1648 y 1930. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Pekín llegó a afirmar que se trató «de una evidente provocación y de un intento de tergiversar el veredicto de la historia sobre el colonialismo y el imperialismo» (Zenit, 1 de octubre de 2000).
En su conversación con el primer ministro chino, Giuliano Amato consideró en el encuentro con Zhu Rongji que «un país como China no puede dejar de tener relaciones diplomáticas con el Vaticano».
De hecho se ofreció como mediador a una condición: «Italia es ajena a esta cuestión delicada, ofrecemos sólo nuestra colaboración para la reanudación del diálogo».
China rompió sus contactos diplomáticos con Roma en 1951. En el país existen unos 11 millones de católicos, algo menos de la mitad están afiliados a la Asociación Patriótica China, una especie de Iglesia controlada por el régimen comunista.
Zhu Rongji zanjó la cuestión con un tono más calmado: «Nosotros no consideramos que el diálogo esté cerrado, pero ahora esperamos un paso oficial del Vaticano».
Ya en julio pasado, cuando el primer ministro chino visitó Roma, la primera cuestión que Amato le planteó fue la visita del pontífice a Pekín. En aquella ocasión, según informó la prensa italiana, Zhu Rongji respondió que para que el Papa visite China, el Vaticano debe romper relaciones diplomáticas con Taiwán y comprometerse a no interferir en la vida de la Iglesia en China, como hoy día exige el Partido Comunista.
Esto implicaría, por ejemplo, la imposibilidad para el Papa de nombrar obispos chinos.