Comentario del Evangelio del domingo, 19 julio de 2020, Domingo XVI del Tiempo Ordinario, del Ciclo A, escrito por el padre Antonio Rivero L.C. En el texto, el sacerdote reflexiona sobre el mal en el mundo y en los corazones de las personas: ¿por qué Dios lo permite?.
DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
Textos: Sab 12, 13.16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43
Idea principal: ¿Por qué permite Dios tanta cizaña –tanto mal- en el campo del mundo y en muchos corazones?
Resumen del mensaje: A esa pregunta nos responde la primera lectura de hoy: “Al pecador le das tiempo para que se arrepienta”. Y para eso, Dios nos manda su Espíritu que nos ayuda en nuestra debilidad (segunda lectura). Pero también tenemos que poner nuestra parte: vigilancia, porque el enemigo de nuestra alma no duerme y quiere sembrar también su cizaña en los momentos de somnolencia y despiste por parte nuestra (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, es un hecho que Dios día y noche siembra en nuestro corazón semilla excelente de bondad, verdad, belleza, honestidad, justicia, pureza, caridad. Y lo hace apenas entramos con el alma abierta en oración y abrimos la Biblia, o vamos a misa y participamos consciente y fervorosamente de la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, o cuando escuchamos atentamente una homilía o asistimos con gusto a un retiro, o estamos sentados departiendo y conversando con buenos amigos, o en medio de un traspiés o enfermedad. Dios no duerme nunca.
En segundo lugar, pero también es un hecho que el enemigo de nuestra alma, el diablo, tampoco duerme, y nos acecha y nos rodea como león rugiente, buscando a quién devorar. Él no quiere destruir la buena semilla de Dios, sino que él quiere sembrar su cizaña para que ella crezca y se confunda con la buena semilla, e incluso quiere conquistar esa buena semilla y convertirla en cizaña. Y todo con un único objetivo: perder nuestra alma. No quiere que el buen trigo de Dios se expanda por los rincones de este mundo, de las familias, de los corazones. Quiere sembrar la cizaña del odio, de la división, de la mentira, de la deshonestidad, de la injustica, de la ira, de la ambición, de la insensibilidad e indiferencia delante de tanta pobreza y miseria de muchos hermanos nuestros. Y quiere sembrarla en el campo de la medicina con esos métodos anticonceptivos y abortivos; en el recinto sagrado del matrimonio sembrando la ideología del género y aplaudiendo la legalización de las uniones de personas del mismo sexo; en el campo de la cultura, inoculando el liberalismo y la dictadura del relativismo; hasta se ha metido en la Iglesia santa de Cristo y ha sembrado y provocado durante siglos y siglos herejías y cismas y confusiones doctrinales y escándalos.
Finalmente, ¿cuál es la reacción de Dios delante de la acción del enemigo? Él podría perfectamente arrancar de tajo la cizaña y tapar la boca a Satanás, y ya, pues para eso es omnipotente. Pero no lo hace. Alguna razón tendrá en su corazón; sí, su amor misericordioso. Por una parte, tiene paciencia y misericordia y espera que algún día esa cizaña se convierta en buen trigo, pues Él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Por otra parte, también quiere que el buen trigo haga sin parar y con conciencia su trabajo de fermento y se pruebe delante de la cizaña, para que así se fortalezca y crezca más firme y convencido. Dios nos quiere libres y respeta nuestra libertad.
Para reflexionar: mirando mi corazón, ¿qué abunda: buena semilla o cizaña? Si hay más buena semilla, ¿qué hago para hacerla crecer, regarla, abonarla, derramarla por doquier, con la ayuda de Dios y de su Espíritu? Y si hay cizaña, ¿a qué espero para irla convirtiendo en buena semilla, desde la oración y los sacramentos?
Para rezar: Jesús, gracias por tu paciencia y comprensión ante mi debilidad. Dame la fuerza de tu Espíritu Santo para que sea capaz de arrancar enérgicamente toda la cizaña que disimuladamente he dejado crecer en mi vida. Me ofrezco a Ti con todo lo que soy, porque no quiero que haya nada en mí que no te pertenezca. Quiero vivir mi fe con autenticidad y con un espíritu puro y nuevo. Amén.