ROMA, viernes 20 julio 2012 (ZENIT.org).-Ofrecemos el comentario al evangelio del domingo por el padre Jesús Álvarez, paulino.
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Por Jesús Álvarez SSP
“Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”.(Mc 6, 30-34)
Los apóstoles, contentos de su misión, le cuentan a Jesús cómo les ha ido; pero están cansados, y por eso Jesús los invita a un lugar retirado para reposar, orar, planificar, dialogar. El Maestro quiere evitar que la actividad apostólica se convierta en activismo. Deben darse tiempo para sí mismos, para descansar y recargarse en la oración a fin de seguir dando y dándose sin vaciarse.
Cuando Jesús y los discípulos llegan al lugar elegido, se encuentran con la multitud de la que iban huyendo. Entonces Él, con paciencia y amor, “se puso a enseñarles con calma”. Admirable adaptación pastoral a las circunstancias.
Dios puede y quiere hacer siempre más y mejor a través de nosotros, a condición de que vivamos unidos a Cristo resucitado, como afirma Él mismo: “Quien permanece unido amí, produce mucho fruto” (Jn. 15, 5). La salvación no se debe a lo que hace el discípulo, sino a lo que hace el Espíritu Santo a través de la vida y las obras del discípulo.
Encontrarse con Jesús y estar con él, es el descanso más productivo de paz y salvación. Eso lo han hecho grandes mujeres y hombres que realizaron una actividad apostólica abrumadora; eran “contemplativos en la acción y activos en la contemplación”. Dos modelos recientes: la Madre Teresa de Calcuta, apóstol de los marginados, y el beato Santiago Alberione, apóstol de la comunicación social, que decía a los suyos: “A más trabajo, más oración”. Y daba un ejemplo admirable de lo que inculcaba.
Para que nuestra vida y obras tengan fuerza salvífica, es indispensable recurrir a esa experiencia pacificadora y renovadora de la contemplación (Biblia, Eucaristía, Visita eucarística), ya que “Para hablar de Dios a los hombres, hay que hablar primero con el Dios de los hombres”. Si no dedicáramos tiempo para estar a solas con Cristo, correríamos el grave riesgo de realizar actividades estériles, vacías de fuerza liberadora y salvadora. “Sin mí no pueden hacer nada», aseguraba Jesús.
Siempre hay tiempo para quien se ama y para lo que se ama. Al respecto, Jesús advierte: “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt. 6, 21).
En todo momento, nuestra mente, nuestra imaginación, nuestro corazón y nuestra oración pueden dirigirse hacia el Resucitado presente, que nos asegura su promesa infalible de estar con nosotros todos los días de nuestra vida. Basta que nosotros nos propongamos estar de veras con Él.