Papa Francisco: ¡tened el coraje de ir contracorriente!

Celebración eucarística con los obispos, sacerdotes, seminaristas y religiosos en la catedral San Sebastián de Río de Janeiro

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La Jornada Mundial de la Juventud es desde siempre una ocasión privilegiada de discernimiento y elección vocacional para muchos jóvenes. En el desarrollo del evento no podía por tanto faltar un espacio dedicado a aquellos que han escuchado la llamada de Dios y la han seguido en una elección de vida especial, como Pedro, Santiago y Juan.

Con su capacidad de 50.000 asientos, la catedral de San Sebastián de Río de Janeiros es uno de los templos más grandes de América Latina.

Aquí ha celebrado el papa Francisco la santa misa la mañana del sábado acompañado de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas.

La primera piedra del templo fue bendecida en 1964 por Pablo VI, el papa de la Evangeli Nuntiandi.

Las lecturas de la Liturgia de la Palabra hablaban sobre el tema de la vocación y de la misión. 

En su bella homilía, interrumpida en al menos tres momentos por los aplausos de consenso y complacencia, el papa Francisco ha fijado y desarrollado tres puntos: «llamados por Dios, llamados a anunciar el Evangelio, llamadas a promover la cultura del encuentro».

El pontífice ha claramente dirigido su reflexión, en relación con la llamada d eDios, sobre el primado de la oración, de la vida de unión con Dios. «No es creatividad pastoral – ha dicho – no son los encuentros o las planificaciones que aseguran frutos, sino el ser fiel a Jesús, que nos dice con insistencia: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes» (Jn 15, 4).

 El nutrirse de la «carne de Cristo» lleva por tanto al encuentro con los hombres crucificados por los sufrimientos de cada día y de cada situación.

Aquí el papa ha citado la beata madre Teresa de Calcuta: «Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las «favelas»», en los «cantegriles», en las «villas miseria» donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría».

Nunca olvidar el origen de la llamada – ha añadido el pontífice, nunca «renunciar» a lo que hemos recibido de Dios, sino como María, es necesario conservar todo en el corazón, conscientes del amor personal que Dios nos da.

En cuanto al anuncio del Evangelio, el segundo punto y pilar de la homilía, el papa Francisco ha invitado a los pastores a educar a los jóvenes a la misión: «Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como una gallina con sus polluelos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. No es un simple abrir la puerta para acoger, sino salir por ella para buscar y encontrar. Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. También ellos están invitados a la mesa del Señor».

El papa finalmente ha hablado de la promoción de la cultura del encuentro en una sociedad dominada por dos dogmas: la eficiencia y el pragmatismo. «Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y también ustedes seminaristas que os preparáis al ministerio, ¡tened el coraje de ir contracorriente! Permítanme decir que debemos estar casi obsesionados en este sentido. No queremos ser presuntuosos imponiendo «nuestra verdad». Lo que nos guía es la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla».

Recordando a los clérigos dar buen ejemplo, además de la enseñanza, el papa ha recordado que tantos hoy esperan el Evangelio, pero no hay nada que se lo ofrezca.

Bajo la mirada de la reproducción de una imagen de Nuestra Señora de Aparecida, el papa Francisco ha dirigido finalmente su pensamiento a la Virgen María para que sea el modelo de todos los consagrados. «Elejemplo de aquel amor – ha subrayado Francisco citando la Lumen Gentium – de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva».

Mientras la coral de una comunidad de jóvenes de un barrio pobre junto a los seminaristas de la archidiócesis de Río llenaba el espacio acústico, el papa, después de la bendición, se ha dirigido a la asamblea recorriendo la planta cónica del templo que recuerda a la base de los antiguos mayas pero que termina con una cruz en lo alto, símbolo del camino hacia Cristo de las poblaciones del América del Sur, el mismo camino que papa Francisco indica proponiendo a Cristo frente a los nuevos ídolos que muchos contemporáneos adoran.

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Alfonso Maria Bruno

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