ROMA, lunes 10 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- “El cambio demográfico” (Laterza, Bari-Roma 2011) es el título del segundo informe-propuesta del Comité para el proyecto cultural de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), que ilustra la trayectoria de la población de Italia y propone vías de salida de este “suicidio demográfico” mucho más complejo que la actual crisis económica.
El informe fue presentado el pasado miércoles 5 de octubre por el Presidente del CEI, el cardenal Camillo Ruini, ya que es responsable del proyecto cultural.
“El subtítulo: informe-propuesta sobre el futuro de Italia es muy significativo -dijo el purpurado a ZENIT. De hecho este dossier lanza una alarma -como han indicado los diferentes ponentes- que se basa en los datos estadísticos que registran un invierno demográfico. Es urgente, por tanto, cambiar las condiciones socio-culturales y económicas para favorecer a las familias que quieren tener hijos, sin la intervención por parte del Estado que tendría consecuencias negativas.
Además del cardenal Ruini intervinieron: el arzobispo de Génova y presidente de la CEI, el cardenal Angelo Bagnasco, el profesor Giancarlo Blangiardo profesor de demografía en la Universidad de Milano-Bicocca, el profesor Antonio Golini, profesor de demografía en la Universidad “La Sapienza” de Roma, el doctor Giuseppe Laterza, presidente de la Casa editorial Laterza, y Francesco D’Agostino, profesor de filosofía del derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma.
El libro desvela una Italia donde la cuota de los menores de 20 es igual a la de los mayores de 65; un país donde la fecundidad media de las mujeres es de 1’4 hijos aunque quisieran tener más; la media de nacimientos establecida es igual a 600.000 al año, mientras que serían necesarios otros 150.000 para mantener la sostenibilidad; el déficit, finalmente, corresponde al número de abortos que se practican cada año.
“Suicidio demográfico”
Tomando la palabra, el cardenal Angelo Bagnasco fue muy claro: “Estamos yendo hacia un lento suicidio demográfico” y este libro es “un informe-propuesta con una interpretación no emotiva y mucho menos ideológica, sino coherente con la realidad”.
Datos importantes, indicó, “para interpretar el ‘cambio demográfico’ que afecta a nuestra sociedad y que está destinado a marcar profundamente a nuestro país, en la época de las falsas alternativas y también, de las promesas traicionadas”.
“Nuestra cultura -evidenció- muestra a los hijos como un peso, un coste, una renuncia, pero los hijos son antes que nada un recurso. Y no sólo porque en el futuro puedan hacerse cargo de los padres sino porque ya en la actualidad los interpelan, los sostienen, los animan”.
Una recesión demográfica no debida sólo a razones económicas, sino vinculada “sobre todo a una pobreza cultural y moral, que desde hace tiempo ha precedido el estado de innegable crisis que caracteriza la coyuntura presente”.
“La receta, por tanto -prosiguió-no puede ser la que nos ha llevado a un presente difícil: no es con más consumo y menos hijos que arreglaremos la economía, sino con una revisión radical de las prioridades”.
Después el cardenal invitó a “cambiar la perspectiva” y hacer “una crítica decidida a una cultura nihilista que ha trabajado sistemáticamente para la eliminación de uno de los valores que funda al ser humano y lo sostiene, es decir la maternidad y la familia”. Es necesario -precisó- “fomentar nuevos modelos de solidaridad interfamiliar e intergeneracional, actuando de manera que los padres no se sientan abandonados por la sociedad a la que mantienen viva”.
Esta es la preocupación de la Iglesia por el cambio demográfico: “si no conseguimos llegar, en poco tiempo, a un cambio de las condiciones psicológicas y culturales para sellar un pacto intergeneracional, Italia no podrá invertir su propio derrumbe: podrá quizás aumentar la riqueza de algunos, de pocos, pero arruinará el destino de un pueblo”.
Intervenciones públicas para las parejas jóvenes
El segundo ponente, el cardenal Ruini, destacó el compromiso de la Iglesia frente a los problemas demográficos sobre los que “no ha dejado de insistir”.
El purpurado precisó como se está “por debajo del intercambio generacional”, un dato que se suma al “notable incremento de la media de vida, hecho que de por sí es positivo pero que se añade, con la disminución de los nacimientos, al envejecimiento de la población”.
Al mismo tiempo, el aumento de los inmigrantes y las reuniones familiares dirigidas a aligerar estas dificultades “más allá de los problemas de sostenibilidad que comportan, no parecen ser capaces de representar una verdadera solución”. Y recordó que otras naciones, “no distintas a la nuestra” -como por ejemplo Francia- han sido capaces de afrontarlo.
El Informe, indicó el purpurado, señala dos órdenes de factores capaces de influir en la trayectoria de los nacimientos: “El primero está constituido por las intervenciones públicas, es decir por una serie orgánica de medidas a largo plazo con el objetivo de no presionar a las parejas para que traigan al mundo hijos que no desean, sino de eliminar las dificultades sociales y económicas que obstaculizan la realización del objetivo de tener los hijos que sí desean”. Y recordó que “justificar una política de este tipo es bastante fácil: los hijos (…) representan un bien público y no sólo un bien privado para sus padres”.
El segundo orden de factores se coloca a un nivel más profundo, “el de la mentalidad”, por tanto, experiencias personales y familiares y de la cultura social, que influyen potentemente en los comportamientos demográficos”. En cuanto a las políticas sociales por la familia “Italia está gravemente retrasada, un retraso que recuperar rápidamente haciendo un compromiso adecuado en la actuación y de forma prolongada en el tiempo”.
Sin embargo, existen “dos ventajas potenciales”, es decir “la solidaridad interna y la relevancia social de las familias italianas”. Pero “para ser eficaces, esta sinergia debe ser consciente e implicar a cada una de las partes de nuestra sociedad”.
El objetivo de este Informe-propuesta, con concluyó, “es la de hacer penetrar en el cuerpo social total la conciencia del reto demográfico que Italia debe enfrentarse”.
Con la familia se juega el cambio y es necesario invertir
El profesor Giancarlo Blangiardo, en su intervención, se centró “en la concienciación, capaz de conducirnos a la acción”. El docente recordó los datos estadísticos arriba mencionados, y como difieren de los de hace cuarenta años, cuando los “under” 20 eran 17 millones y los mayores de 60 sólo 6 millones, con un saldo positivo de 400 mil nacimientos al año. “Hoy el saldo natural es negativo”, y aunque los inmigrantes están ayudando a la demografía, a medida de que se integran reducen su tasa de natalidad.
El fenómeno de las cunas vacías no es, generalmente, una renuncia definitiva sino sobre todo un aplazamiento en el tiempo motivado por razones económicas.
Y luego están los jóvenes adultos, llamados “niños grandes”, y el “envejecimiento demográfico y la necesidad de reestructurar las pensiones”. Y dentro de poco, si continúa este avance, “habrá más personas de 80 años que niños de diez”.
“Es sobre la familia donde se debe crear el cambio -observó. Nos guste o no, la familia debe volver al centro”- Y recordó un dato doloroso: “la inmigración es un recurso adquirido, aunque el número total de los inmigrantes es igual al número total de abortos realizados. Hemos ganado un fuerte recurso pero hemos perdido otro muy importante”.
El experto concluyó d
iciendo que existe un Plan nacional sobre la familia, que se ha quedado en el papel, y deseó que “una parte de los recursos se puedan dirigir a las familias y al problema demográfico”.
Que el Estado cree condiciones pero que no intervenga
El profesor Francesco D’Agostino por su parte comenzó su intervención recordando una película de Woody Allen, en el que al protagonista le aterroriza la idea de vivir hasta los 120 años y que dice: “¿Como haré sino tengo dinero?”. Y recordó a Víctor Hugo que escribió: “El respeto por los mayores y el amor por los hijos mueren a la vez”.
Para el docente, “a la disminución de la población le corresponde un aumento de los impuestos, del 25 al 43%” equivalente a la “mitad de los ingresos”. Sin hijos, de hecho, aumenta el envejecimiento de la población y aumentan por tanto los gastos fijos, conduciendo a “un aplazamiento de las amortizaciones de las familias hacia las pensiones”. Más allá del problema de que “si no hay hijos habrá menos trabajo y se producirá la deslocalización hacia el tercer mundo”.
“La única estructura para contrastar el invierno demográfico -recordó- es la familia”, pero el estado no debe intervenir de forma coactiva porque en estos casos los resultados son negativos. Como la política del hijo único en China o en Suecia con intervenciones que han creado situaciones problemáticas como las madres solteras.
Y concluyó diciendo: “La hipótesis del informe es optimista. Los hombres quieren las relaciones intergeneracionales para que no haya obstáculos que lleven a un aplazamiento sine die”.
La deuda demográfica, como la económica, se paga.
El profesor Antonio Golini, sin embargo, observó que se habla mucho de la deuda económica, pero que en realidad existe una “deuda demográfica” más profunda, que nos veremos obligados a pagar: “si el crecimiento es demasiado explosiona como en África, pero si es demasiado pobre la población implosiona”.
Es necesario dar “a las mujeres y parejas que no quieren tener hijos, toda la libertad de tener uno sólo”, pero “también dar la libertad económica y psicológica de tener cuatro hijos”. Y concluyó: porque “además de la penalización económica está la psicológica-social: ‘cuatro hijos ¡madre mía!’”.