CIUDAD DEL VATICANO, viernes 7 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- «Es necesario que la comunidad internacional y sus organismos, entre ellos la ONU, se pongan en marcha para encontrar una solución a la falta de un Estado en Somalia». Monseñor Giorgio Bertin, que en el martirizado país africano es administrador apostólico, lanza un llamamiento para que se haga algo, ahora, para resolver la dramática crisis política, social, económica y humanitaria que atraviesa el Cuerno de África.
Según las últimas estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA), los conflictos y la sequía más grave de los últimos 60 años están provocando el hambre a cerca de 13 millones de personas entre Somalia, Kenia, Etiopía, Yibuti y la región Karamoja de Uganda.
Interviniendo en una rueda de prensa en el Vaticano para informar sobre el compromiso de la Iglesia católica en este rincón del continente africano, monseñor Bertin advierte: «Más allá de la respuesta emotiva», provocada por ejemplo por las imágenes de los niños sufrientes, “es bueno que se pregunte por qué se ha llevado a esta situación”.
“Ciertamente es necesario responder a la emergencia de estos días”, pero sin embargo “es necesario mirar también al futuro” para evitar que se repita. Como subrayó a la prensa también Kenneth F. Hackett, presidente del Catholic Relief Services, en otros términos, la palabra clave es “planificar”.
«Gracias a la Cáritas local y a las parroquias, asistimos a 1,1 millones de personas, es decir, al 10% de la población afectada por la tragedia», explica a los medios de comunicación Michel Roy, secretario general de Caritas Internationalis. Las peticiones son muchas: hacen falta tiendas de campala, agua para beber y para los cultivos y animales, semillas, asistencia para los discapacitados y para los niños menores de 5 años. Sin olvidar la asistencia psicológica y espiritual.
Pero “sobre todo – insiste Roy –, es necesario proyectar el futuro, es decir, crear nuevos poxos, sistemas de gestión hídrica, desarrollar simiente resistente a la sequía y formar a la población local a afrontar las probables carestías que vendrán un mañana”.
Se han entregado ya, a través del Consejo Pontificio Cor Unum, casi 400.000 dólares en primeras intervenciones. Lo recordó precisamente su presidente, el cardenal Robert Sarah que lanza un “llamamiento” por la educación y pide la construcción de “una escuela en cada pueblo” para Somalia y el Cuerno de África: «Donde hay una escuela, hay un futuro posible”.
Después, dirigiéndose a la comunidad internacional, el cardenal Sarah renovó el llamamiento de Benedicto XVI y explicó por qué los Estados no pueden cerrar los ojos ante un drama tan grande: «Por desgracia, a menudo advertimos que los mecanismos que gobiernan la acción internacional están marcados por la búsqueda del interés de cada país. Prevalecen los aspectos del egoísmo también en la política internacional».
«Debemos dejarnos inspirar para llevar a cabo una política que tenga en cuenta de verdad el bien común – concluyó el cardenal Sarah -. Sólo la búsqueda del bien común permite que no haya vencedores y vencidos, verdugos y víctimas, explotadores y hambrientos. Debe prevalecer una visión del hombre y de la sociedad donde al valor económico se reconozca la importancia que le corresponda, pero no la decisión última sobre el bien y el mal».
Por último, se habló sobre la actual colaboración que se está llevando a cabo en Somalia entre organismos católicos y musulmanes, y se puso de manifiesto la colaboración ecuménica que distingue a las iglesias cristianas del Cuerno de África.
Durante la rueda de prensa se hizo pública una carta del Arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia Anglicana, Rowan Douglas Williams, en la que muestra sus preocupaciones y esperanzas, augurando que “nunca más” muera la gente por hambre y sed.
«He asistido a 15 conferencias internacionales y conferencias de paz para Somalia – concluyó monseñor Bertin -. No debemos renunciar a creer sólo porque hayan ido mal. Es necesario en cambio que la comunidad internacional redoble los esfuerzos».
Por Mariaelena Finessi