CASTEL GANDOLFO, viernes, 9 de abril de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este lunes, 5 de abril, al rezar el «Regina Caeli» en Castel Gandolfo.
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Queridos hermanos y hermanas: En la luz de la Pascua, que celebramos durante toda esta semana, renuevo mi más cordial deseo de paz y alegría. Como sabéis, el lunes que sigue al domingo de Resurrección se llama tradicionalmente «lunes del Ángel». Es muy interesante profundizar en esta referencia al «ángel». Naturalmente, el pensamiento se dirige inmediatamente a los relatos evangélicos de la resurrección de Jesús, en los que aparece la figura de un mensajero del Señor. San Mateo escribe: «De pronto se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve» (Mt 28, 2-3).
Todos los evangelistas precisan luego que, cuando las mujeres se dirigieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío, fue un ángel quien les anunció que Jesús había resucitado. En san Mateo este mensajero del Señor les dice: «No temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí; ha resucitado, como lo había dicho» (Mt 28, 5-6); seguidamente les muestra la tumba vacía y les encarga que lleven el anuncio a los discípulos. San Marcos describe al ángel como «un joven, vestido con una túnica blanca», que da a las mujeres ese mismo mensaje (cf. Mc 16, 5-6). San Lucas habla de «dos hombres con vestidos resplandecientes», que recuerdan a las mujeres que Jesús les había anunciado mucho antes su muerte y resurrección (cf. Lc 24, 4-7). También san Juan habla de «dos ángeles vestidos de blanco»; es María Magdalena quien los ve mientras llora cerca del sepulcro, y le dicen: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Jn 20, 11-13).
Pero el ángel de la resurrección tiene también otro significado. Conviene recordar que el término «ángel», además de definir a los ángeles, criaturas espirituales dotadas de inteligencia y voluntad, servidores y mensajeros de Dios, es asimismo uno de los títulos más antiguos atribuidos a Jesús mismo. Por ejemplo, en Tertuliano, en el siglo iii, leemos: «Él -Cristo- también ha sido llamado «ángel de consejo», es decir, anunciador, término que denota un oficio, no la naturaleza. En efecto, debía anunciar al mundo el gran designio del Padre para la restauración del hombre» (De carne Christi, 14). Así escribe Tertuliano. Por consiguiente, Jesucristo, el Hijo de Dios, también es llamado el ángel de Dios Padre: él es el Mensajero por excelencia de su amor.
Queridos amigos, pensemos ahora en lo que Jesús resucitado dijo a los Apóstoles: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21); y les comunicó su Espíritu Santo. Eso significa que, como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino. Ciertamente, seguimos siendo por naturaleza hombres y mujeres, pero recibimos la misión de «ángeles», mensajeros de Cristo: a todos se nos da en el Bautismo y en la Confirmación. De modo especial la reciben los sacerdotes, ministros de Cristo, a través del sacramento del Orden; me complace subrayarlo en este Año sacerdotal.
Queridos hermanos y hermanas, nos dirigimos ahora a la Virgen María, invocándola como Regina caeli, Reina del cielo. Que ella nos ayude a acoger plenamente la gracia del misterio pascual y a ser mensajeros valientes y gozosos de la resurrección de Cristo.
[Después del rezo del «Regina caeli», Benedicto XVI saludó a los fieles y peregrinos en francés, inglés, alemán, español, polaco e italiano. En lengua española dijo: ]«Dirijo mi cordial saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Que el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte llene vuestra vida de alegría y paz, y os ayude siempre a ser consecuentes con vuestra condición de cristianos. No tengáis miedo. Cristo ha resucitado y vive entre nosotros. Su presencia amorosa acompaña el camino de la Iglesia y la sostiene en medio de las dificultades. Con esta certeza en vuestro corazón, ofreced al mundo un testimonio sereno y valiente de la vida nueva que brota del Evangelio. ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!».
[Traducción de «L’Osservatore Romano© Libreria Editrice Vaticana]