CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI advirtió este domingo que no sólo existe la muerte corporal, sino también una «muerte espiritual» que corre el riesgo de acabar con la vida del ser humano.
Así lo explicó al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, bajo un cielo cubierto por las nueves, meditando en el evangelio de la liturgia de este domingo, el último antes de la Semana Santa, la resurrección de Lázaro.
«La muerte –dijo el Santo Padre– representa para nosotros como un muro que nos impide ver mas allá; y sin embargo nuestro corazón se asoma mas allá de este muro, y aunque no podamos conocer lo que esconde, sin embargo, lo pensamos, lo imaginamos, expresando con símbolos nuestro deseo de eternidad».
El ser humano, constató el obispo de Roma, anhela «una ‘patria’, que lo reciba al final de sus fatigas». Ahora bien, él mismo reconocó que la fe en la vida eterna no es algo fácil.
«Incluso entre los cristianos, la fe en la resurrección y en la vida eterna va acompañada con frecuencia de muchas dudas, y mucha confusión, porque se trata de una realidad que sobrepasa los limites de nuestra razón y exige un acto de fe», reconoció.
Ahora bien, con la fe en Cristo todo cambia. «¡Esta es la verdadera novedad, que irrumpe y supera toda barrera! Cristo derrumba el muro de la muerte, en Él se encuentra toda la plenitud de Dios, que es vida, vida eterna».
La otra muerte
Pero «hay otra muerte», advirtió el Santo Padre, «que costó a Cristo la lucha más dura, incluso el precio de la cruz: se trata de la muerte espiritual, el pecado, que corre el riesgo de arruinar la existencia del hombre».
«Cristo murió para vencer esta muerte, y su resurrección no es el regreso a la vida precedente, sino la apertura a una nueva realidad, a una ‘nueva tierra’, finalmente reconciliada con el Cielo de Dios».
El miedo a la muerte, por tanto, se supera en la medida en que es posible decir a Cristo, como Marta, la hermana de Lázaro en el Evangelio: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
Antes de despedirse de los peregrinos, hablando en español, el pontífice les dejó un consejo: ante la proximidad del comienzo de la Semana Santa, «pidamos a la Virgen María que nos ayude en nuestro camino de preparación espiritual, para que, a través de la oración, las obras de caridad y de penitencia cuaresmal, podamos participar con fruto en la Pascua de Aquel que es la resurrección y la vida«.