Fallece a los 90 años un obispo chino, tras décadas de privación de libertad

Monseñor Agustín Hu Daguo pagó un elevado precio por su fidelidad al papa

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 27 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- El 17 de febrero, a la edad de 90 años, falleció monseñor Agustín Hu Daguo, obispo legítimo y clandestino de la prefectura apostólica de Shiqian (Shihtsien), en la provincia de Guizhou (China continental). Paso décadas de su vida en prisión, en campos de trabajos forzados y en privación de libertad a causa de su fidelidad al papa.

El prelado había nacido el 15 de mayo de 1921 en una familia de tradición cristiana en Tongzhou, en el condado de Pingtang, Guizhou. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951. El 4 de abril de 1955, cuando era vicepárroco de Youtangkou, fue arrestado y detenido durante tres años en el centro de detención de Guizhou.

En 1958 fue condenado a diez años de trabajos forzados y reeducación en tres fábricas de Guizhou. Tras cumplir la pena, las autoridades le mantuvieron en régimen de detención condicional, en la fábrica de Fuquan. Luego fue rehabilitado y enviado a dar clases al seminario teológico de Chengdu, en la provincia de Sichuan.

Las dificultades para el prelado no habían terminado todavía porque, cuatro años después, a causa de su firme fidelidad al papa, fue retirado de la enseñanza. Decidió regresar a Guizhou, donde fue nombrado párroco de Duyun, Dushan, Fuquan Tuanbo y Wen’an.

En 1987 fue ordenado obispo por el fallecido monseñor José Fan Xueyan, de Baoding.

«Las autoridades civiles, que nunca le reconocieron como obispo, le impidieron residir en Shiqian. A pesar de que tenía que vivir en Duyun, en la arquidiócesis de Guiyang, él, con discreción y eficacia, administró al clero y los fieles de su prefectura apostólica con gran celo y fervor espiritual, volviendo a dar vida y esperanza a las diferentes comunidades parroquiales, esparcidas por las zonas montañosas», explica «L’Osservatore Romano» en la edición italiana del 27 de febrero.

En 1999, a la edad de casi 80 años, tuvo un accidente en la pierna del que nunca pudo restablecerse complemente. Con el avance de su enfermedad, en los últimos años, se dedicó sobre todo a ofrecer el sacramento de la confesión.

«En él, como en otros muchos obispos chinos que han muerto en los últimos años, se han cumplido las palabras del libro de la Sabiduría: ‘Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento'», concluye el diario vaticano citando el libro de la Sabiduría 3, 1.

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ZENIT Staff

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