CIUDAD DEL VATICANO, martes 1 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- Una acción misionera más incisiva trae como fruto precioso, junto al fortalecimiento de la vida cristiana en general, el aumento de las vocaciones de especial consagración.
Así lo afirma el Papa Benedicto XVI en su Mensaje al II Congreso Continental Latinoamericano sobre Vocaciones, promovido por el CELAM, que se celebra en Cartago (Costa Rica) desde ayer hasta el próximo 5 de febrero.
En este texto, y enlazando con el Mensaje conclusivo de la Asamblea de Aparecida, el Papa afirma que “la abundancia de vocaciones es un signo elocuente de vitalidad eclesial, así como de la fuerte vivencia de la fe por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios”.
La Iglesia, explica el Papa, “en lo más íntimo de su ser, tiene una dimensión vocacional”. Y por tanto “la vida cristiana participa también de esta misma dimensión vocacional que caracteriza a la Iglesia”.
“En el alma de cada cristiano resuena siempre de nuevo aquel ‘sígueme’ de Jesús a los apóstoles, que cambió para siempre sus vidas”, subraya.
Por otro lado, recordando el llamamiento a la “gran misión continental” lanzada en la Asamblea de Aparecida, añade que esta tarea “requiere un número cada vez mayor de personas que respondan generosamente al llamado de Dios y se entreguen de por vida a la causa del Evangelio”.
Vida espiritual
Dentro de los factores que coadyuvan al despertar de la vocación, el Papa señala especialmente el cuidado de la vida espiritual, precisamente porque “la vocación no es fruto de ningún proyecto humano o de una hábil estrategia organizativa”.
Al contrario, se trata de “una iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que entra en la vida de una persona cautivándola con la belleza de su amor, y suscitando consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino”.
Por eso, exhorta el Papa a los obispos latinoamericanos, “hay que tener siempre presente la primacía de la vida del espíritu como base de toda programación pastoral”.
“Es necesario ofrecer a las jóvenes generaciones la posibilidad de abrir sus corazones a una realidad más grande: a Cristo, el único que puede dar sentido y plenitud a sus vidas”.
“El testimonio fiel y alegre de la propia vocación ha sido y es un medio privilegiado para despertar en tantos jóvenes el deseo de ir tras los pasos de Cristo. Y, junto a eso, la valentía de proponerles con delicadeza y respeto la posibilidad de que Dios los llame también a ellos”.
Además, añade, la pastoral vocacional “ha de estar plenamente insertada en el conjunto de la pastoral general, y con una presencia capilar en todos los ámbitos pastorales concretos”.
“La experiencia nos enseña que, allí donde hay una buena planificación y una práctica constante de la pastoral vocacional, las vocaciones no faltan. Dios es generoso, e igualmente generoso debería ser el empeño pastoral vocacional en todas las Iglesias particulares”, concluye.