Imposición
Cuando llevé a mis estudiantes a Florencia el pasado fin de semana, hicimos nuestra parada obligatoria para ver el David de Miguel Ángel. Esta vez, sin embargo, había un poco más de “arte” del que yo esperaba en la Academia. Las esculturas de Miguel Ángel se emparejaban con fotografías en blanco y negro de Robert Mapplethorpe, el controvertido fotógrafo americano conocido por sus imágenes homoeróticas, que murió de Sida en 1989.
Tras el desconcierto inicial causado por estar con mis estudiantes en presencia de obras tan cargadas de erotismo, traté de entender lo que los directores tenían en mente. Desafortunadamente, la única conclusión que podía sacar era que la Academia estaba tratando de establecer un paralelismo entre las esculturas de desnudos de Miguel Ángel y los hombres y mujeres desnudos fotografiados por Mapplethorpe.
Más allá de la comparación fácil entre las poderosas formas talladas por Miguel Ángel y la selección de Mapplethorpe de modelos perfectamente musculosos para su lente, tienen poco que ver entre ellos. Superficialmente, se podría pensar que compartían una característica formal en su hábito de reducir el arte a lo esencial. Miguel Ángel estaba interesado en algo más, aparte de la forma humana y sus paisajes, la arquitectura y los fondo eran consideraciones meramente superficiales, mientras que Mapplethorpe no quería distracciones en su tema y utilizaba el mínimo de vestuario escénico en sus obras.
Ahí en cualquier caso, termina la similitud. Mapplethorpe exaltó la forma humana para su propio uso temporal; Miguel Ángel intentó mostrar al hombre no como es, sino como lo que estaba llamado a ser.
Las primeras imágenes de Mapplethorpe estaban sutilmente distribuidas en la galería principal junto a los “esclavos” de Miguel Ángel, realizados para la tumba de Julio II en Roma. Estas serie de fotografías tituladas “Tomás”, tras el modelo, muestran un hombre desnudo posando dentro de un marco circular. En las cuatro imágenes, Tomás posa de forma distinta, pero siempre conformándose con la curva del círculo. La figura está prisionera del círculo, confinada dentro de su forma blanca y estéril, y el modelo sigue la línea dictada por la forma. Parece estar plegado a la voluntad de la lente de Mapplethorpe, un siervo dócil y complaciente.
Los prisioneros de Miguel Ángel, esculpidos para decorar una estructura arquitectónica despejada, se dirigen contra sus límites en el espacio. Parecen constreñidos por los pilares arquitectónicos de la tumba de Julio II, pero se esfuerzan por ser libres, por expandir todo su potencial.
Quizás el mayor insulto de esta muestra era contra el David, la colosal estatua de Miguel Ángel de 1504. Símbolo del poder de Florencia, el David de Miguel Ángel fue ennoblecido por una cierta torpeza en las proporciones y la duda en la mirada, lo que refleja las pruebas y dificultades del héroe.
En contraste, el Tomás de Mapplethorpe parece lamentablemente de plástico, una masa de músculo sin historia que contar. La sustancia deja paso a la forma.
Por extraño que parezca, yo acababa de llegar de los Uffizi, donde había estado hablando de la única pintura sobre tabla de Miguel Ángel, el “Tondo Doni” con mis alumnos. Esta obra fue realizada inmediatamente después de que Miguel Ángel esculpiera el “David” en 1504.
El fondo de la obra carece notoriamente de paisaje, los árboles y los monumentos están sustituidos por cinco figuras desnudas, completamente absortas. Esto ha sido interpretado por los expertos como el mundo pagano, donde la belleza es un fin en sí misma, y el hombre adoraba su propia forma sensual.
La llegada del Cristianismo, plasmada en el color vibrante y los dinámicos escorzos de la obra de Miguel Ángel, dieron al hombre una belleza mayor a la que adorar, que es la Encarnación. Miguel Ángel no habría habría servido para las fotografías de Mapplethorpe más de lo que le habría servido a la revista Playboy.
Que los organizadores de esta exposición hayan tratado tan descaradamente de equiparar las fotografías de un hombre que se ha convertido en el icono del activismo homosexual con el arte de Miguel Ángel, es un triste reflejo de la ciudad que ha producido tantos héroes de la Iglesia, desde a San Antonino.
Miguel Ángel escribió un soneto en sus últimos años para expresar su amor a la figura humana; estas palabras tristemente, nunca tuvieron eco en Mapplethorpe.
“»Dios no se ha dignado a mostrarse en otro lugar más claramente que en las sublimes formas humanas. Las cuales únicamente amo, en la medida en que son Su imagen”. Miguel Ángel son. LVI
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Elizabeth Lev enseña arte y arquitectura cristianas en el campus italiano de la Duquesne University y en el programa de estudios de la Universidad Católica de Santo Tomás. Puede contactarse con ella en lizlev@zenit.org
[Por Elizabeth Lev, traducción del inglés por Inma Álvarez] <br>