Obispos argentinos: la ludopatía, un flagelo creciente

Advierten de los peligros de la adición al juego de azar

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BUENOS AIRES, martes, 21 diciembre 2010 (ZENIT.org).- La ludopatía es un fenómeno creciente en Argentina. Un adicción que puede llegar a ser una verdadera lacra social y que, como todas las dependencias, afecta en primer lugar a la familia. Ante este peligro, los obispos argentinos –a través de un documento hecho público por la Comisión Permanente del Episcopado– advierten de los peligros de este que han denominado «flagelo».

Los obispos señalan que dedicarán el próximo año 2011 a resaltar el valor de la vida humana y su dignidad inviolable: «Todo lo que agreda o limite la dignidad de la vida personal y social es un obstáculo en el camino de plenitud al cual estamos llamados», afirman en su documento para este Adviento.

Uno de los valores fundamentales, subrayan, es la libertad, «tan apreciada por nuestra sociedad».

Por ello expresan su «inquietud y dolor por un flagelo creciente para muchas familias: la adicción al juego de azar».

Ya en el documento «Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016», señalaban que «en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego de azar», lo cual «puede favorecer actitudes adictivas». Se refieren en este documento «al juego como estructura lucrativa, sea privada o estatal, con sus diferencias según el caso».

Los prelados se declaran testigos de cómo han proliferado los casinos, los bingos, unidos al fabuloso negocio de las máquinas tragamonedas, aun en cercanías a barrios pobres, así como «las cuantiosas ofertas de juegos de apuestas en locales de lotería». El fenómeno de las nuevas tecnologías, como Internet, añaden, «hace emerger nuevas y cada vez más masivas formas de juego».

Los pastores argentinos, sin eufemismos, denuncian que «el juego de azar es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres».

Se declaran enterados también «de la vinculación de esta actividad con el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas».

Ante estos problemas, afirman, «el Estado debe garantizar la protección integral de la familia».

Quien se apasiona en el juego, advierten, «puede arriesgar y perder aquello que pertenece también a su cónyuge y sus hijos. Es una acción que daña la comunión familiar, y lleva muchas veces a discusiones, reproches y peleas. Cuando la situación se torna incontrolable, aparecen las conductas adictivas. La ludopatía es una enfermedad emocional de naturaleza progresiva. Quien padece esta patología suele tener baja estima de sí mismo. Desde esta perspectiva hay una raíz común con otras adicciones».

Los obispos recuerdan que el papel del estado es central a la hora de abordar estos problemas derivados del juego de azar. «Por un lado –sugieren–, debe dedicar recursos económicos para atender los efectos de esta adicción. Por otro, tiene que regular con transparencia la actividad del juego de azar con límites de horarios y lugares de funcionamiento, cuidando especialmente a los pobres. Es muy importante fortalecer la moral del pueblo y evitar toda sospecha de corrupción».

La educación, indican los pastores argentinos, es fundamental, así como la prevención: «La familia, las comunidades religiosas, las escuelas, los clubes; tenemos que mostrar la belleza de la existencia y fortalecer lazos afectivos y sociales. Hemos de fomentar espacios de encuentros familiares, festivos, deportivos».

Si el adicto es un enfermo, señalan, «hay que abrazarlo con ternura y ayudarle a su recuperación».

Para esto, los obispos explicitan varios caminos, según el grado de la patología y la necesidad de la persona: «Algunos requieren un tratamiento integral que incluya tres pilares: el médico-psiquiátrico, la terapia psicológica y la integración en grupos de autoayuda (muchos de los cuales funcionan en nuestras parroquias)».

 «No podemos olvidar -afirman- que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente sana y libera», citando el Documento de Aparecida, 405.

En el camino de sanación, recuerdan, «es vital desplegar la dimensión religiosa del ser humano», como lo han constatado las comunidades terapéuticas. «La experiencia de encuentro con Dios Padre y Misericordioso, sana las heridas de la vida y es fortaleza para reconstruir la persona y restablecer lazos familiares y de amistad», señalan.

Por ello los obispos adelantan que, en la Cuaresma de 2011, realizarán una campaña de concientización en todas nuestras comunidades acerca de los peligros y daños a la vida digna que encierra esta adicción.

Con esta carta, desean «generar conciencia sobre lo dañino y perverso de la proliferación de estas ofertas del juego y sus consecuencias, porque constituyen un serio obstáculo social, político, moral y cultural para erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral de todos».

Reconocen con San Pablo que «hemos sido llamados para vivir en libertad» (Gal. 5,13), por lo que, dicen, «fomentar nuevas esclavitudes no nos hará más libres ni más hermanos».

Puede leerse el documento «El juego se torna peligroso» http://www.episcopado.org

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ZENIT Staff

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