HUESCA, sábado, 20 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio al XII Domingo Tiempo Ordinario, 21 de junio, «La tempestad» (Marcos 4, 35-40), escrito por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca.
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Los discípulos que sienten miedo ante la tempestad mientras van en la barca con un Jesús que duerme. Habían estado disfrutando del inusitado éxito que la predicación de su Maestro tenía en el gentío, y habían gozado con la explicación detallada de las parábolas que a ellos les hacía después en privado. Todo era tan hermoso, pero Jesús les arranca de allí al atardecer para conducirlos la ribera opuesta. Por eso les dolía la aparente pasividad durmiente de Jesús. Era una tormenta bien real: fuerte huracán, olas que rompen contra la barca, agua que la llena hasta anegarla…; como real era el sueño de Jesús: en la popa, sobre un almohadón, dormido de veras. El testigo quedó impresionado y anotó un sin fin de detalles de aquella escena.
El discípulo de Jesús, entonces y siempre, no es el que tiene la vida más fácil, como si en el bautismo nos «perdonasen» la fatigas y el penar que toda andadura humana conlleva. La aventura de la fe no rebaja el realismo de la vida, ni camufla todo lo que ésta trae en positivo y en negativo. La novedad consiste en que la fe nos permite ver y vivir lo que vive y ve cualquier persona, pero con otro significado: el que se deriva del acontecimiento cristiano, el que aprendemos en la Persona y la Palabra de Jesús. Esto es lo que aporta la fe ante el dolor, la enfermedad, ante la misma muerte. Si no se tiene fe, o es insuficiente, entonces el cristiano vive su existencia como la puede vivir cualquiera: desde la euforia o la depresión, desde el miedo o la osadía, con pánico o con calma… todo depende del fugaz estado de ánimo o de la circunstancia.
Hay que leer este Evangelio descubriendo las tormentas que acechan nuestro camino, los nubarrones que amenazan el presente de la humanidad: ¿la violencia, la guerra, el paro, las mil infidelidades, la corrupción, la inseguridad, la debilidad de pensamiento…? Y ¿cómo reaccionamos? Porque hay gente que se tapa los ojos para no ver, o declina la responsabilidad e inculpa al gobierno de turno, a la Iglesia, o incluso a Dios. Pero también hay gente que afronta con serenidad responsable la construcción de un mundo nuevo, más allá de las nubes que lo asustan y atemorizan, y ponen lo mejor de sí para hacer una sociedad menos tempestuosa, que glorifica a Dios y dignifica al hombre. Gente que sabe que Jesús está en la misma barca, y que nos encamina a la otra orilla, al puerto seguro. Esta es la sabiduría de los muchos santos que en el mundo han sido: haber descubierto que ante las tremendas tempestades de la vida, el Señor no está ausente ni dormido, sino que actúa en nuestra libertad, en nuestras manos desatadas de cualquier esclavitud y en nuestro corazón despierto de cualquier dormidera.