MADRID, viernes, 24 oct 2008 (ZENIT.org).- La periodista española y profesora de Ética y Deontología Ninfa Watt, ha intervenido en la polémica sobre “Camino”, sobre la niña madrileña Alexia, actualmente en proceso de beatificación, y sobre la que Zenit informó el pasado 1 de octubre.
La periodista y miembro laico de la Compañía de Santa Teresa Ninfa Watt ha escrito sobre un tema que conoce de cerca, porque la adolescente Alexia González-Barros, con una causa de canonización introducida, estudió en el colegio que esta congregación religiosa tiene en Madrid.
Watt recuerda que, en la rueda de prensa de presentación de la película “Camino”, Javier Fesser, su director, afirmó que la película es una ficción donde no hay nada inventado. Según la periodista, que ha sido directora de la revista “Vida Nueva” y actualmente es profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca, un 80% de la historia que cuenta “Camino” ha salido de tres biografías: “Alexia, experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente”, de Mª Victoria Molins, religiosa y periodista de la Compañía de Santa Teresa; “Alexia: alegría y heroísmo en la enfermedad”, de Miguel Angel Monge; “Un regalo del cielo, de Pedro Antonio Urbina”.
Sobre esta base real, añade Ninfa Watt “hay numerosas invenciones que deforman la realidad de la historia y le dan un carácter caricaturesco e insultante para la familia de Alexia González-Barros, que vivió en su momento una experiencia muy dolorosa ante la enfermedad y muerte de una hija, o una hermana, adolescente”.
Respondiendo a numerosas preguntas, Watt ha elaborado una serie de aclaraciones que recogemos en su totalidad por son sumamente esclarecedoras:
Sobre el padre de Alexia, Francisco González-Barros. “En la película el padre de Camino-Alexia es un hombre pusilánime, sin firmeza en su fe que muere en un trágico accidente antes que su hija. En la realidad: El padre de Alexia era un hombre de sólidas convicciones cristianas, que acompañó a su hija en su lecho de muerte, más tarde se hizo supernumerario del Opus Dei, y falleció veinte años después que su hija”.
La vida cristiana de Alexia: En la película se presenta a Camino-Alexia como una niña manipulada por su madre y, al final, sin fe. La realidad: “Por sus actitudes, comprendía que Alexia estaba muy cerca de Dios, que hablaba al Señor como a un amigo: con confianza. Ella lo ofreció todo, absolutamente todo, sabía que el tesoro que tenía en las manos, tenía que administrarlo bien, con mucho amor, con renuncia total. ¡Cuántas veces habrá repetido ante el sagrario la frase que el Señor suscitó en su alma cuando era muy pequeña: ‘¡Jesús que yo haga siempre lo que Tú quieras!’”.
Nunca se rebeló y mantuvo su alegría y su paz cada día. Fue ella y no la familia quien hizo que todas aquellas cosas tan difíciles se transformasen en normales. Fue ella quien “tiró” de nosotros y nos llevó a su paso, en tanto que ella andaba al paso de Dios”. (Testimonio de Francisco González-Barros, recogido en www.alexiagb.org.
La misma Alexia, pocos días antes de morir, contaba de este modo su experiencia a sus compañeras de colegio: “Todos los días el capellán me traía la Comunión que tanto me conforta. (…) aunque no lo creáis, Dios da las fuerzas necesarias y todavía te dan ganas de reír un poquito. (…) Os vuelvo a repetir que noto lo mucho que rezáis por mí y que me tenéis presente. Decidles a las niñas nuevas que, aunque no las conozco, también las tengo presentes y que tengo muchas ganas de conocerlas. (Carta de Alexia a sus compañeras de colegio antes de morir).
La madre de Alexia: Ramona (Moncha) González: En la película aparece como una fanática religiosa, manipuladora, fácil de convencer con planteamientos pueriles, y obsesionada por controlar a sus hijas. La realidad: “Era una mujer culta, sumamente amable y educada, cariñosa, decidida a que sus hijos conociesen mundo, aprendiesen idiomas y tomasen decisiones por sí mismos después de estar bien informados. El sentido religioso, la fe, y la aceptación serena de los acontecimientos, formaban parte de los valores que vivía con naturalidad en su ambiente familiar”.
“Tanto a mi esposa como a mí, nos importaba mucho su formación humana e intelectual, para que sin uniformidad y según el carácter de cada uno, pudieran ejercer la libertad personal y ejercitarla con plena responsabilidad. Ni con Alexia ni con sus hermanos, los padres hemos tomado determinación alguna que pudiera afectarles sin que les fuese previamente razonada, con ello tratábamos de que fueran adquiriendo criterio. Así Alexia lo adquirió con cierta rapidez y sabía ponerlo de manifiesto cuando llegaba el momento de tomar alguna decisión sobre cualquier tema familiar”. (Testimonio de Francisco González-Barros).
El “novio” de Alexia. En la película, a Camino-Alexia le gusta un niño que se llama Jesús. Su madre no lo sabe porque ella lo guarda como un secreto. El poner ese nombre al personaje de ficción, provoca una buscada confusión entre ese adolescente y la figura de Jesús, Jesucristo, hijo de Dios, a quien la niña se refería en sus conversaciones y oraciones. La realidad: “A Alexia le gustó un niño que se llamaba Alfonso y que conoció en verano de 1984 en Vall-Llobrega. Fue un amor platónico, de adolescencia, porque nunca llegaron a hablar. Ella se lo contó a su madre que, en este tema, como en tantos otros, era su confidente y cómplice. En una ocasión, su madre le regaló una pegatina que ponía ‘I love Alfonso’. Al dársela, Alexia comentó sonrojándose: ‘¡Qué cosas tienes, mamá!’”.
La hermana numeraria. En la película, Camino-Alexia tiene una hermana numeraria que se hizo del Opus Dei por un desengaño amoroso propiciado maliciosamente por su madre, que intercepta su correspondencia. Vive en un centro del Opus Dei en Pamplona. La realidad: “La hermana de Alexia, Mª José, era considerada por sus compañeras de colegio como una persona muy inteligente, independiente, algo rebelde en su pensamiento, con fuerte personalidad. Pidió la admisión como numeraria a los 22 años y, al enfermar su hermana, vivía en Madrid (donde sigue residiendo). En aquel momento daba sus primeros pasos en el mundo laboral después de terminar dos licenciaturas -Farmacia y Antropología americana- que estudió en la Universidad Complutense”.
La devoción al ángel custodio: En la película, Camino-Alexia tiene horror a los ángeles de los que le habla su madre porque tiene pesadillas con un espantoso ángel siniestro que la acosa. La realidad: “Alexia tuvo desde pequeña mucha devoción al ángel custodio al que “bautizó” con el nombre de Hugo y al que acudía con fe”. (Mª Victoria Molins, Alexia: experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente).
El traslado a la Clínica Universitaria de Navarra: En la película, un sacerdote del Opus Dei convence a su padre, en medio de un forcejeo, de que lleve a su hija a la Clínica de la Universidad de Navarra. La realidad: “Fue el propio padre de Alexia el que, preocupado por la evolución de la enfermedad, viajó a Pamplona para contrastar el tratamiento, y convenció a su familia, después de que un médico de la clínica Puerta de Hierro le dijera: ‘Si fuera mi hija, la llevaría a Navarra’”.
La muerte de Alexia: En la película, cuando muere Camino-Alexia, los médicos, enfermeras, sacerdotes y amigos presentes empiezan a aplaudir. En la rueda de prensa de la presentación de la película en San Sebastián, respondiendo a un periodista que le preguntó si había sido exactamente así, Javier Fesser afirmó que sí. La realidad: “El propio hermano de Alexia lo aclara tras
conocer esa afirmación: ‘Mi hermana Alexia no murió rodeada de aplausos. Murió rodeada de cariño. Cariño de sus seres queridos: padres y hermanos y con el silencio respetuoso de las enfermeras, doctores y enfermos que motu propio se acercaron a la habitación de Alexia. Murió mientras intentábamos tragar nuestras lágrimas, porque –no lo olvides- para nosotros era un verdadero drama el pensar en tener que soportar su pérdida. (Carta abierta a Javier Fesser de Alfredo González Barros).
El proceso de canonización: En la película -mientras la niña está muy enferma, hospitalizada-, un sacerdote del Opus Dei convence a la madre de que sería conveniente que “ayudara” al proceso de canonización de su hija, que sería así la primera santa de la Obra. Sugiere que se provoque una devoción que parezca espontánea. La realidad: “Durante la enfermedad, muchas personas del entorno de Alexia admiraban la entereza, la fortaleza, la madurez y hasta la alegría serena con la que sobrellevaba una situación tan inesperada como dolorosa. Su ejemplo de fe y esperanza ayudó a no pocos. Y, tras su muerte, los primeros escritos que narraban el proceso vivido empezaron a difundirse con una rapidez y extensión inusitadas”.
“En muy poco tiempo, a partir de su fallecimiento, su fama de santidad se extendió de manera espontánea y generalizada, y es mucha la gente que se siente removida por su ejemplo. Desde lugares tan diferentes y lejanos, como pueden ser Canadá o Filipinas, de todas partes del mundo, fueron llegando testimonios de almas que se han acercado a Dios. Obviamente, nosotros, su familia, jamás hubiéramos pensado en nada parecido, aunque sentíamos que Alexia estaba muy cerca de Dios. Sin embargo, un religioso claretiano nos hizo ver la obligación moral que teníamos, como padres, de llevar a cabo la tarea de someter el ejemplo de la vida de Alexia al juicio oportuno de la autoridad eclesiástica.
Por Nieves San Martín