CIUDAD DEL VATICANO, lunes 13 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- El pasado 25 de septiembre, el prefecto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede, cardenal Zenon Grocholewsky, presentaba en rueda de prensa una instrucción que en lo sucesivo regulará los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas católicos del mundo.
Se trata de unificar criterios a nivel mundial en cuanto a currículum y a organización de estos Institutos, que surgieron con el Concilio Vaticano II para responder al creciente interés de los católicos, en particular laicos y religiosos, por el estudio de la Teología y de otras ciencias sagradas.
Con este motivo, monseñor Jean-Louis Bruguès, arzobispo secretario de la Congregación para la Educación Católica, concedió a Zenit esta entrevista en la que explica el sentido de esta reforma y presenta las adaptaciones que ha querido la Congregación para permitir a un número mayor de laicos el acceso a una formación de calidad.
–¿Qué relación tienen hoy los Institutos de Ciencias Religiosas con las Facultades de Teología?
Monseñor Bruguès: Tenemos que comprender bien la situación: en la Iglesia hay un movimiento que consiste en dar cada vez mayor responsabilidades a los laicos. Y esto lo tenemos que mirar como un movimiento de confianza. A veces se trata de actividades tradicionalmente externas a la Iglesia, como las inversiones en el mundo económico, el mundo cultural… pero , y esto es nuevo, se pide mayor servicio a los laicos en el interior mismo de la Iglesia.
Quien habla de servicios y responsabilidades, habla necesariamente de formación. Es preciso que estos laicos estén capacitados para responder a las expectativas que recaen sobre ellos en estas diversas actividades.
Entonces, hay distintas formas de formación, las diócesis han tenido siempre algún tipo de formación para los laicos, pero esto no daba salida a la obtención de títulos. Era una medida para ponerlos a nivel.
Los laicos solían inscribirse en las facultades de teología, ya que eran las únicas instituciones que preveían un diploma reconocido por la Iglesia y que les podría asegurar una transición geográfica, pues con el diploma podían ir fuera.
Nos dimos cuenta entonces que no se podía pedir a los laicos que se plegaran a una formación que, de entrada, era para los clérigos.
Siempre ha habido laicos en las facultades, pero el número era simplemente más limitado. Cuando el número de laicos ha empezado a cobrar importancia, hemos creado en el seno de las facultades diferentes ciclos. Se trataba, en otros términos, de encontrar una formación que se adaptara mejor.
–¿Y cuáles han sido las modalidades de esta adaptación de la formación?
Monseñor Bruguès: Por ejemplo, un laico no puede ausentarse del trabajo profesional tres o cuatro años. Ha sido preciso concebir una formación que fuera compatible con sus actividades profesionales. Era necesario también tener una formación compatible con la vida familiar ya que la mayor parte de los laicos, no todos ciertamente, pero la mayoría, están casados y tienen hijos.
Y nos hemos percatado que no podíamos pedir a los seminaristas que cursaran los estudios por la noche, porque tienen obligaciones en el seminario, ni al mismo tiempo pedir a los laicos que cursen los estudios por la mañana. Entonces vimos que era preciso tener dos tipos de formación. Y se ha acentuado cuando hemos visto que no podíamos pedir a los laicos que siguieran cursos claramente orientados a la formación clerical, pienso en el campo sacramental, en la celebración de los sacramentos.
Por otra parte, teníamos la necesidad que los laicos siguieran cursos más sólidos en algunos campos. Hablo por ejemplo de mi área, la teología moral económica, la moral económica y la política… era necesario desarrollarlo más. Hay por tanto consideraciones de tipo metodológico, y también de contenido.
Pero los laicos no deben pensar que se les pone a disposición los institutos como si fueran una formación rebajada. Es una formación que mira a la excelencia universitaria, porque un instituto no puede existir si no es bajo la responsabilidad de una facultad de teología, no puede existir por sí solo.
–¿Y por qué, más bien que crear nuevos institutos, no se transformaban y conservaban los ciclos que existían en las facultades?
Monseñor Bruguès: Mientras se trata de laicos que son de la diócesis o del lugar donde se encuentra la facultad, no hay problema. Pero no olvidemos que tenemos laicos que vienen de diócesis vecinas, y que es complicado para ellos.
Dijimos que una facultad de teología podía tener alrededor de ella institutos. Hay países como Italia o España dónde hubo una multiplicación de estos institutos: en Italia hay 74, y en España alrededor de 30. En cambio en Francia no se han desarrollado, aunque sí que recientemente recibimos demandas de creaciones de institutos. De hecho, si me pongo en el lugar de un decano de una facultad de teología, más que complicarme la vida con varios ciclos dentro de mi facultad, estaría contento de tener un instituto que dependería de la facultad, pero que fuera específico para estos laicos.
–¿ De cuántos estudiantes estaríamos hablando?
Monseñor Bruguès: Esto depende muchísimo de países y lugares. Entonces, ya que usted habla de cifras, nuestro documento precisa que habitualmente un instituto no puede tener menos de 75 inscritos. Evidentemente vimos institutos crearse con algunas personas, pero esto no era significativo. Un mínimo de 75 inscritos, pero igualmente un mínimo obligatorio de cuatro profesores estables totalmente dedicados al instituto, si tienen sólo el primer ciclo y cinco profesores si hay también un segundo ciclo.
Es serio, no es una formación rebajada, por otra parte los diplomas son entregados en nombre de la facultad, por los profesores de la misma, que van a dar una enseñanza de igual calidad, simplemente adaptada. Para responder a su cuestión, habría que considerar la situación de cada una de las facultades de teología. En Francia imagino que el Instituto Católico de París y quizá también la Facultad de Notre Dame tengan la posibilidad de crear varios institutos, que podrían estar en París o por fuera.
–¿Acaso en estos institutos la finalidad formativa es más pastoral?
Monseñor Bruguès: No necesariamente, a lo que nos referimos es a una formación adaptada al modo de vida y a la actividad de los laicos. Las actividades no son necesariamente pastorales. Los laicos siempre tuvieron la misión de dar testimonio del Evangelio allí dónde estaban, en la familia, la vida profesional, pero hoy esta misión se encuentra renovada, es una nueva evangelización. ¿Entonces, cómo ayudarles en esta nueva evangelización? Hay un aspecto pastoral pero esto estrictamente no es solamente pastoral, debemos pensar en la nueva evangelización confiada a los laicos. No es confiada sólo a los laicos pero principalmente a ellos. ¿Entonces, cómo formarlos?
–¿Y estos institutos estarían especializados en un campo particular?
Monseñor Bruguès: Podemos imaginarlo. Necesariamente habría una formación teológica, que sería a la vez sintética y orgánica, con la ambición de poner a los laicos a buen teológico, pero podemos imaginar institutos que se especializarían en un terreno concreto. He recordado las actividades que les serían encomendadas a los seglares como la vida económica, la vida profesional, el campo político, pero también las comunicaciones y un ámbito que me parece muy importante, de donde se espera mucho: la cultura.
–¿ Entonces podemos decir que con este documento comienza la reforma de los textos normativos relativos a la formación universitaria, como Sapientia Christiana del año 1979?
Monseñor Bruguès: Esta fecha muestra que somos una generación posterior. Y ahora, en 25 años, pasan muchas cosas de una generación a otra. Nuestra congregación está convencida que hay que rehacer textos no a partir de cero, pero sí con una puesta al día, tanto para las facultades como para los institutos. El documento que ha sido presentado forma parte de este aggiornamento porque se percibió que estos institutos, que verdaderamente se habían multiplicado, carecían de criterios comunes.
–¿Creando estos institutos y enviando a ellos a laicos, no podrían vaciarse las facultades de teología allí dónde a veces son frágiles?
Monseñor Bruguès: ¡Es para esto que hay que estudiar cada situación! Si en una facultad de teología no hay clérigos en formación, no vamos a hacer institutos ya que los laicos están allí. En cambio cuando tenemos una facultad donde la presencia de los sacerdotes es dominante, vale más crear un instituto para los laicos. De hecho, estos institutos existen desde hace 20 años. No hay nada de nuevo en esto.
–¿Y no existe el riesgo de separar a la formación de los clérigos y la de los laicos haciéndola una formación más teórica porque ocupa toda la semana a tiempo completo ante una formación que sería más ligera?
Monseñor Bruguès: No creo, ahora, todo depende de la manera en la que será realizado. Pero la facultad de teología se hace institucionalmente garante de la calidad de la enseñanza que es dispensada. El hecho de que los profesores sean comunes es también una prueba de esta seriedad. Y no imagino que una facultad de teología se contente sólo con una formación teórica. Si hay clérigos, hay que formarles pastoralmente. Es parte de su misión.
–¿Entonces la preocupación pastoral y la visión del ministerio confiado a los laicos o a los clérigos conforman su formación?
Monseñor Bruguès: Sí, ciertamente.
[Por Stéphane Lemessin, traducido por Miriam Díez i Bosch]