Hace falta una “nueva mentalidad” ante la crisis alimentaria, afirma la Santa Sede

Intervención de monseñor Tomasi en el Consejo de Derechos Humanos

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GINEBRA, miércoles, 4 junio 2008 (ZENIT.org).- Frente a la crisis provocada por el rápido y vertiginoso aumento del precio de los alimentos, que está doblegando las economías de los países más débiles, la Santa Sede pide una «nueva mentalidad» para afrontar la emergencia. 

Interviniendo el 22 de mayo en Ginebra, en la Séptima Sesión Especial del Consejo de Derechos Humanos sobre el Derecho al Alimento, monseñor Silvano M. Tomasi pidió cumplir con decisiones dictadas por la voluntad de perseguir el bien común. 

En el debate «complejo y urgente» sobre el derecho al alimento, indicó el observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de Naciones Unidas en Ginebra, «hace falta una nueva mentalidad» que «ponga a la persona humana en el centro y no se concentre sólo en el beneficio económico». 

Actualmente, constató, nos encontramos ante el «aplastante desafío de nutrir adecuadamente a la población mundial, en un momento en el que se ha verificado un aumento global de los precios de los alimentos que amenaza la estabilidad de muchos países en vías de desarrollo». 

Esta situación «exige una urgente acción internacional concertada», subrayó. 

La crisis, indicó monseñor Tomasi, hace lanzar una alarma sobre las consecuencias negativas que afectan al sector agrícola mucho tiempo descuidado, aunque «más de la mitad de la población mundial lucha por sobrevivir a través de esta ocupación». 

Del mismo modo, llama la atención sobre las disfunciones del sistema comercial global, dado que cuatro millones de personas cada año se unen a los 854 millones que sufren hambre crónica. 

El prelado auspició que la sesión del Consejo «abra los ojos de la opinión pública sobre el coste mundial del hambre, que a menudo provoca carencias sanitarias y a nivel de instrucción, conflictos, migraciones incontroladas, degradación ambiental, epidemias e incluso terrorismo». 

Conferencias y declaraciones que se han sucedido en los años, recordó monseñor Tomasi, han reconocido el derecho a la alimentación concluyendo que «el hambre se debe no a la falta de alimento, sino más bien a la falta de acceso, tanto físico como financiero, a los recursos agrícolas». 

Aunque el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio mira a reducir a la mitad el número de personas que viven en extrema pobreza y oprimidas por el hambre antes de 2015, el prelado observó que «la sociedad debe afrontar la dura evidencia de que los objetivos establecidos muy a menudo no son acompañados por políticas coherentes». 

El aumento de los precios del alimento tiene consecuencias devastantes sobre los países pobres, porque mil millones de personas están obligadas a gastar casi toda su renta diaria de un dólar en procurarse alimentos. 

«La grave tarea que nos espera es proyectar y establecer políticas, estrategias y acciones eficaces que lleven a una cantidad de alimentos suficientes para todos», propuso monseñor Tomasi. 

El problema de una adecuada producción alimentaria, observó, «es más que una emergencia temporal». «Es estructural por naturaleza y debería ser afrontado en el contexto de un crecimiento económico que sea justo y sostenible». 

A este fin, «exige medidas que tengan que ver no sólo con la agricultura y el desarrollo rural, sino también con la salud, la educación, el buen gobierno, el dominio de la ley y el respeto a los derechos humanos». 

El impacto del comercio internacional sobre el derecho al alimento y la liberalización del comercio relativo a los productos agrícolas, añadió, tienden a favorecer a las multinacionales y por tanto a dañar la producción para las pequeñas realidades locales, que son la base de la seguridad alimentaria en los países en vías de desarrollo. 

Frente a esto, es necesario «un renovado empeño respecto a la agricultura, sobre todo en África», y a tal fin son fundamentales las inversiones en agricultura y el desarrollo rural, así como hay que reconocer «el deber de solidaridad respecto a los miembros más vulnerables de la sociedad». 

Entre las propuestas adelantadas por el prelado, figuran dar prioridad a la producción de alimentos, la eliminación de los subsidios injustos en agricultura, la organización de estructuras cooperativas y el equilibrio «no por parte del mercado sino por obra de mecanismos que respondan al bien común», del uso de la tierra para producir alimentos y para otros fines. 

«Demasiados pobres mueren cada día a causa de la falta de alimento, mientras que se destinan enormes recursos para las armas», denunció. 

«La comunidad internacional debe ser impulsada a la acción. El derecho al alimento afecta al futuro de la familia humana, así como la paz en la comunidad global». 

Por Roberta Sciamplicotti, traducido por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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