La paz en Colombia: «Un compromiso inaplazable»

Mensaje del presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia

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BOGOTÁ, sábado, 3 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos El mensaje que ha enviado el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, a los recién nombrados gobernadores, alcaldes, miembros de asambleas, concejos municipales…


LA PAZ: UN COMPROMISO INAPLAZABLE

A LOS GOBERNADORES, ALCALDES, DIPUTADOS, CONCEJALES Y EDILES
ELEGIDOS EN LA JORNADA ELECTORAL DEL DOMINGO 28 DE OCTUBRE

El pueblo colombiano ha concurrido a las urnas y elegido, en forma democrática, a los hombres y mujeres que habrán de representarlo en las Gobernaciones, Alcaldías, Asambleas, Concejos Municipales y Juntas Administradoras Locales.

A todos los elegidos les hacemos llegar nuestro saludo de congratulación y una voz de aliento para que se comprometan a fondo con la causa de la Paz. Como Iglesia nos comprometemos a colaborar con ustedes en la construcción de una Colombia reconciliada y en la búsqueda del bien común para todos.

1. El nivel más elemental de paz es la ausencia de guerra. Hay otros niveles superiores de paz como la aceptación de vivir en el mismo territorio sin agredirse, la paz como una amistosa y sana convivencia entre las personas, la paz como calidad y plenitud de vida y la paz más plena, aquella otorgada de diversas maneras a toda la humanidad, don de Dios manifestado en Cristo:

“Les dejo la paz. Les doy mi paz; pero la paz que Yo les doy no es como la que da el mundo” (Jn 14,27). Se trata de esa paz integral que brota no sólo de la justicia sino del amor a Dios y a los hermanos.

En Colombia debemos mirar todas las formas de paz pero reconociendo que todavía no hemos alcanzado su nivel más elemental: la de ausencia de la confrontación fratricida.

2. La imposibilidad de avanzar en el logro de esta forma más elemental de paz, nos ha llevado a convivir con la guerra, a vivir en la guerra y en muchos casos a vivir de la guerra. La consecuencia es el debilitamiento del sentido humanitario, el descenso general del nivel de confianza y el desaliento frente a los desafíos que hay que superar.

3. Debilitamiento y desaliento unidos nos han vuelto tímidos para exigir la búsqueda del diálogo con miras a la paz. Es más fácil pedir la solución armada que la solución dialogada.

El altísimo grado de desconfianza entre los actores armados y el Estado ayuda a reforzar la solicitud de esta respuesta armada. Precisamente el diálogo al que nos referimos es un diálogo que se hace con los enemigos no con los amigos, un diálogo que como ambiente ideal debería hacerse en medio de la tregua y sin embargo, como lo muestran tantas historias de procesos de paz, a veces se realizan con un alto nivel de desconfianza inicial.

La búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación que se abre paso en nuestro país hoy sobre tantos hechos que han dejado un sinnúmero de víctimas y un mar de lágrimas, ha de ser ocasión para avanzar hacia la paz y no hacia una nueva cadena de venganzas.

4. Cada día tenemos la impresión, aún si las estadísticas no la corroboran, que los desplazados en diferentes lugares del país no disminuyen; las personas y familias enteras buscando angustiadas la manera de salir del país para salvar sus vidas, no disminuyen; los asesinatos cometidos por los alzados en armas ya sea contra aspirantes al servicio político en el país, contra campesinos sencillos o ciudadanos de las grandes ciudades, no disminuyen. Se puede argüir que no es verdad, que hay efectiva disminución de estos hechos de violencia y ojalá sea así. Ello no hace que sea menos trágica la situación porque muchos o pocos son siempre un signo de que la paz como ausencia de guerra está aún por construirse.

5. Invitamos a los nuevos dirigentes de los departamentos y municipios, Gobernadores, Alcaldes, Diputados, Concejales y Ediles, a que sobre la base de su deber de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos, manifiesten una nueva audacia en favor de la paz, una nueva creatividad para buscar caminos de paz, un nuevo estilo que motive a entrar por los caminos de la justicia y la reconciliación.

Si bien las negociaciones directas son tarea exclusiva del Gobierno Central, las acciones a favor de la paz no lo son. En una época se decía que lo pequeño es hermoso. No desestimen cualquier acto por pequeño que sea que puedan realizar para avanzar hacia la paz, no sólo hacia la más elemental sino hacia todas las que constituyen una verdadera cultura de paz.

6. Hemos evidenciado cuán importante es para la sociedad la implementación de la seguridad democrática. Sin embargo, debemos aspirar a mucho más en términos de seguridad para alcanzar también un mayor nivel de paz. Cuando a Agesilao II rey de Esparta le preguntaban por qué la ciudad, a diferencia de otras, no tenía murallas de seguridad, él respondía que su muralla era la virtud de los ciudadanos ¡Y debe ser la nuestra!

Cuando se viaja por los caminos de la patria se encuentran anuncios que dicen “Viaje tranquilo, su Ejército lo protege”. Surge espontáneo un sentimiento de agradecimiento a la Fuerza Pública. Pero hay que lograr también otro tipo de seguridad, aquella que está construida desde adentro, desde la calidad ética, desde el corazón que sabe amar sin fronteras y para quien todo ser humano sin excepción es el propio hermano y cuya integridad de vida es también su responsabilidad. No pierdan la oportunidad de fomentar desde su nueva condición de servidores públicos una cultura de paz basada en la rectitud de vida y la conciencia ética.

7. Que Dios nuestro Padre quien en Jesucristo nos ha manifestado su proyecto de vida para la humanidad, y su Espíritu que nos comunica la fuerza y las ganas de vivir en una fraternidad cada vez más elevada, los acompañe en ésta su gestión que vemos con mucha esperanza para el logro de la paz y la prosperidad en Colombia. La Virgen María los cobije con su solicitud maternal.

Bogotá, D.C., 29 de octubre de 2007

+ Luis Augusto Castro Quiroga
Arzobispo de Tunja
Presidente de la Conferencia Episcopal

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ZENIT Staff

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