ROMA, jueves, 25 enero 2007 (ZENIT.org).- Este jueves, por primera vez, un Papa ha recibido a un líder comunista de Vietnam. La visita del primer ministro del país asiático, Nguyen Tan Dung, a Benedicto XVI suscita esperanzas para las relaciones Iglesia-Estado y para la comunidad católica vietnamita, la más grande de Asia después de Filipinas, con seis millones de fieles, el 7% de la población.
Tras una visita de diez días a Vietnam (26 de noviembre-5 diciembre 2006), por invitación de la Conferencia Episcopal de Vietnam, una delegación de la Conferencia Episcopal de Francia, guiada por su presidente, el cardenal Jean-Pierre Ricard, arzobispo de Burdeos, ha vuelto a Francia dando testimonio de las transformaciones del país.
Formaba parte de la delegación el obispo de Tours, monseñor Bernard-Nicolas Aubertin, el cual ha aceptado hacer un balance de su visita para los lectores de Zenit.
–¿Cómo se siente tras este periplo de diez días en Vietnam?
–Monseñor Aubertin: Me parece claro que la Conferencia Episcopal de Vietnam deseaba un reforzamiento efectivo de nuestras relaciones. Si no fuera por otra cosa, por razones históricas ligadas al hecho de que uno de los primeros apóstoles de Vietnam, Alexandre de Rhodes, era un misionero jesuita de Aviñón. Ha habido además una gran influencia de las Misiones Extranjeras de París. Esto ha dado un papel enorme a Francia en la evangelización de Vietnam. Desde este punto de vista, creo que está claro que la Conferencia Episcopal deseaba mencionar estos lazos muy importantes y antiguos. Pero era también una manera de decir que la Iglesia de Francia tenía todavía ciertamente un papel de ayuda que desempeñar, en especial en la formación de los sacerdotes.
–Ustedes fueron invitados por la Conferencia Episcopal. ¿Sus contactos eran meramente oficiales?
–Monseñor Aubertin: Es evidente que había un aspecto oficial. Fuimos acogidos en Hanoi por el Presidente de la Conferencia, en presencia de un grupo de obispos que provenían de las tres provincias eclesiásticas de Vietnam. Estaban el arzobispo de Hanoi, el arzobispo de Hué y el de Ho Chi Minh-Ville (Saigón), que deseaban que visitáramos cada una de sus provincias eclesiásticas. Se puso entonces en movimiento una especie de relevos; éramos recibidos por los obispos del lugar, quienes, tras llevarnos a algunas de sus diócesis, nos acompañaban hasta la provincia siguiente, y así sucesivamente. Hemos tenido verdaderamente una acogida y un deseo de presencia muy destacados. Dicho esto, nuestros contactos y nuestros diálogos fueron absolutamente francos y sencillos. No hubo sólo discursos oficiales. En cada encuentro, nos ilustraban sobre la situación de las comunidades que encontrábamos, comunidades de religiosas, de seminaristas. Y cada vez se nos pedía responder a las eventuales preguntas. Sí, hubo un diálogo. Hablamos en modo absolutamente fraterno y libre.
–La última visita de los obispos franceses a Vietnam se remonta a 1996. A la vuelta, expresaron su admiración por los progresos hechos por y para la comunidad católica de Vietnam. Diez años después, ¿tienen la sensación de que se ha dado un paso adelante?
–Monseñor Aubertin: Personalmente, entonces, no participé en aquél viaje, pero conozco Vietnam desde 1990. Y este viaje, a principios de diciembre, era mi octava estancia. Tuve ocasión de asistir a enormes cambios. Es evidente que la comunidad cristiana, católica, tiene mayores posibilidades de expresión. Poco a poco, los seminarios tienen autorización para reabrir. No todos, naturalmente, pero se ha pasado de contingentes de seminaristas extremadamente reglamentados a una apertura mucho mayor. Y poco a poco han sido restituidos un cierto número de locales o de bienes confiscados. No todos, estamos todavía muy lejos. Pero poco a poco se ve que han sido restituidos a la Iglesia. Además se han dado autorizaciones para construir iglesias. Se autoriza la construcción de seminarios, y se han concedido autorizaciones de ordenación en modo bastante abundante. Todo esto demuestra que se percibe que la Iglesia se mueve en un contexto mucho más favorable.
–El Gobierno vietnamita concede, desde el último año, al gran seminario de Hanoi acoger cada año nuevos seminaristas, mientras que antes el ingreso se concedía sólo cada dos años para un número limitado de estudiantes. ¿Otro gesto alentador para la Iglesia en Vietnam?
–Monseñor Aubertin: Ciertamente, y dado que el seminario está hoy muy poblado con sus cerca de 230 seminaristas, el Gobierno ha incluso autorizado la construcción de un seminario anejo: otro edificio para la propedéutica.
–¿Cuáles son hoy las mayores preocupaciones de la Iglesia en Vietnam?
–Monseñor Aubertin: La preocupación mayor se refiere a la formación de los candidatos al sacerdocio o de las comunidades religiosas, la formación de religiosos y religiosas. Los candidatos y las candidatas son extremadamente numerosos y no es fácil asegurar una formación sólida, y, digámoslo, libre; hacer que la presión familiar y social no sea demasiado fuerte y que quienes se comprometen, lo hagan en el modo más libre posible y que se formen en el mejor modo posible. Todo esto funciona, pero con un personal relativamente reducido. Hay verdaderamente un problema de cuadros. Y a este nivel, creo, que se espera una gran ayuda por parte de la Iglesia de Francia. Y no sólo de Francia sino también de otros países.
–Vietnam permanece en la lista de los países “preocupantes en materia de libertad religiosa”, ¿una cuestión delicada para ustedes cuando se trasladan allí y para ellos cuando les reciben? ¿Cómo manifiesta el Estado a los visitantes su deseo de darse otra imagen?
–Monseñor Aubertin: Entre todo lo que he podido ver en el curso de mis primeros viajes y lo que he podido constatar en mi última visita, hay de todos modos una apertura enorme. Durante nuestra visita, hubo concentraciones muy importantes, celebraciones al aire libre con miles de personas y todo esto con las autorizaciones necesarias. Esto significa que a nivel de las autoridades es evidente que el Gobierno vietnamita, frente al exterior, debe dar pruebas y garantías de su preocupación por la libertad. Y considero que un modo de manifestarlo es permitir esta acogida. Pero no es sólo esta acogida, está también el hecho de que las comunidades locales pueden vivir su fe más fácilmente que en otro tiempo. No digo que todo sea maravilloso y que no haya ningún problema. Lo que hemos constatado un poco por todas partes es que se han concedido permisos. Pero es necesario pedir el permiso.
–¿Y a nivel social, el Estado acepta un poco más la idea de una colaboración con la Iglesia Católica¿ ¿Se ha dado un paso en cuanto a cooperación Iglesia-Estado?
–Monseñor Aubertin: Me han citado al respecto el caso de la Madre Teresa, que hace unos quince años ofreció sus servicios diciendo: “Deseo enviar comunidades de religiosas para asegurar una presencia cerca de los enfermos graves, los ancianos, los moribundos, las víctimas del sida o de otras epidemias”. Y entonces Vietnam respondió: “No tenemos necesidad de ustedes, pero necesitamos dinero”, lo que significaba en síntesis: somos lo bastante mayores para afrontar todo eso”. Hoy es evidente que el tono cambia. Hemos visto que las comunidades religiosas, por ejemplo, están profundamente implicadas en el servicio a las personas con minusvalía, a los huérfanos, a los niños de las familias leprosas que es necesario poner en lugar seguro para que no se contagien. Hay actualmente programas que están a punto de ponerse en marcha para los enfermos de sida. El Estado se da cuenta de que hay aquí una forma de presencia, de dedicación, quizá incluso de competencia, que es reconocida, y no sólo reconocida, sino quizá incluso esperada. Sí, ¡las cosas ca
mbian!
–Por tanto hoy, ¿consideran que estas señales de apertura, este cambio de actitud que han percibido yendo allí y este reforzamiento de las buenas relaciones entre la Iglesia de Francia y la Iglesia de Vietnam constituye, tras su viaje, un paso adelante para contribuir a hacer progresar el proceso de normalización de las relaciones entre la Santa Sede y Vietnam?
–Monseñor Aubertin: ¡Pienso que sí! Hay de hecho cambios. Las cosas progresan verdaderamente. Lentamente, quizá, pero avanzan. Hay que tener en cuenta naturalmente la complejidad de la situación en Vietnam, de la situación política, pero el margen de maniobra de cada una de las provincias es suficientemente amplio. Hay provincias más abiertas que otras. Hay de todos modos una orientación en el sentido de una apertura y de un acercamiento. El país no es uniforme. Creo que hay cerca de cincuenta provincias y cada provincia tiene su margen de maniobra.