La familia inmigrante, nuestra familia

Por monseñor José Sánchez González, obispo de Guadalajara-Sigüenza

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GUADALAJARA, sábado, 13 enero 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito monseñor José Sánchez González, obispo de Guadalajara-Sigüenza, en vísperas de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, dedicada por Benedicto XVI a «La familia emigrante» que se celebra este domingo. El título de la misiva es «La familia inmigrante, nuestra familia».

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Queridos diocesanos:

En este domingo, 14 de Enero se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial del Emigrante y de Refugiado.

Todos somos conscientes de que la emigración, no sólo en la vertiente de salida de nuestros compatriotas al extranjero, sino, sobre todo, en la presencia de extranjeros entre nosotros está constituyendo y va a seguir significando un fenómeno de la máxima importancia social y eclesial. Es uno de los signos de nuestro tiempo.

Sabemos también los beneficios que la emigración supone para la Hacienda pública, la Seguridad Social, las empresas, los servicios públicos y privados, la atención de personas mayores etc.

Pero no podemos ignorar las dificultades por las que ha de pasar la persona que emigra, desde antes de salir de su país, al que generalmente deja por necesidad de conseguir los recursos necesarios para llevar una vida digna él y su familia, cuando no ha de hacerlo forzado por la violencia, la discriminación, el exilio, el destierro o la guerra. A estas dificultades en origen se añaden las del trayecto, que, en casos como el de la travesía del Estrecho o del Océano en frágiles embarcaciones, constituye un riego de muerte. Luego vendrán las dificultades de encontrar trabajo, vivienda, papeles, la adaptación al trabajo, a las comidas, a las costumbres, al país.

¿Cómo no tener en este momento un recuerdo dolido y agradecido a nuestros dos hermanos ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, víctimas del terrible atentado terrorista de ETA en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, el pasado 30 de diciembre? Al mismo tiempo que manifestamos nuestra más clara condena y rechazo por crímenes tan execrables, pedimos para ellos el descanso eterno y para sus familias el consuelo y la esperanza

No solemos considerar al inmigrante desde el aspecto e su familia y de sus derechos y obligaciones familiares. Olvidamos así que prácticamente todos traen consigo una problemática familiar. Vienen para ganar el sustento de su familia, la traen consigo o proyectan reagruparse lo antes posible. Con lo cual las dificultades se agravan. Pensemos, por ejemplo, en la vivienda. No todos los nativos están dispuestos a alquilar una vivienda a una familia extranjera. A veces, ¡a qué precio! Éste es el aspecto que queremos poner especialmente de relieve en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado en este año 2007. En esa dirección nos llegan tanto el Mensaje del Santo Padre con el título La familia emigrante y el de los Obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones, e la Conferencia Episcopal Española, con el título 44 millones de personas, una sola familia

Os invitamos encarecidamente a encomendaros y encomendar a todas las familias a la Sagrada Familia de Nazaret. Ella también tuvo que salir de su casa, por lo que el Hijo de Dios nació en un lugar extraño y tuvo que huir a Egipto perseguida.

Ponemos de relieve el valor de la familia, que el Santo Padre define como «lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración de valores». De ahí la necesidad de que cuanto antes los inmigrantes puedan llevar a cabo el derecho a vivir en familia y nuestra obligación de favorecer la reunificación familiar y la integración de las familias inmigrantes en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.

En el momento actual, más en concreto en nuestro país, se presentan unos problemas específicos, que entre todos tenemos que resolver o aliviar. Tales son, por ejemplo, la mayor exposición de las mujeres y de los niños a ser víctimas de abusos y del comercio degradante, la mayor dificultad de los refugiados, los mayores obstáculos para los inmigrantes provenientes de África y el riesgo mortal de la travesía, la situación de los estudiantes y sus dificultades para vivir con la familia los que están casados.

Además del importante papel que corresponde a las Autoridades, la Iglesia tiene la sagrada misión de ayudar a sensibilizar a la población en general, sobre todo a los cristianos, en la estima y aprecio de las personas y de los valores de los inmigrantes y en la gratitud por su presencia y sus servicios, Debe preparar y fomentar la fraterna acogida, proporcionar la ayuda necesaria a quienes la necesiten, independientemente de su religión, abrir de par en par las puertas a los inmigrantes católicos, miembros de pleno derecho de la Iglesia Católica desde el principio, a fomentar el diálogo ecuménico y el interreligioso, a colaborar a la integración armónica de los inmigrantes, siendo ella misma modelo de integración en sus comunidades y parroquias.

La Iglesia tiene también la obligación de ser la voz de los sin voz, la abogada de lo más desfavorecido, dispuesta siempre a combatir la injusticia y a denunciar los abusos y atentados contra la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales, entre los que cuenta como uno de los principales el derecho a formar una familia y a vivir unida y reunida.

Papel importante en esta tarea en la Iglesia corresponde a las familias cristianas, a las parroquias, a Caritas y demás instituciones y organizaciones de la pastoral en general y de la pastoral social y caritativa en particular.

Queridos hermanos inmigrantes: Os saludo cordialmente en esta Jornada especialmente dedicada a vosotros y a vuestras familias. Os invito a tomar conciencia de vuestra dignidad, de vuestros derechos y deberes y de vuestros valores, a ponerlos en común con nosotros y a esforzaros por aceptarnos. Hagamos todos el esfuerzo para caminar hacia una pronta integración armónica en el intercambio de dones. De él resultará, sin duda, un mayor enriquecimiento de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia, del que todos saldremos beneficiados.

Os saluda y bendice vuestro Obispo,
+ José Sánchez González

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ZENIT Staff

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