NUEVA YORK, sábado, 15 julio 2006 (ZENIT.org).- Se espera que para el año 2010 los ingresos mundiales del juego alcancen los 125.000 millones de dólares. Los datos provienen de un informe de la firma consultora PricewaterhouseCoopers, informaba Reuters el 21 de junio. El año pasado, los ingresos fueron de 82.200 millones de dólares, y se espera que aumente un 8,8% al año.
Estados Unidos, el mayor mercado de juego del mundo, podría experimentar un crecimiento en los ingresos de los 53.400 millones de dólares de 2005 a los 74.500 millones de dólares en el 2010. Otro sector en expansión son las ganancias de las páginas web de juego en Internet. Se espera que se doblen los ingresos, desde los 5.100 millones de dólares hasta los 11.400 millones en el 2010.
La mayor parte de las formas de juegos online son ilegales en Estados Unidos. Pero según un artículo del Washington Times, del 19 de marzo, cerca de dos tercios de todos los lugares de apuestas online son dirigidos por norteamericanos. Las páginas de juego sortean las restricciones legales operando desde fuera de Estados Unidos.
Las empresas de juego están ahora presionando para cambiar las leyes norteamericanas, de forma que les permitan operar legalmente en el país. Como incentivo para los legisladores, presentan la perspectiva del aumento de ingresos, como fruto de la legalización.
«Podría aportar en seguida 1.000 millones de dólares a la economía de Estados Unidos», declaraba al Washington Times Peter Carruthers, director ejecutivo de BetonSports.com. Su empresa opera desde Costa Rica y la mayor parte de sus ingresos provienen de jugadores de
Estados Unidos.
Esta es una tentación que resulta difícil que resistan los legisladores, observaba el Wall Street Journal el 30 de marzo. Ponía el ejemplo de las máquinas tragaperras. Según el Journal, hay máquinas de este tipo gestionadas estatalmente en nueve estados, y otros estados debaten su introducción. Pronto estará en la lista el décimo estado, Pennsylvania. Los tipos de máquinas utilizados suelen ser «terminales de vídeo de loterías», similares a las máquinas tragaperras electrónicas, con botones, comunes ahora en los casinos.
Sin contar Pennsylvania, actualmente hay cerca de 86.000 máquinas autorizadas por estados. A finales del 2007 se añadirán otras 49.000 más. Todas estas se suman a las 675.000 o más en manos privadas, incluyendo los casinos y los barcos de cruceros.
Todo esto añade una buena suma a los ingresos gubernamentales, apuntaba el Journal. La lotería de Rhode Island, por ejemplo, se espera que contribuya con 325,1 millones de dólares a los ingresos del estado durante el actual año fiscal, no menos del 10,6% de todos los ingresos. En el estado de Nueva York, el año fiscal terminó el 30 de junio, la lotería aportó 2.060 millones de dólares.
Peligros para la familia
No obstante, los peligros de aumentar las oportunidades de juego los ponía de relieve una consultora matrimonial de Irlanda. John Farrelly, director de Counseling at Accord, un servicio de apoyo matrimonial católico, afirmaba que cada vez hay más familias con problemas debido a la adicción al juego. Sus comentarios los recogía el 8 de junio CatholicIreland.net.
Farrelly indicaba que, cuando Accord reúne a sus consejeros para hacer cursos de preparación, el problema del juego surge una y otra vez. «La familia está bajo presión debido a que la industria no tiene interés alguno en ella, si no es para explotarla», afirmaba.
En Inglaterra el juego por Internet crece rápidamente. El Financial Times de Londres citaba el 18 de junio datos que muestran un crecimiento del 50% en el número de usuarios durante el año pasado, con 10 millones de personas que visitan páginas web de juego en los primeros tres meses del 2006.
Y las oportunidades de jugar van a aumentar. El gobierno británico ha autorizado 17 nuevos casinos, y varias ciudades compiten por los lugares donde se pondrán.
Las apuestas en el Reino Unido se han multiplicado por siete desde el 2001, con cerca de 92.000 millones de dólares jugados el año pasado, informaba el 25 de mayo el periódico Independent. La forma con más éxito de juego es la Lotería Nacional, en la que se afirma que juega el 70% de la población. Actualmente sólo el 3% de la población visita los casinos, pero los operadores esperan que esto aumente de forma notable una vez que se abran nuevos locales.
Según Independent, hay 370.000 jugadores con problemas en el Reino Unidos. Se espera que esta cifra aumente hasta los 700.000 en cinco años.
Veneno social
Los médicos reunidos en la reciente conferencia anual de la British Medical Association calificaron el juego de «veneno social», informaba el 28 de junio el periódico Scotsman. «La adicción al juego es tan corrosiva como la adicción a las drogas y el alcoholismo en términos de ruptura familiar y ruina económica», afirmaba el Dr. David Sinclair, médico internista.
El Instituto Vanier para la Familia de Canadá también se ha mostrado crítico con el juego. El 11 de junio hizo público un estudio titulado «Gambling with our (Kids´) Futures: Gambling as a Family Policy Issue» [Jugar con el Futuro (de los Hijos): el Juego como Tema de Política Familiar].
La autora, Arlene Moscovitch, observaba que en el país abundan los lugares donde puedes perder tu dinero: 87.000 máquinas tragaperras; 33.000 centros de loterías; 60 casinos permanentes; y 250 hipódromos. Hay también 25.000 licencias de bingos, rifas temporales, y juegos como billetes de loterías.
En el 2003-2004, el juego en manos gubernamentales obtuvo un rendimiento bruto de 13.000 millones de dólares canadienses (11.600 millones de dólares), un aumento de 700 millones de dólares canadienses (629 millones de dólares) respecto a los beneficios del año anterior. De ello, 6.400 millones de dólares canadienses fueron a parar a las provincias.
Se presentan continuamente a la gente visiones de la «buena vida» que ganarán a través de la fortuna y de lograr un premio gordo. Este mensaje llega a través de numerosos anuncios de juego en prensa, radio, televisión, Internet y carteles, observaba Moscovitch.
El documento del Instituto Vanier citaba la investigación sobre los jugadores canadienses que muestra lo siguiente:
– la pérdida de juego por adulto en Canadá en el periodo 2003-2004 fueron de 596 dólares canadienses –cerca de 50 dólares canadienses por persona al mes.
– el gasto por hogar se estima en 1.080 dólares canadienses, una suma más alta de lo gastado en educación (1.007 dólares canadienses) y cuidado personal (834 dólares canadienses).
– los hogares con menores ingresos gastan en el juego proporcionalmente más de sus recursos económicos, convirtiéndolo en un supuesto impuesto regresivo voluntario.
– cerca del 40% de los ingresos que el gobierno obtiene del juego proviene de un 2-4% de población adulta que lucha con la adicción al juego.
Moscovitch presentaba diversas investigaciones que demuestran los efectos negativos del juego en exceso en la vida familiar y en las relaciones personales. Los problemas van desde bancarrotas a rupturas familiares, fraudes, robos, pérdida del hogar e incluso suicidio.
En términos de tratamiento de los efectos negativos, el documento observa que las investigaciones recientes ponen de relieve la necesidad de pasar de un modelo de enfermedad que se enfoca principalmente en el juego como patología individual, a un modelo de sanidad pública que considere primero el impacto del juego en la comunidad.
De esta forma, el asunto podría tratarse por medio de campañas de la sanidad pública similares a las del alcohol y el tabaco. La educación y el cambio de actitudes son importantes, especialmente entre los jóvenes, afirmaba Moscovitch.
Preocupación católica<
br>
La Iglesia católica también se ha mostrado inquieta por el juego. Monseñor Frederick Henry envió una carta sobre el tema a los 97 colegios del Distrito Católico Escolar de Calgary. En su carta, de fecha 20 de junio, el obispo de Calgary observaba que el pasado 9 de diciembre pidió a los Administradores Escolares Católicos de Calgary que terminaran con el uso del casino y a la obtención de fondos a través del bingo.
Los administradores, observaba, han decidido no poner fin al juego, prefiriendo dejar tal decisión a cada colegio. Monseñor Henry calificaba tal decisión de «gravemente errónea y basada en una serie de medias verdades».
El prelado comentaba que mientras el Catecismo de la Iglesia Católica establece que el juego no es intrínsecamente malo (si se satisfacen determinadas condiciones), hay problemas específicos que tienen que ver con la situación canadiense que le llevan a querer que se prohíba la práctica en los colegios católicos.
No sólo es «una industria enteramente basada en la avaricia», observaba, sino que también deja a gente afectada a su alrededor. «Es moralmente erróneo para una institución católica cooperar formalmente en una industria que explota al débil y al vulnerable», concluía Monseñor Henry. Un punto de vista que cada vez comparten más personas.