ROMA, 3 de julio de 2004 (ZENIT.org).- La evangelización siempre ha sido para Juan Pablo II un tema prioritario y no ha dejado que las dificultades físicas le detengan en este compromiso. En las últimas semanas ha insistido cada vez más en la necesidad de una presencia cristiana en la sociedad.
Durante el encuentro con los jóvenes católicos suizos el 5 de junio en Berna, el Papa les invitaba a que no tuvieran miedo de encontrarse y escuchar a Jesús. «No te limites a discutir; no esperes para hacer el bien las ocasiones que tal vez no se presenten nunca», les urgía Juan Pablo II. «¡Ha llegado el tiempo de la acción!».
El Papa añadía: «En los albores de este tercer milenio, también vosotros, jóvenes, estáis llamados a proclamar el mensaje del Evangelio con el testimonio de vuestra vida. La Iglesia necesita vuestras energías, vuestro entusiasmo, vuestros ideales juveniles, para hacer que el Evangelio impregne el entramado de la sociedad y suscite una civilización de auténtica justicia y de amor sin discriminaciones».
En su homilía de la misa del día siguiente, el Santo Padre proclamaba: «Ha llegado el tiempo de preparar a generaciones jóvenes de apóstoles que no tengan miedo de anunciar el Evangelio. Para todo bautizado es esencial pasar de una fe rutinaria a una fe madura, que se manifieste en opciones personales claras, convencidas y valientes».
Esta fe, explicaba, permitirá a los discípulos de Cristo edificar una Iglesia misionera «liberada de falsos miedos porque está segura del amor del Padre». Juan Pablo II también mencionaba que la raíz de la dignidad humana, y la fuente de «la grandeza del hombre», viene de que en él «se refleja la imagen de Dios».
Sembrar el Evangelio
Un tema clave de las últimas intervenciones del obispo de Roma se centra en los peligros de una sociedad secularizada que cada vez es más hostil a los principios cristianos. Esto presenta un doble desafío: la necesidad de defender a la Iglesia y a los fieles contra los ataques al cristianismo; y la necesidad de convencer a los cristianos de proclamar el cristianismo y convertir la sociedad.
En su mensaje del 20 de mayo a los participantes en la asamblea general de la conferencia episcopal italiana, el Papa advertía del «profundo influjo que los medios de comunicación ejercen hoy en los modos de pensar y en los comportamientos, personales y colectivos, orientando hacia una visión de la vida que, por desgracia, tiende con frecuencia a corroer valores éticos fundamentales, especialmente los que conciernen a la familia».
Al mismo tiempo precisaba a los obispos: «Sin embargo, los medios de comunicación pueden ser empleados también con finalidades y resultados muy diversos, contribuyendo en gran medida a la consolidación de modelos positivos de vida e incluso a la difusión del Evangelio».
Con frecuencia el Papa ha mencionado la necesidad de que la nueva constitución de la Unión Europea contenga referencias a la herencia cristiana del continente. En una carta escrita el 6 de mayo con ocasión de un encuentro ecuménico en Alemania, Juan Pablo II también declaraba: «La fe cristiana, sin embargo, también representa el presente y el futuro de Europa».
«Europa necesita el compromiso y el entusiasmo de los cristianos, especialmente de los más jóvenes, si ha de recibir la Buena Nueva del Evangelio de Jesucristo», declaraba el Papa. A comienzos de este nuevo milenio, continuaba, los creyentes deben renovar sus esfuerzos «para responder al desafío de la nueva evangelización».
Testigo de la verdad
Juan Pablo II explicó con más detalle lo que significa esta nueva evangelización, en su alocución del 28 de mayo a un grupo de obispos de Estados Unidos, presentes en Roma con motivo de su visita quinquenal.
Cada cristiano, afirmaba, tiene la «responsabilidad de la verdad» que ha sido transmitida en la Tradición de la Iglesia, y que a su vez debe ser transmitida con fidelidad. Proclamar el mensaje del Evangelio en la sociedad contemporánea no es fácil, observaba el Papa, y requiere «afrontar directamente el espíritu generalizado de agnosticismo y de relativismo que ha puesto en duda la capacidad de la razón de conocer la verdad, que es la única que satisface la incansable búsqueda de sentido del corazón humano».
El Papa también pedía «una profunda renovación del sentido misionero y profético de todo el pueblo de Dios, y la movilización consciente de los recursos de la Iglesia con vistas a la evangelización».
Esta evangelización, observaba el Juan Pablo II, debe ser llevada a cabo, en parte, a través de la red de instituciones educativas y de caridad desarrollada por la Iglesia en Estados Unidos. Pero también ponía énfasis en el papel del laicado: «Ésta es, sobre todo, la hora de los fieles laicos, quienes, con su específica vocación a configurar el mundo secular de acuerdo con el Evangelio, están llamados a cumplir la misión profética de la Iglesia, evangelizando los diversos ámbitos de la vida familiar, social, profesional y cultural».
Haciéndose eco de su exhortación apostólica «Christifideles Laici», el Papa explicaba a los obispos que el mensaje del Evangelio es «la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad».
Encuentro con Jesús
En un discurso el 4 de junio a otro grupo de obispos de Estados Unidos, el Papa explicaba con más detalle lo que significa proclamar hoy el Evangelio. La dinámica de la misión profética de la Iglesia consiste «en mediar el contenido de la fe en las diferentes culturas, permitiendo a las personas transformarse por la fuerza del Evangelio, que impregna su modo de pensar, sus criterios de juicio y sus normas de comportamiento».
Para lograr esta transformación el Papa animaba a los obispos a que el centro de su predicación del Evangelio se basara en un encuentro con Cristo. «De hecho, sólo conociendo, amando e imitando a Cristo, sólo con él, podemos transformar la historia, haciendo que los valores del Evangelio influyan en la sociedad y en la cultura».
En un discurso el 24 de junio, a otro grupo de obispos de Estados Unidos en visita, el Papa trata otro aspecto de la evangelización. «Hoy se necesita especialmente la creatividad para lograr que las instituciones eclesiales satisfagan mejor su misión profética», afirmaba.
Pedía que se «encarnara un claro testimonio colectivo» de la verdad salvadora del Evangelio. Esto significa que debe hacerse «un examen constante de las prioridades a la luz de su misión y un nuevo ofrecimiento de un testimonio convincente, en una sociedad pluralista, de la enseñanza de la Iglesia».
El tercer milenio
La necesidad de la Evangelización fue un tema clave de la carta apostólica del Papa «Novo Millennio Ineunte», publicada a principios del 2001 con la clausura del año jubilar. Juan Pablo II explicaba que de la celebración del Jubileo «debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino». En este viaje no tenemos que inventar un nuevo programa. «El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva» (No. 29).
Invitaba a las iglesias locales a que formulasen planes pastorales que permitan «que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura».
En su conclusión el Papa exclamaba: «¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo». Esta tarea, insiste el Papa, es una responsabilidad urgente de todos los miembros de la Iglesia.