Repensar la paz

Entrevista con el catedrático de Filosofía del Derecho Jesús Ballesteros

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VALENCIA, lunes, 28 agosto 2006 (ZENIT.org).- El cristianismo es una religión de paz, explica en esta entrevista Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia.

El profesor Ballesteros, experto en derechos humanos y diálogo intercultural, acaba de publicar el libro «Repensar la paz», de EUNSA, en el que recuerda que para hacer posible la paz en el mundo es necesario defender los derechos humanos, la democracia liberal y el estado de derecho, evitando las trampas del economicismo y la insolidaridad, como explica en esta entrevista concedida a Zenit.

–Usted vincula la disgregación familiar con el auge de la violencia. ¿El mundo está en guerra porque se ha deshecho la familia?

–Ballesteros: El desarraigo familiar con la consiguiente pérdida de vínculos afectivos es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de la violencia en sus diferentes formas, en cuanto elimina la conciencia moral, la convicción de la existencia de obligaciones con los otros, y facilita la manipulación de los distintos fanatismos.

Por ello todas las ideologías totalitarias han tratado de reducir o anular la realidad familiar, en cuanto ámbito de formación de la personalidad.

Sin embargo hay que tener en cuenta que las causas que llevan a las guerras guardan sobre todo relación con el deseo de control de los recursos naturales, el incremento del lucro, y el afán de poder.

–¿Cómo se sustituye el concepto de «seguridad nacional» con el de «seguridad humana» que propone usted?

–Ballesteros: Es necesario cobrar conciencia de que el incremento de la capacidad armamentística no produce de suyo una sociedad mas segura, ya que el factor determinante para la paz es la exclusión del odio, y de la indiferencia ante el sufrimiento ajeno.

Se trata de comprender que el problema de la paz va mucho mas allá de las exigencias de la defensa militar.

Requiere ante todo esforzarse por extender las condiciones dignas de vida para todos, erradicando la miseria y protegiendo el ambiente.

–¿La paz es el camino, como sugirió Gandhi, o debemos pensarla como una meta?

Ballesteros: Como decía el propio Gandhi, no podemos separar los medios (la «ahimsa», la no violencia) del fin (la «sathyagraha», la fortaleza de la verdad) ya que «los medios son como la semilla y el fin como el árbol».

La paz debe estar en los medios y en los fines. Fines buenos, como el mayor reconocimiento de los derechos, pueden pervertirse si se recurre a la violencia para lograrlos y por otro lado la paz no puede lograrse por cualquier medio, por ejemplo, pagando un precio político, negando la legalidad, negociando políticamente con los terroristas, despreciando a las victimas.

Esto no sería paz sino claudicación. Y como decía también Gandhi está más lejos de la verdadera paz el cobarde que el violento.

–Hay todavía conflictos que surgen de malentendidos entre cristianos, pensemos en Irlanda del Norte. ¿En qué sentido el cristianismo puede erradicar las causas de la violencia?

–Ballesteros: Normalmente tras la apariencia de conflictos religiosos, se esconden conflictos basados en las desigualdades económicas, y sociales, ya que en principio las religiones son mas bien un factor de paz, en cuanto tratan de presentan la importancia de la confianza en Dios, y de la comprensión con el prójimo.

Es cierto que existen profundas diferencias entre las religiones. Existen religiones cerradas, que se esfuerzan por lograr exclusivamente la solidaridad interna del grupo mediante la presión social, proyectando la culpa hacia el exterior a través del recurso a chivos expiatorios, siempre externos al grupo.

Existen religiones abiertas, que proponen como exigencia el amor universal, sin limitaciones espacio-temporales. El cristianismo es sin duda el paradigma de la religión abierta, ya que consiste en la imitación de Cristo, que asume las culpas de todos, y perdona a todos.

El cristianismo es por tanto la perfecta paz, la total negación de la violencia. Otra cosa es que desgraciadamente a veces se haya vivido de espaldas a su exigencia básica

–Usted critica el «yihadismo» islamista y los excesos de la llamada «guerra contra el terrorismo». ¿Cómo contrarrestar esta espiral violenta que parece instalada en el mundo?

–Ballesteros: La espiral de violencia sólo puede frenarse con el reconocimiento universal de los derechos, que excluya en todos los casos la muerte de los no beligerantes.

Los derechos humanos deben considerarse como algo que tiene validez por encima de las diferentes culturas. Ello a su vez no debe confundirse con el etnocentrismo.

Instituciones surgidas en Occidente como el Estado de derecho, la distinción religión-política y la democracia representativa son elementos importantes en la defensa de esos derechos, pero eso no significa que no hay también aspectos que corregir en Occidente como el escaso respeto a los seres humanos en su etapa inicial y final, y la indiferencia ante las condiciones de miseria de millones de seres humanos.

Es indispensable el diálogo de culturas, regido por el principio de la reciprocidad. Está muy bien que se construyan mezquitas en Occidente, pero es exigible que en los países de mayoría musulmana se abran también iglesias y catedrales.

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ZENIT Staff

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