Los libros de texto de educación sexual

Entrevista con el obispo mexicano Rodrigo Aguilar

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CIUDAD DE MÉXICO, sábado, 19 agosto 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la entrevista pública que ha concedido monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán y presidente de la Comisión de la Conferencia del Episcopado Mexicano de Pastoral Familiar sobre los libros de texto de educación sexual en secundaria.

–¿Cuál es el peligro de hablar de educación sexual en la forma que es abordada en los libros de texto gratuito a los niños de secundaria en México?

–Monseñor Aguilar: Ante todo quiero señalar que la Iglesia no está en contra de la educación sexual, sino a favor de una educación que sea integral, oportuna y adecuada a las circunstancias de cada persona. Cada uno filtra la información que recibe de acuerdo a sus experiencias vitales, a su contexto social, a su nivel de desarrollo humano, etc. Por ello esta educación debe ser proporcionada en primer lugar por los padres quienes tienen la responsabilidad y el derecho primario de darla.

Los textos proporcionan información ambigua, incompleta, y con un enfoque reduccionista de la sexualidad humana. Esto redunda en una mala formación, ya que no permite el desarrollo sano y equilibrado de acuerdo con los valores de la sexualidad, fortaleciendo su autoestima y logrando un autodominio que les permita tener un comportamiento sexual responsable tanto en el ámbito individual como en el social.

Por ejemplo, al incentivar el autoerotismo y la masturbación y al exponérseles a la pornografía invitándolos a visitar libremente páginas de Internet para buscar información sexual, se exime a los adolescentes de su responsabilidad, en detrimento de la formación de un carácter que asume las consecuencias de sus propios actos. Se les expone a incapacitarse para el amor responsable que implica una autodonación y no sólo la búsqueda del placer.

–¿Qué contenidos están desvinculados a los principios morales y por qué?

–Monseñor Aguilar: No basta con proporcionar información acerca de diversas conductas sexuales, es necesario introducir una valoración de cada conducta, señalando claramente las que dañan la dignidad de la persona y de la relación humana. Por ejemplo, no se puede decir, como hacen algunos textos, que toda conducta sexual es sana: «Las experiencias sexuales pueden ser muy diversas como el autoerotismo a través de la masturbación, y los contactos sexuales heterosexuales o con personas del mismo sexo. Los sexólogos, especialistas en el tema de la sexualidad, consideran sana cualquier práctica sexual que se realice con total consentimiento, no produzca daño y resulte agradable y placentera. Por ese motivo, el ejercicio de nuestra sexualidad se puede ejercer sin que cause remordimientos ni sentimientos de culpa, siempre y cuando sea producto de una decisión consciente.» (García P. y Cota E., Ciencias 1, Ed. Trillas, pag. 205). Ni informar simplemente que «el placer erótico también se puede experimentar a través de imágenes, textos, sonidos olores, texturas y sabores en sujetos y objetos materiales o imaginarios realizando actividades en las que expresamos, desarrollamos y disfrutamos nuestra identidad sexual.» (Lozano M. et al, Competencias Científicas 1, Edit. Norma, pag. 186). Las frases mencionadas tienen una orientación de que todo es bueno para la persona, de que toda experiencia sexual le ayudará en su educación; dicha postura implica exponer a los chicos a parafilias como es el vouyerismo, el fetichismo y el exhibicionismo, entre otras.

Al hablar del aspecto reproductivo de la sexualidad, en la gran mayoría de los textos no se hace alusión a la familia como el ámbito adecuado para la procreación de los hijos. En diversos momentos se desvincula la práctica de la sexualidad del matrimonio y de los referentes éticos, por ejemplo: «De ahí la importancia de conocer las diferentes alternativas que ofrece la sexualidad, experimentarlas y escoger en pareja las que resultan agradables para compartirlas» (García P., op cit., Ed. Trillas, pag, 205). Nótese además que al hablar de pareja no se hace referencia a que ésta sea estable, es decir esposo o esposa.

Se promueven las relaciones precoces sin reflexionar suficientemente sobre la madurez y el compomiso que implican: «Como se ha dicho, no existe una edad para tener una relación sexual…» (Barahona, A., Biología Ciencias 1, Ed. Castillo, pag 239).

Estos son sólo algunos ejemplos, en los cuales falta la vinculación de la información sexual con una educación íntegra en bien del ser humano individual y social.

–¿Por qué dicen que estos libros estimulan la experiencia del placer sexual «abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia»? ¿Qué piensa la Iglesia del placer sexual?

–Monseñor Aguilar: Precisemos que nuestro comunicado no dice que estos libros en su conjunto abran el camino al vicio, más bien indicamos de manera general que un sistema de información sexual desvinculada de los valores, puede inducir al vicio; si sólo se describen diversas conductas sexuales, en ocasiones desde una visión reduccionista, es una manera de despertar el deseo de experimentar esas conductas o de inducirlas. Concretamente, en algunos de los textos que ahora se discuten, hay afirmaciones muy cercanas a la promoción de conductas discutibles desde el punto de vista ético, como son la masturbación y el autoerotismo; ya he referido algunas citas que dan cuenta de todo esto.

Por otra parte, parece ser que la visión que priva sobre la sexualidad, incluso en los programas, es la de presentar la sexualidad dividida en potencialidades, separada de la persona; y no como una realidad con diversos aspectos integrada en la unicidad de la persona. En esta visión, se privilegia el placer, hablando incluso, en algunos textos, del «derecho al placer sexual», sin una reflexión sobre el momento en que se tiene la madurez para solventar la responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad. Es una manera indirecta de incentivar relaciones sexuales precoces con todos los riesgos que ello implica.

Una de las únicas responsabilidades que parece reconocerse es la de evitar un embarazo y el contraer una enfermedad sexualmente transmisible. Sin embargo, la primera responsabilidad es frente al sentido y la verdad de la sexualidad y su orientación al amor y a la comunión entre las personas, y aquí entramos en el campo de los valores éticos y morales.

El placer sexual es una realidad que acompaña al acto conyugal. Si se busca el placer principal o exclusivamente, el acto pierde su sentido de comunión, de dar y recibir en mutuo enriquecimiento humano, en donación esponsal. Dicho de otra manera, existe el riesgo de hacer del encuentro sexual un encuentro entre dos egoísmos y no una verdadera comunión. Este peligro no existe cuando se respeta la verdad y el sentido de la sexualidad en el amor conyugal, que incluye también la apertura a la posible transmisión de la vida.

Si subrayamos el «derecho al placer sexual» estamos ubicando la lógica de la sexualidad en «el juego sexual», separando una realidad en diversas potencialidades, cuando realmente son aspectos intrínsecos de una única realidad humana. Estamos deformando a los adolescentes, de manera que busquen su propio placer, incluso con violencia física o psicológica, a pesar de que les digamos que deben hacerlo con el consentimiento de la otra persona, que termina por no ser reconocida como persona, sino transformada en un objeto sexual equiparable a otros medios con los cuales se logra el placer.

–¿Qué significa una educación integral?

–Monseñor Aguilar: Básicamente aquella que reconoce la bondad originaria de la sexualidad y su sentido en el amor esponsal. Amor que es vivido tanto en el matrimonio como en la vida célibe y casta. La sexualidad es parte imprescindible de todo ser humano; no se reduce a la relación genito-sexual, sino que incluye
nuestra forma de pensar, de hablar, de caminar, de reaccionar, de decidir y de actuar. La educación integral incluye la sexualidad en un conjunto de aspectos biológicos, psicológicos, éticos y espirituales; para lo cual ha de proporcionar información completa y veraz del modo apropiado para la edad y desarrollo individual –y en este sentido se dice que es oportuna- de modo que comprendan bien su propia sexualidad. Que les forma en conformidad con los rectos principios y valores morales, que fortalece el carácter y el autodominio integrando su capacidad racional y volitiva haciéndolos verdaderamente libres, que refuerza su autoestima. Que les previene de conductas inapropiadas y de riesgo de contraer enfermedades físicas y mentales a consecuencia de una actividad sexual precoz, como son las infecciones de transmisión sexual, las adicciones y parafilias, así como el embarazo prematuro.

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ZENIT Staff

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