CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 16 marzo 2005 (ZENIT.org).- Desde su habitación del Vaticano, en estos días de convalecencia, Juan Pablo II ha vuelto a proponer a toda la Iglesia y a la humanidad el vibrante llamamiento a la justicia que hace cuarenta años lanzó el Concilio Vaticano II.
«El desafío ante el que se encuentra constantemente la Iglesia», constata el Papa, consiste en «recordar a todo creyente la necesidad de interpretar las realidades sociales a la luz del Evangelio».
Se trata de una de las conclusiones más destacadas a las que llegó la reunión de los obispos del mundo al publicar el 7 de diciembre de 1965 la constitución pastoral «Gaudium et spes».
El Papa recoge esta herencia en un mensaje enviado en la tarde de este miércoles al inaugurarse la conferencia internacional que ha organizado hasta el viernes en Roma el Consejo Pontificio de la Justicia y la Paz, cuyo presidente es el cardenal Renato R. Martino, con el lema: «El llamamiento a la justicia. La herencia de la «Gaudium et spes» cuarenta años después».
En ese documento, los participantes en el Concilio sugirieron al Papa Pablo VI la creación de lo que hoy es el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, que tiene por misión «promover la justicia y la paz en el mundo según el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia» (Cf. constitución apostólica «Pastor Bonus», artículo 142).
«En ocasiones, los enormes progresos de la ciencia y de la tecnología pueden llevar a olvidar cuestiones fundamentales de justicia, a pesar de la aspiración común a una mayor solidaridad entre pueblos y a una estructuración más humana de las relaciones sociales», constata la misiva papal.
«La triste permanencia de conflictos y las repetidas manifestaciones de violencia en muchísimas partes del mundo constituyen la prueba por contraposición de la inseparable relación que existe entre justicia y paz, según la fundamental enseñanza propuesta con valiente claridad en la «Gaudium et spes»», añade.
«En este sentido –reconoce el obispo de Roma–, deseo reafirmar una vez más que la paz es obra de la justicia».
«La paz auténtica sobre la tierra comporta la firme determinación de respetar a los demás, individuos y pueblos, en su dignidad, y la constante voluntad de incrementar la fraternidad entre los miembros de la familia humana», recalca.
Ahora bien, aclara, la Iglesia «no reduce a esto su enseñanza». El Concilio Vaticano II «afirma que la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar».
«Es necesario no olvidar nunca la virtud del amor que lleva al perdón, a la reconciliación y que anima el compromiso cristianos a favor de la justicia», aclara.