En la fiesta del Bautismo del Señor, el papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo después de la Epifanía celebramos el Bautismo de Jesús, y hacemos memoria grata de nuestro Bautismo. En este contexto, esta mañana bauticé a 26 recién nacidos. ¡Recemos por ellos!
El Evangelio nos presenta a Jesús, en las aguas del río Jordán, al centro de una maravillosa revelación divina. Escribe san Lucas: “Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. De este modo Jesús es consagrado y manifestado por el Padre como el Mesías salvador y liberador.
En este evento –testificado por los cuatro Evangelios– tuvo lugar el pasaje del bautismo de Juan Bautista –basado en el símbolo del agua– al Bautismo de Jesús “en el Espíritu Santo y en el fuego”. De hecho, el Espíritu Santo en el Bautismo cristiano es el artífice principal: es Él que quema y destruye el pecado original, restituyendo al bautizado la belleza de la gracia divina; es Él que nos libera del dominio de las tinieblas, es decir, del pecado y nos traslada al reino de la luz, es decir, del amor, de la verdad y de la paz. Este es el reino de la luz. ¡Pensemos a la dignidad que nos eleva el Bautismo! “Mirad qué amor tan singular nos ha tenido el Padre que no solo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”, y lo somos realmente, exclama el apóstol Juan. Tal estupenda realidad de ser hijos de Dios comporta la responsabilidad de seguir a Jesús, el Siervo obediente, y reproducir en nosotros mismos sus rasgos, es decir: mansedumbre, humildad, ternura. Y esto no es fácil, especialmente si entorno a nosotros hay tanta intolerancia, soberbia, dureza. ¡Pero con la fuerza que nos llega del Espíritu Santo es posible!
El Espíritu Santo, recibido por primera vez el día de nuestro Bautismo, nos abre el corazón a la verdad, a toda la verdad. El Espíritu empuja nuestra vida hacia el camino laborioso pero gozoso de la caridad y de la solidaridad hacia nuestros hermanos. El Espíritu nos dona la ternura del perdón divino y nos impregna con la fuerza invencible de la misericordia del Padre. No olvidemos que el Espíritu Santo es una presencia viva y vivificante en quien lo recibe, reza con nosotros y nos llena de alegría espiritual.
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, pensemos en el nuestro, en el día de nuestro Bautismo; todos nosotros hemos sido bautizados, agradezcamos este don. Y os hago una pregunta: ¿Quién conoce la fecha de su Bautismo? Seguramente, no todos. Por eso, os invito a ir a buscar la fecha preguntando por ejemplo a vuestros padres, a vuestros abuelos, a vuestros padrinos, o yendo a la parroquia. Es muy importante conocerla porque es una fecha para festejar: es la fecha de nuestro renacimiento como hijos de Dios. Por eso, la tarea para esta semana: ir a buscar la fecha de mi Bautismo. Festejar este día significa reafirmar nuestra adhesión a Jesús, con el compromiso de vivir como cristianos, miembros de la Iglesia y de una humanidad nueva, en la cual todos somos hermanos.
La Virgen María, primera discípula de su Hijo Jesús, nos ayude a vivir con alegría y fervor apostólico nuestro Bautismo, recibiendo cada día el don del Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios».
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Papa: «Saludo a los fieles de Roma y peregrinos llegados desde Italia y desde diferentes países.
Saludo en particular a los estudiantes del Instituto Bachiller Diego Sánchez de Talavera La Real, España; al coro de los Alpinos de Martinengo con sus familiares; al grupo de adolescentes de San Bernardo en Lodi.
Como decía, en esta fiesta del Bautismo de Jesús, según la tradición he bautizado a numerosos niños. Ahora querría hacer llegar una especial bendición a todos los niños que han sido bautizados recientemente, pero también a los jóvenes y adultos que han recibido desde hace poco los Sacramentos de la iniciación cristiana o que se están preparando para ellos. ¡La gracia de Cristo os acompañe siempre!»
Francisco terminó su intervención diciendo:
«Deseo a todos un feliz domingo. No os olvidéis de la tarea para casa: buscar la fecha del Bautismo. Y por favor, no os olvidéis también de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! »
(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)