TORONTO, 21 julio 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- La ciudad de Toronto está acogiendo en estos momentos con entusiasmo a las decenas de miles de jóvenes de 173 países que vienen a participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), asegura una representante del ayuntamiento.
Maria Augimeri, concejala del Ayuntamiento de Toronto y vicepresidente del Consejo de la Ciudad para la acogida de las JMJ, reconoce que en un cierto momento Canadá ha tenido miedo de que jóvenes del tercer mundo aprovecharan la oportunidad para quedarse ilegalmente en el país, pero quita peso al asunto de la negación de visados.
«El interés por la Jornada está aumentando –constata–. Al confirmarse que el Papa estará entre nosotros, la atención de la opinión pública ha crecido. Entre los católicos, el entusiasmo es altísimo y es natural».
Para Toronto es un acontecimiento de primer orden, insiste la concejala: «Se trata de un hecho excepcional, un acontecimiento de verdad único para la historia de Toronto, aunque esté habituada a acoger manifestaciones de masa de alcance internacional. No hay nada que se pueda comparar a la JMJ bajo el perfil de la relevancia espiritual y de la promoción de los valores de la convivencia».
Sus declaraciones tienen lugar después de que Toronto viviera la mayor huelga de empleados públicos de la historia de Canadá: los trabajadores de la limpieza urbana se han parado tres semanas, la basura se ha acumulado por todas partes y la vuelta a la normalidad se ha producido sólo gracias a la una ley de la provincia emanada por la inminente visita del Papa.
La concejala se muestra segura de que han hecho los mayores esfuerzos para que, desde el punto de vista técnico, la ciudad esté preparada para acoger al Papa y subraya los esfuerzos de información a los ciudadanos y de seguridad.
Por último, en esta entrevista, Augimeri refiere a la denegación del visado a muchos jóvenes: se habla de seis mil, procedentes de países de África, América Latina y de China, que ha sido totalmente excluida del encuentro.
La concejala recuerda que la responsabilidad es del Gobierno federal pero, al pedirle una opinión personal, da la siguiente explicación: «Sé que algunos países han expresado quejas. Por nuestra parte, alguien ha podido haber tenido el temor de que se hiciera un uso instrumental del visado, un ingreso en Canadá sin salir después en el plazo prefijado, es decir una estancia ilegal».
«Pero quizá el problema hay que situarlo en su lugar –añade–. Cuanto más se acercaba la JMJ, había más personas que se decidían a participar, pero las peticiones había que haberlas hecho antes de abril».
«Para muchos –concluye–, era imposible saber si podían venir con tres meses de anticipación pero de esta manera, sobre todo por parte de algunos países africanos, las solicitudes han llegado demasiado tarde a nuestros consulados».