HOY SE PISOTEAN LOS DERECHOS DE LOS CATÓLICOS
MAÑANA LA VICTIMA PUEDE SER CUALQUIERA
Comunicado a las organizaciones rusas e internacionales de defensa de los derechos humanos y a todas las personas de buena voluntad.
En calidad de ciudadano de Rusia y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos, constatando el detrimento de los derechos de la Iglesia Católica en nuestro país, después de reiterados llamamientos a los diversos órganos del poder, me dirijo en petición de ayuda a las personas para las cuales los derechos y libertades de los ciudadanos siempre han sido y siguen siendo valores fundamentales y que incansablemente los defienden en Rusia y en el extranjero.
Ante nuestros ojos de nuevo se representa el drama de la Iglesia Católica en Rusia, que después de haber sufrido la más cruel persecución del siglo XX, haber estado casi por todas partes exterminada, y tras una laboriosa tarea de restablecimiento que ha durado 10 años, se ve sometida de nuevo a la prueba.
En los últimos tiempos se está desarrollando en nuestro país una campaña anticatólica de amplias proporciones: mítines y piquetes, prohibiciones para la construcción de templos, actos de vandalismo y ofensas a los lugares de culto, formación de una imagen mitológica del “enemigo católico”, etc. La prueba que les ha caído en suerte la sufren los católicos de Rusia en espíritu de oración y resignación cristiana.
Sin embargo, en los últimos meses ha comenzado una expulsión sistemática del país de sacerdotes extranjeros. Se hace con ostentación, acompañando estas acciones con groserías y ofensas y con ausencia total de explicaciones sobre los motivos de las expulsiones.
En los últimos meses le fue denegada la entrada a Rusia al ordinario de la diócesis de San José en Irkutsk, obispo Erzi Mazur; al párroco de la parroquia de Vladimir, P. Stefano Caprio; al párroco de la parroquia en Yaroslav, P. Stanislav Kraynjak; al sacerdote de Sajalín, P. Jaroslaw Bisznevski; y, por fin, el 10 de septiembre de 2002, el párroco de la parroquia de Rostov del Don, P. Eduard Mazkievicz, todos los cuales llevaban varios años trabajando en Rusia. Hace dos años se denegó el visado al Vicario General de la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia, P. Stanislaw Opiela.
Inevitablemente surge la pregunta: “¿Quién será el próximo?”
De este modo, la cruda realidad nos hace retornar de hecho a los tiempos del régimen anterior, cuando los católicos rusos se encontraban sin pastores y sin una atención pastoral normal. Hoy en día, las personas de la vieja generación recuerdan que recibieron el sacramento del Bautismo y del Matrimonio en las regiones occidentales de Ucrania y Bielorrusia, en Lituania o Letonia, lugares en los que la vida católica todavía ardía débilmente, y a donde era posible ir, siquiera una vez al año, para confesarse, participar en la Eucaristía y recibir la comunión. Ahora, nuestras gentes temen estar de nuevo condenados a no recibir los sacramentos antes de la muerte y que no podrán ser enterrados según la tradición de la Iglesia Católica, pues en cualquier momento su sacerdote puede ser expulsado de Rusia sin ningún género de explicaciones.
¿Puede llamarse a este proceso preocupación del Estado por sus ciudadanos? Pues el distintivo de la democracia es que el Estado se preocupa de garantizar las necesidades materiales y espirituales de todos los rusos. Sin embargo, en la práctica, resulta que los católicos en Rusia se están convirtiendo en ciudadanos de segunda clase, ya que se ven privados de su derecho a tener el número necesario de pastores. De hecho, la principal víctima de la persecución no son el obispo y los sacerdotes expulsados, sino los ciudadanos rusos a los que aquellos atendían, y a los que la Constitución de la Federación Rusa garantiza la libertad de confesión religiosa en la misma medida que a los seguidores de otras religiones.
No hemos recibido respuesta clara a todas nuestras solicitudes, dirigidas a los poderes estatales de la Federación Rusa, pidiendo explicaciones sobre los motivos de la denegación de entrada. Como ciudadano de la Federación Rusia que soy, lucho por el cumplimiento de sus leyes. La Iglesia Católica en Rusia es una Iglesia de rusos y coopera en la edificación de un Estado democrático de derecho.
Las organizaciones religiosas, según la legislación rusa y sus normas, tienen derecho a invitar a sacerdotes de otros países. En relación con esto, quiero recordar que durante 80 años en los tiempos de persecución la Iglesia Católica en Rusia no ha tenido la posibilidad de preparar a sus propios sacerdotes, pues todos los seminarios estaban cerrados. La prohibición de entrada en Rusia a sacerdotes extranjeros suscita una seria preocupación e inquietud. La libertad religiosa garantizada por la Constitución y la igualdad de todas las religiones ante la ley queda en entredicho.
La situación creada suscita muchos chismes y sospechas y no contribuye ni a la consolidación de la sociedad ni al crecimiento del diálogo ecuménico e interreligioso.
¡Estimados defensores de los derechos humanos y personas todas de buena voluntad! En relación con lo anteriormente referido me dirijo a ustedes con este llamamiento:
–¡Hagan todo lo posible para detener el menosprecio de las libertades religiosas y los derechos de la persona!
–¡No permitan que el renacimiento de la Iglesia Católica en Rusia sea paralizado y los fieles queden privados del normal cuidado pastoral!
–¡Sean solidarios y no dejen que tenga lugar una nueva tragedia en Rusia!
–¡No consientan que en la nación que ha sufrido el Gólgota del siglo XX sea pisoteada de nuevo la libertad de conciencia!
Hoy se conculcan los derechos de los católicos. Mañana cualquiera puede ser la víctima…
+ Arzobispo Tadeuzs Kondrusievich
Metropolita en Moscú
Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia
Sochi, 12 de septiembre de 2002
[Traducción realizada por la Oficina de Información del Arzobispado de Moscú]