CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que Juan Pablo II entregó en la audiencia general de este miércoles a Chiara Lubich, presidente de la Obra de María (Movimiento de los Focolares).
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1. Con alegría y cariño le dirijo a usted y a los participantes en la Asamblea General de la Obra de María, que se está desarrollando en Castel Gandolfo, mi cordial saludo. Le doy las gracias por la felicitación que me ha hecho llegar con motivo de la fecha de hoy, en la que comienza el vigesimoquinto año de mi ministerio en la Sede de Pedro. Siempre he sentido la cercanía espiritual de los adherentes al Movimiento de los Focolares y he admirado su acción apostólica en la Iglesia y en el mundo.
De manera particular, aprecio en la Obra de María la válida contribución que ofrece en el seguimiento mismo de su fin específico, es decir, la promoción de la comunión a través de la búsqueda y de la práctica del diálogo, tanto dentro de la Iglesia católica, como con las demás Iglesias y comunidades eclesiales, y con las diferentes religiones y los no creyentes.
2. Mientras estáis verificando y proyectando en estos días la vida y actividades del Movimiento, me siento muy feliz de renovaros la expresión de mi estima y reconocimiento por el apostolado que desarrolláis y por las múltiples iniciativas que promovéis para que la Iglesia se convierta cada vez más en «la casa y la escuela de comunión» (Carta apostólica «Novo millennio ineunte», 43).
Sabéis muy bien –y vuestra acción lo tiene constantemente en cuenta– que las acciones concretas tienen que estar precedidas y animadas por una robusta espiritualidad de comunión, principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano (Cf. ibid.). Pienso, en este sentido, en las múltiples ramas del Movimiento de los Focolares: los muchachos y jóvenes, las familias, los sacerdotes y religiosos; pienso en vuestra presencia en las comunidades parroquiales y diocesanas, en los diferentes ámbitos de la sociedad y de la cultura. Os doy las gracias, queridos, y os aliento a seguir por doquier en el testimonio de Dios Amor, Uno y Trino, que resplandece en Cristo y en su Iglesia.
3. Profundizad cada vez más en el singular lazo espiritual que os une con María Santísima: vuestra Obra está dedicada a ella. Cultivad una devoción fiel a la Virgen Madre de la Iglesia una y santa, la Madre de la unidad en el amor.
En este día tan particular, quisiera entregar espiritualmente a los Focolares la oración del santo Rosario, que he querido volver a presentar a toda la Iglesia como camino privilegiado de contemplación y de asimilación del misterio de Cristo. Estoy seguro de que vuestra devoción a la Virgen Santa os ayudará a dar la necesaria importancia a la iniciativa de un año dedicado al Rosario. Ofreced vuestra contribución para que estos meses se conviertan parta cada comunidad cristiana en motivo de renovación interior.
4. El Año del Rosario os estimulará también a intensificar la contemplación de Cristo con los ojos de María para imitarle e irradiar su presencia en los ambientes en los que vivís. De manera especial, sé que puedo confiar a vuestra oración el misterio de Jesús crucificado y abandonado como camino para contribuir en la aplicación de su supremo deseo de unida entre todos sus discípulos.
Seguro del constante recuerdo que tenéis por el sucesor de Pedro, os aseguro mi oración y, deseando mucho éxito a vuestra Asamblea, os imparto de corazón la Bendición apostólica a cada uno de vosotros y a todo el Movimiento.
IOANNES PAULUS II
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]