Así será el «nuevo humanismo», conclusiones del Jubileo de la Universidad

Cuatro catedráticos resumen las propuestas de 59 congresos internacionales

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CIUDAD DEL VATICANO, 14 sep (ZENIT.org).- Mil quinientos profesores de 96 países del mundo intervinieron del 3 al 9 de septiembre en los 59 congresos que se organizaron para preparar del Jubileo de la Universidad. Como es fácil de comprender, hacer un balance definitivo de esta cascada de intervenciones es prácticamente imposible. De todos modos, el 9 de septiembre por la mañana, al encontrarse con Juan Pablo II, los catedráticos hicieron una síntesis de las conclusiones de esas jornadas de trabajo. Ofrecen buenas pistas para comprender hacia dónde apunta ese «nuevo humanismo» de orientación cristiana que quería impulsar el encuentro jubilar.

El desafío moral más grande de la historia
La profesora Margaret Melady, de la American University de Roma, habló de la «persona humana» (genealogía, biología y biografía), explicando que los avances que se están experimentando en el campo biológico, en particular en el estudio y comprensión del genoma humano, son impresionantes, por ello, «es crucial determinar los principios morales y las reglas que determinan la revolución genética».

«Muchos relatores –reveló la profesora Melady– han afirmado que se trata del desafío moral más grande que ha afrontado la humanidad hasta ahora».

En concreto, Melady explicó que causa preocupación «el silencio de la antropología contemporánea» ante estos cambios. Por este motivo, existen razones fundadas para creer «que al inicio del tercer milenio se desarrollará un fecundo diálogo entre la fe y el mundo».

«La biología y la investigación jurídica –dijo la catedrática– podrán beneficiarse de los estudios filosóficos y teológicos, del mismo modo que filósofos y teólogos no podrán hablar con competencia de la persona humana sin considerar los nuevos descubrimientos en el campo de las ciencias biológicas».

La profesora estadounidense concluyó comentando que «en el momento en que se vuelve a discutir sobre los aspectos sociales y jurídicos de la persona humana que vive en comunidad, volvemos a comprender el significado profundo de nuestra humanidad. La persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios quiere para sí».

Una «economía humana»
El profesor Jean-Dominique Durand, de la Universidad de Lyón (Francia), intervino sobre el tema «La ciudad del hombre» (sociedad, ambiente, economía), precisando que en estos encuentros jubilares «los profesores han querido buscar respuestas a los grandes problemas de nuestro tiempo según los principios evangélicos. Basándose en un planteamiento interdisciplinar, en un diálogo profundo entre los campos del saber científico y de las ciencias sociales, han querido tomar en cuenta al hombre en todas sus dimensiones: socioeconómicas, ecológicas, políticas, morales, espirituales y religiosas».

«Los profesores –continuó explicando el profesor Durand– han querido proponer este tipo de planteamiento para un mundo que está lleno de ambivalencias. Con ello, se busca que el diálogo se convierta en un hábito para el pensamiento y que la Universidad llegue a ser un lugar de formación integral de la persona humana y prepare un diálogo universal para volver a agrupar los hombres sin uniformarles, para desarrollar una cultura de las relaciones».

El objetivo de estos encuentros, concluyó el catedrático francés, ha sido el de «proponer una paz verdaderamente humana, una auténtica reconciliación de perdón y de justicia, fundamento de una economía humana en la que se supere el ansia por lo superfluo, permitiendo que todos podamos acceder a lo esencial, como sugiere la «Populorum progressio», con el objetivo de desarrollar una concepción cristiana de la vida del hombre».

Superar la fragmentación del saber
La profesora Marijan Sunjic, de la Universidad de Zagreb, analizó la «visión de las ciencias» (descubrimientos, tecnologías y aplicaciones), precisando que «la evolución de las ciencias está acompañada por el crecimiento de la diversificación y especialización, con frecuencia útiles, pero que llevan hacia una fragmentación negativa del saber. La separación entre enseñanza e investigación, entre educación y especialización, entre ciencias naturales y humanistas, contribuye a la deshumanización de las ciencias. Científicos y estudiantes se ven poco a poco absorbidos por los detalles de sus investigaciones, perdiendo una visión global y una perspectiva más amplia, eludiendo los aspectos morales y éticos de su trabajo».

«Por estos motivos –explicó la profesora Sunjic–, se han dado muchas discusiones y mesas redondas en los que los profesores de todas las confesiones religiosas, y algunos no creyentes, han acogido con entusiasmo la idea de ofrecer una base filosófica y teológica a las ciencias meramente técnicas».

Sunjic concluyó explicando que «el Jubileo de la Universidad ha demostrado que la Santa Sede sigue siendo la única institución comprometida coherentemente en favorecer el diálogo fecundo entre la comunidad académica mundial y la sociedad, un diálogo en el que la cristiandad continúa ofreciendo estabilidad para nuestra civilización e inspiración para el futuro».

El arte estimulado por la fe
El profesor Krzystof Zaboklicki de la Universidad de Varsovia profundizó en el tema «Creatividad y memoria» (artes plásticas, literatura, música, teatro), explicando que «el arte en sus diferentes manifestaciones acompaña el cristianismo a través de toda su historia, expresando el profundo sentimiento religioso y la espiritualidad de las diferentes épocas»

En Occidente, por ejemplo, «los diferentes estilos de la arquitectura, el paleocristiano, el románico, el gótico, el renacentista, el barroco… están representados principalmente por obras de carácter religioso y cada uno de ellos refleja de manera particular un momento de la historia de la fe».

«Desde este punto de vista, la vocación artística al servicio de la belleza es una espiritualidad que, a su manera, contribuye con la vida y el renacimiento de un pueblo», concluyó el profesor Zaboklicki. «En ese cruce entre experiencia y fe, tradición bíblica y expresión artística, la memoria creativa aparece, en su realidad sencilla y profunda, como un don de amor y de esperanza que nos hace capaces de asumir y de vivir la vida como un don, y de este modo, con amor y esperanza».

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ZENIT Staff

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